Por supuesto, uno de los elementos que marcan la diferencia en una novela es la calidad de la construcción de sus personajes.
A nadie le gustan esas novelas con personajes planos, que no sufren evolución a lo largo de la obra y que son altamente predecibles ya que se presentan como paradigmas del bien o del mal, sin moverse ni un ápice de lo que de ellos se espera.
Nadie en la vida es totalmente bueno o totalmente malo, y si damos por hecho que el factor principal de toda obra narrativa de calidad es la verosimilitud, debemos esforzarnos al máximo para que nuestros personajes sean creíbles y para ello hay dos puntos que no debemos dejar pasar por alto: la importancia de las contradicciones y la voz propia de cada uno de ellos.
En cuanto a las contradicciones, hemos de decir que son el factor crucial para que nuestros personajes sean redondos en lugar de planos. Todo el mundo tiene contradicciones, y si nuestros personajes carecen de ellas será imposible identificarlos como posibles personas existentes, que es a lo que todo novelista debe aspirar, incluso en las novelas de ciencia ficción. Si el lector no se cree lo que está leyendo, el proceso de inmersión en la obra jamás se producirá de manera satisfactoria.
El segundo punto es el de la voz propia. Nuestros personajes no sólo son caracterizados por sus hechos y por lo que el narrador cuente de ellos sino que la voz de cada uno tiene un papel muy importante en la configuración de los mismos. Uno de los principales errores al iniciarse en el mundo de la narrativa es querer escribir todo en un registro muy elevado, igualando así la voz del narrador con la de los personajes. Obviamente esto no es ningún acierto, ya que cada personaje debe de tener su propia voz, diferenciada no solo de la voz del narrador sino también de la del resto de personajes. Ésta voz, ha de ser meditada y elaborada en consonancia con rasgos como la época, el lugar y la formación intelectual del personaje y adaptada además a cada situación ya que por muy culto que sea el personaje no hablará igual ante su jefe que ante su propia esposa, sus amigos o sus hijos.
Finalmente, la mayor parte de manuales recomiendan trabajar con fichas de personajes, que deben ser elaboradas antes de iniciar la redacción de la novela. Os proponemos algunos de los puntos que éstas deben contener:
- Nombre del personaje. (En ocasiones podemos tirar de simbología para bautizarlos)
- Descripción física. (A veces pueden portar algún objeto o prenda característico al que haremos referencia a modo de leit motiv a lo largo de la novela)
- Descripción moral. (Con su consiguiente evolución)
- Costumbres, gustos, manías gestos característicos, vicios, enfermedades y síntomas. (Estos irán apareciendo a lo largo de la novela y otorgan gran verosimilitud y riqueza a nuestros personajes)
- Anécdotas o episodios de su pasado. (Que pueden ser referidas por el propio personaje o por otros a lo largo de la novela y que configurarán parte de su carácter actual).
- Objetivo o motivación. (La razón que mueve al personaje a lo largo de la obra y que actúa como motor de sus actos).
- Relaciones con otros personajes. (Detallar el tipo de relación que tiene con cada uno de los demás personajes puede sernos útil para elaborar escenas o diálogos).
- Documentación. (Necesaria en caso de ser un personaje histórico. Es bueno tenerla lo más a mano posible).
- Retrato. (Si se te da bien dibujar puede ser de ayuda que elabores un boceto de cómo se ve tu personaje, lo que te será útil para las descripciones. También puedes crearlo a modo collage a base de fotos de revistas o prensa. En todo caso, es algo opcional y quizá menos necesario que los puntos anteriores).
Finalmente debemos apuntar que en ocasiones es posible hacer una ficha doble de un personaje si en la obra aparece como niño y como adulto o si sufre un gran cambio tras un hecho traumático y su personalidad y sus motivaciones cambian por completo.