Dos dramaturgos de primera que han firmado algunas de las páginas teatrales más importantes de las letras de nuestro país no se llevaban precisamente bien entre ellos, algo que no es poco común entre autores que despuntan en un mismo género compartiendo además época.
Se cuenta que cuando se veían saltaban las chispas y que no dudaban en tratar de ofenderse mutuamente a veces con clase e ingenio y otras a base de soeces insultos.
Resulta que una vez, según dicen las malas lenguas, el tiro salió por la culata a Jacinto Benavente.
Todo ocurrió a las puertas del teatro en las que ambos coincidieron y al ir a salir a la vez, Benavente se echó hacia delante con fuerza y pese a ser él mismo homosexual de manera reconocida, quiso ofender a su rival y le espetó.
-Lo siento, es que yo no cedo el paso a maricones.
Valle vio en ese momento el cielo abierto ya que Benavente se la había puesto en bandeja. El escritor gallego no tuvo más que hacer que permanecer inmóvil cediendo el paso a Benavente sin inmutarse para añadir un escueto “Yo si” en el mismo momento que su némesis cruzaba el umbral ante su pasividad por pasar antes…
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Yo la conocía pero con el protagonismo inverso: Valle insultando primero, y Benavente respondiendo…
Valle-Inclán no tuvo nada que ver en esta anécdota. Los protagonistas fueron Benavente y el crítico José María Carretero Novillo («El Caballero Audaz»), con quien Benavente mantuvo diferencias literarias y personales. El encuentro tuvo lugar en las escaleras del Ateneo de Madrid.