Carmen Guillén

Desde mi temprana juventud, los libros han sido mis compañeros constantes, ofreciéndome un refugio en sus mundos de tinta y papel. Como opositora, he enfrentado desafíos y competencias, pero siempre he encontrado consuelo y sabiduría en la literatura. Trabajando como monitora educacional, he tenido el privilegio de guiar a jóvenes mentes hacia el amor por la lectura, inculcando en ellos el valor de un buen libro. Mis gustos literarios son eclécticos; me deleito tanto en la riqueza de los clásicos como en la frescura de las nuevas voces que emergen en el panorama literario. Cada obra es una ventana a una nueva perspectiva, un nuevo mundo, una nueva aventura. Aunque reconozco la practicidad de los ‘ebooks’ y la forma en que han revolucionado la lectura, hay algo eternamente encantador en el crujido de una página al ser volteada y el aroma sutil de la tinta sobre el papel. Es una experiencia sensorial que los ‘ebooks’ simplemente no pueden replicar. En mi viaje literario, he aprendido que cada libro tiene su momento y lugar. Un buen clásico puede ser un amigo fiel en tiempos de reflexión, mientras que una novedad literaria puede ser el chispazo que encienda la imaginación. Sea cual sea el formato, lo importante es que la historia nos hable, nos transporte y, en última instancia, nos transforme.