Algunos cuentos completos es el título del nuevo libro de Domingo Villar, que está ilustrado con linograbados de su amigo Carlos Baonza. Está recién salido a la venta en una edición muy cuidada y se lee en media tarde, o menos. Es una compilación de 10 cuentos o relatos cortos y tuve la suerte de que el autor me lo dedicara en la pasada Feria del Libro de Madrid. Esta es mi reseña.
Un privilegio
En enero de 2020 asistí a un encuentro con Domingo organizado por Ámbito Cultural en Madrid y moderado por Rafael Caunedo. Fuimos unas 20 personas y pasamos un rato muy bueno charlando con él sobre sus libros protagonizados por el inspector vigués Leo Caldas. Tres novelas, Ojos de agua, La playa de los ahogados y El último barco que, aunque con mucho tiempo entre sus publicaciones, le han reportado un éxito y, sobre todo, un prestigio que ya quisieran muchos otros con 20 títulos.
En la parte final del encuentro Domingo nos habló de estos cuentos y nos leyó uno. Quedamos tan encantados y lo animamos tanto a que los publicara que, si ya podía tener la idea de hacerlo, es posible que lo convenciéramos del todo. Además, también podía ser una manera de «pagarnos» la paciencia por las largas esperas entre novela y novela a las que nos tiene acostumbrados a los muchos lectores que somos suyos. Así que, fue un privilegio.
Ahora, después de leer los relatos, identifico el cuento: se trata de Don Andrés el guapo. Y me ha vuelto a sacar la sonrisa. Bueno, todos en realidad.
La idea
A modo de prólogo, el autor nos habla un poco de cómo siempre ha escrito cuentos sin otra pretensión que la de compartirlos o contarlos en reuniones familiares o de amigos. También, que algunos ya se habían publicado y que siempre que lo animaban a darles forma de libro, pretextaba que quería dejarlos para ese ámbito más íntimo y cercano.
A la vez, y por su amistad con el artista Carlos Baonza, que empezó a ilustrárselos al vuelo mientras los leía. Pero entonces llega un argumento tan fantástico como la realidad misma de una pandemia que encierra al mundo en casa. Y hay que intentar recrear esos mejores momentos que no se pueden ni tener ni compartir. Así que era hora de sacar estos cuentos a la luz.
Humor, nostalgia, magia, misterio
Los títulos son:
- Eliška y la luna
- La Maruxaina y el señor Guillet
- El espiritista de O Grove
- El Santo de Bella Unión
- Felipe el Mesías
- Mabel y el cine sonoro
- Don Andrés el Guapo
- Michael «Chico» Cruz
- Los quince años de Isabel Daponte
- El comodoro Ledesma
Y todos, en mayor o menor medida, tienen toques de nostalgia, de vuelta al pasado, de magia, misterio y, cómo no, de humor, pero de ese tan de la tierra gallega de la que es Villar. El más largo es el último, un relato corto más que un cuento. Y lo que también comparten es el tono musical de la prosa de este escritor, que es tan exquisita como hermosa y casi lírica.
Para quienes sabemos un poco de la parte más aséptica y funcional del lenguaje, además de que nos llegue la sensibilidad que puede lograr transmitir, leer a Domingo Villar es un placer doble. Tanto en sus novelas como en estos cuentos, en los que quizás se resalta aún más, el manejo que tiene de él y la cadencia y el ritmo narrativo que le imprime al contenido son insuperables. Y eso se agradece en un panorama de literatura tan fácil o de fácil digestión.
Estos cuentos se leen como canciones y dejan eco y huella, del mar, de las estrellas, de mitos y leyendas, de milagros o fantasmas, de guerra y paz. Te sacan una sonrisa de esas suaves y te remiten siempre a ese trasfondo mágico que destila una tierra tan particular.
¿Quedarme con alguno? No podría. ¿Y un pero? Que son pocos y se acaban enseguida. Ese es el problema con Domingo Villar: da igual si escribe novelas de 640 páginas o cuentos de 1 000 palabras. Siempre deja con ganas de más.