Duque de Rivas. Aniversario de la muerte del autor de Don Álvaro o la fuerza del sino

Un 22 de junio de 1865 fallecía Ángel Saavedra, Duque de Rivas, poeta y dramaturgo español, y conocido sobre todo por su más famoso drama romántico Don Álvaro o La fuerza del sino, obra emblemática del romanticismo español. Para recordar su memoria, escojo una serie de fragmentos de este título.

Ángel Saavedra, Duque de Rivas

Nacido en Córdoba, Ángel Saavedra fue dramaturgo, poeta, historiador, pintor y estadista. De ideas liberales, luchó contra los franceses en la guerra de independencia y más tarde contra el absolutismo de Fernando VII. Esto lo llevó al exilio en Malta e inspiró algunos de sus poemas, como Con once heridas mortales.

Sus primeros versos, reunidos en Poesías y obras teatrales como AtaúlfoLanuza, se enmarcan dentro del neoclasicismo. Pero durante su exilio maltés descubrió la obra de William Shakespeare, Walter Scott y Lord Byron y se adscribió al movimiento romántico con los poemas El desterrado, El sueño del proscrito El faro de Malta.

Don Álvaro o la fuerza del sino

Fue la obra que inauguró el teatro romántico español y, por añadidura, el teatro moderno. Es un drama en cinco actos o jornadas, en prosa y en verso. Tiene todos los ingredientes típicos del romanticismo, como la melancolía o el pesimismo, y desarrolla un tema característico: el del hombre arrastrado a la desgracia por un destino contra el que no puede luchar. Es la misteriosa combinación de azar y necesidad la que dirige los actos de los personajes.

El protagonista es Don Álvaro, caballero enamorado de Leonor, la hija del Marqués de Calatrava. Cierta noche don Álvaro irrumpe en la habitación de Leonor con ánimo de raptarla, pero es sorprendido por el marqués de Calatrava. Don Álvaro lo mata accidentalmente y tiene que huir. Tras varios años, durante los cuales los enamorados han vivido separados, don Álvaro en la guerra, y Leonor, escondida en una ermita, ambos se encuentran, pero el destino les impedirá su amor.

Fragmentos

Acto I – Escena VII

DON ÁLVARO: (Con gran vehemencia.)

¡Ángel consolador del alma mía!

¿Van ya los santos cielos a dar corona eterna a mis desvelos?

Me ahoga la alegría…

¿Estamos abrazados para no vernos nunca separados?

Antes, antes la muerte

que de ti separarme y que perderte.

DOÑA LEONOR (Muy agitada.).

¡Don Álvaro!

DON ÁLVARO.

Mi bien, mi Dios, mi todo…

¿Qué te agita y te turba de tal modo?

¿Te turba el corazón ver que tu amante

se encuentra en este instante

más ufano que el sol?…

¡Prenda adorada!

[…]

DON ÁLVARO.
¡Señora!

DOÑA LEONOR.
¡Ay! me partís el alma…

DON ÁLVARO.
Destrozado tengo yo el corazón… ¿Dónde está, dónde,
vuestro amor, vuestro firme juramento?
Mal con vuestra palabra corresponde
tanta irresolución en tal momento.
Tan súbita mudanza…
No os conozco, Leonor. ¿Llevóse el viento
de mi delirio toda la esperanza?
Sí, he cegado en el punto
en que alboraba el más risueño día.
Me sacarán difunto
de aquí, cuando inmortal salir creía.
Hechicera engañosa,
¿la perspectiva hermosa que falaz me ofreciste así deshaces?
¡Pérfida! ¿Te complaces
en levantarme al trono del Eterno,
para después hundirme en el infierno?
¿Sólo me resta ya?…

DOÑA LEONOR. (Echándose en sus brazos.)

No, no, te adoro.
¡Don Álvaro!… ¡Mi bien!… Vamos, sí, vamos.

***

Acto I – Escena VIII

Marqués.- (Furioso) ¡Vil seductor!… ¡Hija infame!

Doña Leonor.-(Arrojándose a los pies de su padre) ¡Padre! ¡Padre!

