Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943) ha ganado el Premio Cervantes, el galardón más importante de las letras españolas. El escritor culmina así una impecable trayectoria repleta de éxito y otros premios y reconocimientos, como el Planeta en 2010 o el Kafka en 2015.

Obras tan emblemáticas como La verdad sobre el caso Savolta (de 1975 y considerada la primera novela de la Transición), La ciudad de los prodigios o la serie de humor sobre su famoso detective sin nombre -entre otras- jalonan una carrera envidiable. Hoy su firma ya puede escribirse con letras de oro en la literatura en español.

Decía Mendoza en una entrevista que, de creer en ello, le gustaría poder reencarnarse en Charles Dickens. Evidentemente es innecesario compararse o compararlo con el gran escritor inglés del siglo XIX. Pero sí se pueden hallar paralelismos en los tonos costumbristas que destilan las obras de ambos.

Los libros de Mendoza poseen tanto sentido del humor como son una radiografía del panorama social alrededor en muchos tiempos y épocas. Los argumentos y ese panorama se entremezclan para darle forma a ese paisaje y paisanaje. Así, por ejemplo, salen frescos de la Barcelona de la primera mitad del siglo XX, con las problemáticas de sus clases sociales o sus disturbios.

Su estilo ha sabido conjugar un equilibrio entre lo intelectual y lo popular, o el análisis más sesudo pero también más divertido y surrealista de esas épocas y sus protagonistas. De este modo, y a lo largo del tiempo, se ha ganado lo más importante: el favor de un público tan extenso como heterogéneo, que sin duda hoy estará de enhorabuena por el premio de premios para su escritor más seguido.

Para colmo se le añade una personalidad de maneras, más que educadas, exquisitas, y con ideas bien claras sobre qué es o puede ser y significar la literatura: debes entretener, divertir y cuidar a esos lectores. Así es su prosa también. Y sus historias. Están en el lugar justo y dignifican ese toque popular, que a veces está tan depreciado para la crítica de más altos vuelos.

Sus novelas históricas, como por ejemplo El asombroso viaje de Pomponio Flaco, llenas de humor, o las de género negro y a la vez disparatadas como la serie de ese impagable detective de psiquiátrico y sin nombre, son la muestra perfecta de ese equilibrio conseguido.

Pero Mendoza ha escrito tanto novelas como ensayos (Nueva York), relatos (Tres vidas de santo), literatura infantil (El camino del cole) o teatro (Restauración). Ha sido guionista y estuvo nominado en 2005 junto a su director, Jaime Chávarri, por la adaptación de su obra El año del diluvio. Y la lista de premios anteriores a este Cervantes se nos pierde en la noche de los tiempos.

Por qué leerlo

Por ese especial equilibrio entre la literatura más culta y la más popular, ambas de prosa tan rica como cuidada. Por tantos matices en su narración y por ese estilo de humor que ha conquistado a tantos lectores fieles, exigentes y menos exigentes.