El tratamiento temporal es otro de los factores que debemos cuidar al máximo para que el resultado de nuestra obra narrativa sea satisfactorio.
Existen varios elementos relacionados con el tiempo que debemos de tener en cuenta.
En un primer momento debemos tener clara la época en la que ambientamos nuestra historia y llevar a cabo una rigurosa documentación acerca de la misma para evitar la presencia de anacronismos, que podrían dar al traste con la verosimilitud de nuestra obra.
En segundo lugar tenemos que tener clara la duración de los hechos, es decir el rango temporal que abarca nuestra novela, desde su inicio hasta su final. Existen novelas en las que todo sucede en pocas horas, mientras que otras duran meses, años, toda la vida de un personaje o incluso siglos o milenios. En función de la duración de la nuestra tendremos que tirar más o menos de procedimientos tales como las elipsis, los resúmenes o las amplificaciones, los cuales explicaremos a continuación.
El ritmo de la obra también es algo relacionado con el plano temporal. En algunos pasajes nos interesará que el ritmo sea rápido mientras que en otros preferiremos que sea más pausado y contenido. Para ello podemos jugar con recursos tales como:
Resumen: Se despacha en pocas líneas un largo lapso de tiempo cuyo contenido no es del todo relevante para el argumento. Aumenta el ritmo de la narración.
Elipsis: Se omite directamente un lapso de tiempo debido a que no es relevante o a que por motivos de intriga convienen no revelar cierta información en determinado punto del relato. Aumenta el ritmo de la narración.
Amplificación: Consiste en demorarse a la hora de narrar un hecho, por ejemplo cuando dedicamos varios párrafos a la narración de algo que ha sucedido en un corto lapso de tiempo (segundos, minutos, etc…). Dedicar un capítulo entero a una batalla de una hora de duración o varios párrafos a un accidente que apenas duró diez segundos serían ejemplos de este procedimiento con el que se logra ralentizar el ritmo de la novela.
Digresiones: También ralentizan el ritmo de la novela. Se asocian a consideraciones que hace el narrador desviándose del tema principal.
Otro de los puntos que debemos tener en cuenta es el orden en el que presentamos los hechos. Toda historia tiene una cronología lógica, la cual podemos alterar escogiendo qué hechos presentar primero para lograr determinado efecto en nuestros lectores (intriga, sorpresa, etc…). Para ello es conveniente manejar con maestría los conceptos de analepsis (interrumpir la línea temporal de la narración para narrar hechos del pasado) y de prolepsis (interrumpir la línea temporal de la narración para narrar hechos del futuro).
Finalmente, es conveniente tener también en cuenta que el tiempo cambia a lo largo de la obra y que será necesario saber expresar esos cambios de manera que el lector los perciba de manera natural. Las descripciones pueden ser una buena herramienta para marcar los cambios del día a la noche, los cambios de estación del año o incluso los cambios de época, especialmente si pretendemos hacer constantes saltos de un punto temporal a otro a lo largo del relato sin provocar demasiados quebraderos de cabeza a quien pretenda seguir el hilo de la misma.