Domingo Villar. Presentación en Madrid de El último barco. Su trilogía

Fotografías (c) Mariola DCA.

El pasado lunes estuve en la presentación de El último barco, la nueva novela del escritor Domingo Villar, vigués afincado en Madrid. Se celebró en la Casa de Galicia en pleno centro de la capital y hubo lleno absoluto.

Sencillo, humilde y sobrepasado por la gran acogida después de 10 largos años esperando este libro, Villar nos regaló una charla distendida y toda su amabilidad. Así que ahí va este artículo sobre el acto y sobre una de las mejores trilogías de novela policiaca que he leído.

Galicia, Domingo, Leo, Rafa y yo

Voy de vacaciones a Bueu, en la margen sur de la ría de Pontevedra, todos los junios desde hace más de 20 años. Y cruzar la de Vigo desde Cangas viendo el puente de Rande a un lado y las islas Cíes al otro es para mí uno de los mayores placeres de todo el año.

En realidad, esos días en Galicia suelen ser siempre lo mejor del año. Por el clima, la comida, la gente y la música en su acento y el paisaje tan completamente distinto a mis secas y llanas tierras de origen. Así que con el tiempo, aunque nací queso manchego ya me siento también pulpo a feira.

Por eso, un día me saltó esa parte del corazón cuando, en una librería y mirando sin buscar nada en concreto, vi un par de libros con portadas en blanco y negro y títulos atrayentes. Cogí uno y en la contraportada leí nombres como Vigo o Panxón. En Ojos de agua la víctima era de Bueu, y en La playa de los ahogados el suceso ocurría en Panxón, así que no dudé en llevármelos.

Después conocí a los personajes: el inspector Leo Caldas, reservado, serio, de pocas palabras, tranquilo, de vida personal algo atascada y marcada por la relación con su padre y la temprana muerte de su madre. Tiene un ayudante, Rafael Estévez, de Zaragoza, 193 centímetros de maño recio y directo, de prontos difíciles que lo han metido en más de un lío y le han valido una especie de exilio a Galicia con un añadido: el de tener que lidiar también con la proverbial ambigüedad gallega que normalmente lo desquicia.

Apenas me duraron, me enamoré perdidamente de Leo Caldas y adoraré ya para siempre a esa bestia parda de Rafael Estévez, contrapunto perfecto en esta pareja de policías tan nuestros como únicos. Ahora ya he devorado el tercero también y, por cierto, han ido aumentando en tamaño a la vez que en lectores.

Presentación de El último barco en Madrid – 25 de marzo – Casa de Galicia

En la presentación de esta tercera novela, Domingo Villar estuvo charlando con la periodista Susana Santaolalla durante casi una hora. Muy emocionado y tímido al principio, Villar se mostraba con la doble sensación de incredulidad e incertidumbre tanto por la acogida del libro después de tanto tiempo como por que ese mismo tiempo lo hubiera destinado al olvido. Nada más lejos de la realidad. Ha sido un éxito inmediato en críticas a todos los niveles y en ventas.

Villar nos habló de por qué ha tardado una decena de años en sacar este tercer libro, que en un principio se tituló Cruces de piedra. Un bache personal en el camino, el fallecimiento de su padre, lo hizo replantearse lo que había escrito. Así que decidió empezar de nuevo. Porque como sabemos bien los que escribimos, cuando las musas se toman vacaciones, se bloquean o te ignoran, hay que dar tiempo. Y cada historia tiene el suyo.

Proceso de creación

También habló del proceso de creación, de lo difícil y frustrante que puede resultar a veces. Y de esto también sabemos. Tardas 10 años en pergeñar y dar forma a hechos, ambientes y personajes, pones sobre la mesa una emoción que también quieres transmitir al lector. Y quieres lograr que se le quede impregnada esa historia y se lleve, o considere ya para siempre, a sus protagonistas como sus amigos.

Y entonces los lectores apenas tardan unos días en bebérselo de un trago. Yo apenas he tardado dos semanas, y porque he ido espaciando los ratos de una lectura que, por deseada tanto, por buena y por excelentemente estructurada, tienes que seguir sí o sí en cuanto la empiezas.

Me pasó con los dos anteriores, así que ¿cómo no iba a ser igual ahora? ¿Y olvidar? ¿Olvidar ese Vigo lluvioso, esa ría gris de nubes y mar picado, esos contrastes entre lo urbano y lo rural? ¿Olvidar la bonhomía, la sencillez, la compasión y la soledad del melancólico Leo Caldas? ¿La lucidez y el cariño de su padre? ¿Al insoportable Santiago Losada? ¿A la eficaz Clara Barcia? ¿Al comisario Soto? ¿Olvidar a ese animal salvaje de Rafa Estévez, al que odian todos los perros del mundo y al que es imposible no adorar?

