Frases célebres de Emilia Pardo Bazán

Hace un par de días se celebraba el aniversario del nacimiento de una de nuestras escritoras más importantes: Emilia Pardo Bazán. Nacida en La Coruña, en el año 1851, perteneció a una familia aristócrata. Fue una mujer de enorme prestigio para su época. Realizó numerosos viajes y conoció a grandes autores como Víctor Hugo o Zola.

Se separó de su marido e inició una relación amorosa con Benito Pérez Galdós. Dirigió la sección de literatura del Ateneo y en 1916 fue nombrada profesora de la Universidad de Madrid. Falleció en el año 1921, también en Madrid.

Perteneció al Realismo

El desarrollo del Realismo supuso el triunfo de la novela, género que permitía retratar la realidad de forma fidedigna. Los novelistas más representantivos de esta época fueron Galdós, Juan Valera, Leopoldo Alas «Clarín» y Emilia Pardo Bazán. Esta última, perteneció concretamente al Naturalismo, derivación del Realismo que aparece en España hacia 1880 con la publicación de «La Desheredada» de Galdós.

Emilia Pardo Bazán fue la principal defensora en España del Naturalismo. En el caso de esta autora, este movimiento se encuentra enmarcado en el catolicismo. Así, el determinismo naturalista de Zola es sólo aparente y está subordinado a la capacidad del hombre para sobreponerse a él por medio de la fe, que lo eleva sobre el resto de las criaturas. Entre sus novelas destacan sobre todo «Los pazos de Ulloa» (1886) y «La madre naturaleza» (1887), desarrolladas ambas en ambientes rurales de Galicia que conforman mundos cerrados y dominados por las pasiones.

Frases célebres

Y ahora, vamos a celebrar el nacimiento de esta autora que tantas buenas frases nos dejó para la historia. Algunas de ellas son las siguientes:

  • «Tengo por importante entre todos el concepto de que la novela ha dejado de ser obra de mero entretenimiento, modo de engañar gratamente unas cuantas horas, ascendiendo a estudio social, psicológico, histórico, pero al cabo estudio».
  • «La desdicha del hombre moderno, es ser a la vez egoísta y sensible; lo bastante egoísta para ceder a sus pasiones, lo bastante sensible para sufrir al presenciar el estrago causado por ellas en el ajeno destino. Por ser interior y cuidadosamente oculta, la lucha de Felipe no era menos violenta, ni menor su desasosiego. A decir verdad, no puede llamarse lucha aquel estado especialísimo: existe lucha propiamente dicha, cuando la voluntad fluctúa entre dos soluciones».
  • «Los sentimientos no los elegimos se nos vienen, se crían como la maleza que nadie planta y que inunda la tierra. Y los sentimientos delátense a veces en puerilidades sin valor aparente, en realidad elocuentísimas, reveladoras de la verdad psicológica, como ciertos síntomas leves denuncian enfermedades mortales».
  • «Un sacerdote puede hacer todas las cosas malas del mundo. Si tuviésemos privilegio para no pecar, estábamos bien; nos habíamos salvado en el momento mismo de la ordenación, que no era floja ganga. Cabalmente, la ordenación nos impone deberes más estrechos que a los demás cristianos, y es doblemente difícil que uno de nosotros sea bueno. Y para serlo del modo que requeriría el camino de perfección en que debemos entrar al ordenarnos de sacerdotes, se necesita, aparte de nuestros esfuerzos, que la gracia de Dios nos ayude. Ahí es nada».
  • «La dictadura es como una aria y nunca llega a ser ópera».
  • «El día en que «unos señores» dijeron a Amparo que era bonita, tuvo la andariega chiquilla conciencia de su sexo: hasta entonces había sido un muchacho con sayas. Ni nadie la consideraba de otro modo: si algún granuja de la calle le recordó que formaba parte de la mitad más bella del género humano, hízolo medio a cachetes, y ella rechazó a puñadas, cuando no a coces y mordiscos, el bárbaro requiebro. Cosas todas que no le quitaban el sueño ni el apetito».
  • «Es absurdo que un pueblo cifre sus esperanzas de redención y ventura en formas de gobierno que desconoce».
  • «La educación de la mujer no puede llamarse tal educación, sino doma, pues se propone por fin la obediencia, la pasividad y la sumisión».
  • «La educación física hace que la mujer aumente su estatura y vigor y enriquezca su sangre».
  • «Por la boca solemos morir como los simples peces, y no es muerte propia de hombre avisado, sino de animal bruto, frío y torpe».

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