«La materia oscura» de Philip Pullman. Una trilogía que se puede disfrutar a todas las edades.

La Materia Oscura

Hace poco recordé la desastrosa adaptación cinematográfica de La materia oscura de Philip Pullman (pues sólo se rodó el primer libro, con el nombre de La brújula dorada), y sentí que debía romper una lanza a favor de una saga que me gustó de niño, y de adulto aún más. Así pues, veamos los tres volúmenes de esta trilogía, y por qué son interesantes.

Luces del norte

«Iorek Byrnison dejó la jarra y se acercó a la puerta para observar el rostro del viejo, pero Farder Coram no se arredró.
—Sé a quién andas buscando, tú vas tras los corta-niños —replicó el oso—. Anteayer se fueron de la ciudad para trasladarse más al norte, con más niños. Nadie te dirá nada sobre ellos, la gente cierra los ojos porque los corta-niños les dan dinero y buenos negocios. Pero como a mí los corta-niños no me gustan ni pizca, te contestaré como corresponde. Si permanezco aquí y bebo licor es porque los hombres de esta tierra me quitaron la coraza y sin coraza puedo cazar focas, pero no ir a la guerra. Yo soy un oso acorazado, para mí la guerra es el mar donde nado y el aire que respiro. Los hombres de esta ciudad me dan licores y me dejan beber hasta que me caigo de sueño, pero me han quitado la coraza. Si supiera dónde la tienen guardada, revolvería la ciudad entera con tal de recuperarla. Si quieres disponer de mis servicios, el precio que tienes que pagar es éste: devuélveme la coraza. Quiero mi coraza, entonces ya no necesitaré más alcohol.»

Philip Pullman, «Luces del norte».

El primer volumen de La materia oscura se titula, de forma muy apropiada, Luces del norte, y nos transporta a un universo alternativo con algunas características steampunk. Sin embargo, lo más importante de este mundo es que el alma de las personas no está dentro de su cuerpo, sino fuera. A estas «almas» se les llama daimonion, entidades que adoptan una apariencia zoomórfica, y que representan la personalidad del individuo.

Me podría extender mucho hablando del argumento, pero baste decir que en esta novela Lyra Belacqua, la protagonista, debe viajar desde Oxford hasta el lejano Norte. Es el volumen de la saga más accesible para el público infantil y juvenil, ya que se trata de una entretenida historia de aventuras, con personajes carismáticos como el oso polar Iorek Byrnison. A pesar de todo, tiene un subtexto muy interesante, tanto a nivel filosófico como metafísico.

La daga

«Ruta Skadi tenía cuatrocientos dieciséis años y toda la altivez y conocimientos propios de una reina bruja adulta. Aunque poseía más sabiduría de la que podría acumular cualquier ser humano en su corta vida, no se percataba de cuán infantil aparecía junto a aquellos vetustos seres. Tampoco sospechaba que la conciencia de esas criaturas alcanzaba a sondear más allá de ella, cual filamentosos tentáculos, hasta los más remotos entresijos de mundos cuya existencia ella ni siquiera había soñado; ni que los veía con forma de humanos sólo porque eso esperaban ver sus ojos. De haberlos percibido con su auténtica apariencia, habrían semejado más arquitecturas que organismos, una suerte de gigantescos estructuras compuestas de inteligencia y sentimiento.»

Philip Pullman, «La daga».

El segundo volumen, La daga, nos introduce de lleno en el multiverso de Pullman, con un nuevo protagonista de nuestro propio mundo, Will, que posee un objeto con el que viajar a otras dimensiones. Muchos de los conceptos esbozados en la primera novela, como el Pecado Original, se desarrollan de forma más detallada en este volumen, donde queda patente la crítica hacia el cristianismo por parte del autor.

La Materia Oscura

El catalejo lacado

«—La Autoridad, Dios, el Señor, Yahvé, Él, Adonai, el Rey, el Padre, el Todopoderoso —dijo Balthamos suavemente—, son unos nombres que él mismos se impuso. Era un ángel como nosotros, el primero, cierto, el más poderoso, pero estaba formado a partir del Polvo, al igual que nosotros, y Polvo es el único nombre aplicable a lo que ocurre cuando la materia comienza a entenderse a sí misma. A la materia le encanta la materia. Desea conocer más sobre sí misma, y se forma el Polvo. Los primeros ángeles se condensaron a partir del Polvo, y la Autoridad fue el primero de todos ellos. Explicó a los que le siguieron que él los había creado, pero era mentira. Uno de los que le siguieron, una entidad femenina, era más sabia que él y averiguó la verdad, y entonces él la desterró. Nosotros aún la servimos. La Autoridad sigue reinando en el Reino; y Metatrón es su Regente.»

Philip Pullman, «El catalejo lacado».

El catalejo lacado es el último volumen, además del más denso y voluminoso de la trilogía. También es la parte más cruda, políticamente incorrecta, y trasgresora de toda la saga. Describe la lucha contra la Autoridad, un ser que se autoproclama dios del multiverso, sin haberlo creado. En este sentido, guarda cierta relación con el demiurgo del gnosticismo cristiano, entidad opuesta a Dios, que encarna el mal, y encadena a los hombres a sus pasiones materiales.

El dualismo entre ciencia y religión se trata de forma mucho más explícita que en los dos primeros volúmenes. Estas líneas lo demuestran: «creía que podía practicar la física a mayor gloria de Dios, hasta que comprendí que Dios no existía y que la física era más interesante de lo que había imaginado. La religión cristiana es un error muy poderoso y convincente, eso es todo.»

Sin embargo, la novela no es una mera excusa para plasmar los pensamientos del autor. Se puede profundizar en ellos, desde luego, pero no es necesario para disfrutar de una historia que desprende epicidad, dramatismo, y coraje por sus cuatro costados. Este libro es también una metáfora, un rito de paso, el viaje personal de dos niños, Will y Lyra, y de cómo se convierten en adultos. Estamos ante una gran saga, que sin duda merece la pena ser leída.


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