No, todos esos personajes tan bien tejidos y mostrados son inolvidables. Como las historias y personajes secundarios, y las tramas tan bien concebidas e hilvanadas en unos escenarios igual de protagonistas.

Fotografía: (c) Ediciones Siruela en Twitter.

Temas, personajes, manías de escritor

Villar reconoció que estaba sobrepasado. Pero es lo que ocurre cuando las cosas se hacen bien tarden lo que tarden en crearse. Eso sí, lo que le pedimos fue que no pasen otros 10 años para la siguiente novela. Yo desde luego ya quiero más.

Siguió comentando la nueva trama, personajes y temas de esta tercera novela: las muchas y distintas relaciones entre padres e hijos, la soledad en una ciudad llena de gente que, sin embargo, puede mostrarse vacía por la indiferencia hacia otros como los vagabundos e indigentes. O, en el medio más rural, el rechazo y el temor hacia los que son supuestamente diferentes.

También habló de esas manías personales de cada autor, como por ejemplo la suya de leer en voz alta lo que escribe a oyentes más o menos cercanos que opinan o guían o simplemente escuchan. Y como respuesta a una pregunta de la periodista, comentó que puede escribir tanto en gallego como en castellano, en especial los diálogos. Y cómo luego va puliendo y encajando las traducciones en el texto final.

Y por supuesto habló de ese humor que también hay en sus novelas. Esa retranca gallega que «nos echan encima al nacer» y que es tan marca de la casa. Un humor que brilla más por ese magistral contrapunto entre todos los personajes gallegos y el que no lo es: Rafa Estévez.

El punto final

Fue el sincero y emocionado agradecimiento a familiares, amigos, editores y lectores por este tiempo de espera y la paciencia con este oficio tan solitario e interior que es escribir. Un agradecimiento que fue mutuo por parte de los editores y, por supuesto, de todos los asistentes.

En la consabida firma después de acabar el acto, Villar nos atendió derrochando amabilidad, y sus «graciñas» a mis elogios, admiración y agradecimiento por sus historias fueron el broche de oro a otro de esos momentos literarios que atesoras ya para los restos.

Trilogía

Ojos de agua

Quien conozca Vigo más allá de sus habitantes habrá visto esa monstruosa torre residencial aislada junto a una playa. Allí un saxofonista, con llamativos ojos claros y llamado Luis Reigosa, aparece asesinado con una saña que apunta a un crimen pasional. Pero no hay nada en la escena del crimen, ni huellas, ni signos de lucha, ni tampoco ninguna relación personal de la que sospechar.

La playa de los ahogados

En esta segunda novela ya más extensa tenemos el hallazgo del cadáver de un hombre en la playa de Panxón. Es el de Justo Castelo, un marinero que aparece con las manos atadas. No hay testigos ni rastro de la embarcación del fallecido. Será una investigación muy difícil porque todo el mundo calla sus sospechas o las desvía por caminos demasiado complicados.
De esta historia se hizo una bastante decente adaptación cinematográfica en 2015 que puso caras a Caldas y Estévez en las de Carmelo Gómez y Antonio Garrido.

El último barco

La desaparición de una joven, Mónica Andrade, hija de un reputado cirujano y que vive en Tirán, al lado de Moaña, está envuelta en misterio desde el principio. Trabajaba en la Escuela de Artes y Oficios de Vigo, no tenía ningún motivo aparente para marcharse ni enemigos que supusieran una amenaza. O tal vez sí.

La investigación minuciosa de Caldas y Estévez va dando pasos que parecen perderse en mil probabilidades y etiquetas para todos como sospechosos. Además, las vidas personales de los dos policías van a tener muchos cambios que muchos lectores seguro que ya hemos agradecido.

Resumiendo

Que si no lo habéis leído todavía, tenéis que empezar ya. Por su calidad literaria y su ágil lectura de sintaxis tan elaborada como clara. También por esos capítulos cortos y siempre introducidos por una marca de la casa: las distintas acepciones de una palabra que hay en ellos.

Pero sobre todo por la capacidad de meterte en un ambiente tan cercano pero brumoso y con un toque mágico que yo siempre asocio a la terra galega. Y a unos personajes que sí, se hacen amigos tuyos desde la primera vez que los conoces, de esos que siempre piensas que ojalá fuesen reales por su autenticidad.


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