“Romanticismo” es uno de eso términos a los cuales puede resultar una verdadera misión imposible encontrarles una definición estricta. Su significado —aparentemente obvio— es “conocido por todo el mundo”, pero carente de unanimidad. En teoría, el romanticismo es un movimiento iniciado en Europa en el siglo XVIII y que se extendió a América durante la siguiente centuria.
Un movimiento literario, en primera instancia, extendido paulatinamente hacia otros ámbitos “culturales”. Del mismo modo, “cultura” es el ejemplo clásico de un concepto muy difícil de enmarcar. ¿Alguien puede enunciarla con exactitud sin exceder un par de oraciones? Probablemente sí. Sin embargo, ¿cuántos estarán de acuerdo con las respuestas dadas, sin necesidad de añadir o suprimir algo?
Reflejo de un momento histórico
En plena revolución industrial, con el pragmatismo imponiéndose como un modelo inamovible, el romanticismo supuso una vuelta a lo humano. Una licencia para acudir a la fantasía y a lo extraordinario en cualquier momento necesario. Se inició como un movimiento filosófico de contracorriente al pensamiento racional impuesto desde las élites intelectuales y políticas.
¿Un movimiento político?
En gran medida, el romanticismo nace para oponerse al avance imparable del capitalismo. Sí, a ese sistema económico estigmatizado hasta la época actual como “salvaje”. Sin ese pensamiento, lo pequeño, lo humilde, lo “preindustrial”, nunca hubiese obtenido oportunidad de volver a la palestra. Aquello considerado “pobre” por los capitalistas, para el resto es “romántico”.
Por esta razón, el romanticismo contraviene a las ideas preestablecidas. ¿A cualquier idea preestablecida? Quizá resulte exagerado, pero, sobre todo, temerario afirmar que así es. Pero desde un punto de vista pragmático (vaya paradoja), la respuesta es sí. Siempre y cuando se trate de nociones o paradigmas “dominantes”, aceptados como válidos por la mayoría de la población.
Romanticismo literario
Al hablar de narrativa romántica se hace referencia a un tipo de novela extensa, escrita usualmente en prosa. La diferencia al compararlos con los relatos de ficción “estándar”, está en el contexto de los acontecimientos, ya que los segundos ocurren dentro de mundos fantásticos e increíbles. Claro, esto último no debe tratarse como una regla inamovible.
En otras palabras, cuando se habla de las características del romanticismo literario, lo más aconsejable es hablar de supuestos o tendencias. Quizás la mejor forma de aportar algo de claridad al respecto sea a través del estudio de algunos ejemplos. En este punto —para no profundizar en conflictos conceptuales— la recomendación es enfocar el análisis en entender la amplitud del género.
Frankenstein… otra vez
Frankenstein o el Prometeo Moderno (1818) de Mary Shelly es considerado de forma unánime como el punto de partida de la novela de ciencia ficción. El aspecto desconocido por muchos es que asimismo representa un excelente ejemplo de los rasgos más evidentes de la novela romántica. ¿Qué puede ser más irracional y contrario a los paradigmas de la fe y la moral, que devolver la vida a los muertos?
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En medio del terror planteado en el núcleo de su argumento, la autora se toma el tiempo de explorar en las miserias humanas. Y lo hace adentrándose en la psique de su protagonista, el Dr. Víctor Frankenstein, no a través del monstruo. Todo narrado con la más sutil de las prosas, incluso para un idioma tan “rústico” o “falto de sutilezas” como el inglés.
Víctor Hugo
Muchos colocan a este polifacético francés en lo más alto de cualquier lista referida a escritores románticos. Y, por supuesto, a su obra más icónica: Los Miserables (1862). Con él nació la idea de la “romantización de la pobreza”, (glorificación de la penuria). Aunque esto es más una interpretación subjetiva que una propuesta “objetiva” atribuible a este autor.
Del mismo modo, la subjetividad se erige como un elemento ineludible en la concepción del romanticismo literario. Pues reivindica la percepción única inherente a cada persona, condicionada por su propia realidad. Por consiguiente, afirmar que Los Miserables es una oda a la pobreza y a las desdichas humanas no merece ser rechazada por antonomasia.
Un altavoz para defender al Arte Gótico
Otro clásico romántico de Víctor Hugo es Notre Dame de París (1831). Desdichas, amores frustrados y personajes marginados. En realidad, cuando se publicó la novela se convirtió en un llamado de atención en busca de la reivindicación del Arte Gótico. Porque estaba muy amenazado en aquel entonces.
Los tiempos de Fausto
Los héroes románticos no son perfectos. Sucumben ante las tentaciones, caen en bajas pasiones, hacen pactos con el diablo… Eventualmente tienen tiempo para redimirse o al menos, recibir el indulto divino. Esto podría ser un resumen express —pero, sobre todo, muy ligero— de Fausto (1808). Una de las piezas más importantes de todo el romanticismo literario.
Escrita por Johann Wolfgang von Goethe, este drama es uno de los monumentos más importantes otorgados por Alemania a la humanidad. Un dato no precisamente menor es que el Romanticismo, de manera formal, tuvo su origen en las tierras del antiguo Imperio Germánico.
De cuervos y gatos negros
Edgar Allan Poe: maestro del misterio, de lo sobrenatural y de los relatos policiacos. Su figura ha sido asociada a lo largo de la historia con tramas terroríficas o de ciencia ficción. Como si eso fuese poco, Edgar Allan Poe fue también el primer gran escritor romántico del otro lado del Atlántico.
La estética gótica de este escritor nacido en Boston continúa vigente hasta el día de hoy. Inclusive, la influencia de sus obras ha alcanzado al séptimo arte, dentro de “productos de consumo masivo”. Su esencia se consigue en filmes como Batman de Tim Burton o Seven, de David Fincher. ¿El gato negro (1843) es un cuento romántico? La respuesta es sí.
Los estereotipos actuales del romanticismo
El legado de Jane Austen
La consideración general de Sensatez y sensibilidad (1811) de Jane Austen como uno de los más grandes clásicos del romanticismo literario no es sorpresa. La circunstancia inesperada para muchos es que dentro de esta categoría se encuentren algunos de los títulos y autores mencionados anteriormente.
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De Austen, por lo menos, es necesario apuntar otro título a la lista: Orgullo y prejuicio (1813). Una de las obras literarias más revisadas de toda la historia, la cual ha dado pie a las más diversas interpretaciones y adaptaciones. El cine se ha encargado de convertir este argumento hasta en un apocalipsis zombie…
¿De lo sublime a lo ridículo?
Los medios audiovisuales son los grandes responsables de la confusión imperante sobre la narrativa romántica en la actualidad. Aunque muchos se nieguen a aceptarlo —especialmente los hispanoparlantes— el romanticismo está “enlodado” por argumentos centrados en “dramas pasionales”. Sí, le sobreabundan infidelidades y personajes maniqueos. Todos estos factores abundan, en lugar de su origen legítimo: una revolución anti racional.
Para más inri, en el siglo XXI el género fue secuestrado por los llamados “romances paranormales adolescentes”. Textos entretenidos (algunos), pero sin complejidad. A decir verdad, la mayoría de esas obras guardan poca (o ninguna) relación la narrativa romántica de antaño. La cual, en términos históricos, supuso un segundo renacimiento cultural.