Marqués.- No soy tu padre… Aparta… y tú, vil advenedizo…

Don Álvaro.- Vuestra hija es inocente… Yo soy el culpado… Atravesadme el pecho. (Hinca una rodilla.)

Marqués.- Tu actitud suplicante manifiesta lo bajo de tu condición…

Don Álvaro.- (Levantándose) ¡Señor marqués!… ¡Señor marqués!…

Marqués.- (A su hija) Quita, mujer inicua. (A Curra, que le sujeta el brazo) y tú infeliz, ¿osas tocar a tu señor? (A los criados) Ea, echaos sobre ese infame, sujetadle, atadle…

Don Álvaro.- (Con dignidad.) Desgraciado del que me pierda el respeto. (Saca una pistola y la monta).

Doña Leonor.- (Corriendo hacia Don Álvaro) ¡Don ÁIvaro!… ¿Qué vais a hacer?

Marqués.- Echaos sobre él al punto.

Don Álvaro.- ¡Ay de vuestros criados si se mueven! Vos sólo tenéis derecho para atravesarme el corazón.

Marqués.- ¿Tú morir a manos de un caballero? No; morirás a las del verdugo.

Don Álvaro.- ¡Señor marqués de Calatrava! Mas, ¡ah!, no; tenéis derecho para todo… Vuestra hija es inocente… Tan pura como el aliento de los ángeles que rodean el trono del Altísimo. La sospecha a que puede dar origen mi presencia aquí a tales horas concluya con mi muerte, salga envolviendo mi cadáver como si fuera mi mortaja… Sí, debo morir… , pero a vuestras manos. (Pone una rodilla en tierra) Espero resignado el golpe; no lo resistiré; ya me tenéis desarmado. (Tira la pistola, que al dar en tierra se dispara y hiere al Marqués, que cae moribundo en los brazos de su hija y de los criados, dando un alarido)

Marqués. – ¡Muerto soy!… ¡Ay de mí!…

Don Álvaro.- ¡Dios mío! ¡Arma funesta! ¡Noche terrible!

Doña Leonor.- ¡Padre, padre!

Marqués.- Aparta; sacadme de aquí…, donde muera sin que esta vil me contamine con tal nombre…

***

Acto III – Escena IV. Monólogo de Don Álvaro.

¿Qué carga tan insufrible
es el ambiente vital
para el mezquino mortal
que nace en sino terrible!
¿Qué eternidad tan horrible
la breve vida! Este mundo,
¿qué calabozo profundo,
para el hombre desdichado,
a quién mira el cielo airado
con su ceño furibundo!
Parece, sí, que a medida
que es más dura y más amarga
más extiende, más alarga
el destino nuestra vida.
Si nos está concedida
sólo para padecer,
y muy breve ser
la del feliz, como en pena
de que su objeto no llena,
¡terrible cosa es nacer!
Al que tranquilo, gozoso,
vive entre aplausos y honores,
y de inocentes amores
apura el cáliz sabroso
cuando es más fuerte y brioso,
la muerte sus días huella,
sus venturas atropella:
y yo, que infelice soy,
yo, que buscándola voy,
no puedo encontrar con ella.
Mas, ¿cómo la he de obtener,
¡desventurado de mí!,
pues cuando infeliz nací,
nací para envejecer?
Si aquel día de placer
(que uno sólo he disfrutado),
fortuna hubiese fijado,
¡Cuán pronto muerte precoz
con su guadaña feroz
mi cuello hubiera segado!


Sé el primero en comentar

Deja tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*

*

  1. Responsable de los datos: Miguel Ángel Gatón
  2. Finalidad de los datos: Controlar el SPAM, gestión de comentarios.
  3. Legitimación: Tu consentimiento
  4. Comunicación de los datos: No se comunicarán los datos a terceros salvo por obligación legal.
  5. Almacenamiento de los datos: Base de datos alojada en Occentus Networks (UE)
  6. Derechos: En cualquier momento puedes limitar, recuperar y borrar tu información.