Reseña: «El peluquero de la División Azul», de José Ignacio Cordero

Reseña: "El peluquero de la División Azul", de José Ignacio Cordero

 

El peluquero de la División Azul es una historia  que narra el sobrevivir de un hombre sencillo que se ve inmerso, sin quererlo, en algunos de los acontecimientos más relevantes del siglo XX español y europeo. José Ignacio Cordero, con una prosa clara y profunda, llena de matices y de genialidad, se mete en la voz de un hombre anciano que cuenta su vida desde donde alcanza a recordar. Es un libro ágil y fácil de leer, con me ha embaucado desde la primera página.

Cuando desde Ediciones Áltera tuvieron la amabilidad de enviarme un ejemplar de esta novela jamás pensé que me encontraría con un libro como este. Hacía tiempo que no me atrapaba una historia de esta manera. He disfrutado como nunca con la lectura de esta historia envolvente, magistralmente presentada e ingeniosamente compuesta. Haciendo alarde de una exquisita cultura literaria y musical, así como de un profundo conocimiento de la historia y de la gente, Cordero retrata una Extremadura castigada por la miseria y una España sometida a los rigores de la guerra, y no solo por lo que a la falta de medios económicos se refiere.

Antonio, el protagonista, cuenta su historia con mirada restrospectiva. La historia comienza en la década de los años 20, en un pequeño pueblo extremeño. Es el mayor de cuatro hermanos. Su familia anda escasa de dinero, pero en esa casa falta mucho más. Obligados a trabajar recogiendo y vendiendo leña porque su padre no tiene trabajo, Antonio y sus hermanos viven una infancia con muchas carencias económicas y afectivas.

Antonio, un chico callado y sin estudios, y sin oficio ni beneficio, como se suele decir, acaba de aprendiz en una peluquería de hombres. Aquí empezamos a entender el verdadero matiz del título, puesto que, en aquella época, lo normal era que los peluqueros de hombres se llamaran barberos. Don Melquiades, se convertirá en uno de los personajes más importantes de la vida de Antonio, y no solo porque le enseñara a cortar el pelo, oficio que no resultará nada relevante en la División Azul. Sin embargo, lo que aprenderá con este hombre, más allá de dar los tijeretazos bien dados, eso sí que será importante hasta el final de la historia.

Sabemos desde el título que esto es una novela de ficción histórica. Por lo tanto, sabemos desde el principio en qué marco general se van a desarrollar los acontecimientos. Esta tensión, ese pensar «qué pasará cuando…» y, en este caso, «en qué bando le tocará», son algunas de las preguntas que inevitablemente van surgiendo. Sabemos que la Guerra Civil estallará cuando Antonio está en edad de combatir. También sabemos que acabará como divisionario en la lucha contra el comunismo en Rusia. Y sabemos que vuelve para contarlo, puesto que está contando la historia, como hemos dicho, rememorando hechos pasados. Esa tensión le da un dramatismo especial.

Pero mayor dramatismo le da a esta historia un leiv motiv que Antonio arrastra en sus sueño, intercalados a modo de motivos oníricos que, sin avisar, nos sorprenden a lo largo de toda la novela. Ese leiv motiv es la nieve. Al principio sorprende, porque no es que nieve mucho en Extremadura, pero a medida que los sueños se repiten, van cargando la historia de sentido, a pesar de lo absurdas que las situaciones parezcan. Todos estos sueños desembocan en algo y, a medida que ese algo va siendo cosa del pasado y el protagonista lo supera, la nieve va desapareciendo. Es realmente fascinante la magia que este el hilo argumental crea en la historia.

El silencio de Antonio es uno de sus atributos más destacados. Un silencio que será protagonista en muchos momentos decisivos y del que dependerán algunas de las situaciones más importantes de la historia.

Me ha sorprendido la manera en la que José Ignacio Cordero enlaza y resuelve absolutamente todos los elementos que aparecen en la trama. Nada queda al azar, ni personajes, ni frases, ni hechos, ni frases; aunque sean triviales, siempre tienen un desenlace o un significado. En estas resoluciones encontramos desde la más inteligente ironía hasta el más fino sarcasmo. Incluso con humor es capaz de resolver Cordero algunos de las escenas más duras de la historia, y sin faltar en ningún momento a la esencia de sus personajes. Y no deja cabos sueltos. Todo personaje que aparece tiene una historia, y todas estas historias quedan resueltas.

Esta es la historia de un héroe que no se siente héroe, que simplemente sobrevivió como pudo, que primero luchó donde le tocó y luego donde creyó que podría redimirse y, de paso, cambiar de vida. Muestra también el punto de vista de un muchacho que no lucha por una ideología, sino porque le toca, porque es luchar o morir. Como tantos otros, no entiende la guerra, pero no le queda otra salida. Y cuando está en el frente voluntariamente, descubre que aquello es muy distinto de lo había imaginado, que no sabe muy bien quién es realmente «el malo». Cordero muestra la heroicidad como una forma de sugestionar a los jóvenes, como un placebo para consolar a padres y viudas, como un premio para justificar lo injustificable.

La tristeza no es mala, simplemente está mal vista

Esta es la idea que me llevo de este libro, la que más hondo me ha calado. Porque esta es una historia triste, muy triste. Esta es una de las cosas que don Melquiades, un hombre culto, a pesar de su oficio, le dirá Antonio en alguna ocasión, y que él recordará en su debido momento.

Pero esta historia también nos muestra que la tristeza no está reñida con la esperanza y que, a pesar de los errores cometidos, de la miseria arrastrada, del dolor acumulado, siempre puede surgir la oportunidad de hacer algo que, tal vez algún día, te brinde la oportunidad de ofrecer a otros esa felicidad que no tuviste y encontrar en ello un remanso de paz y orgullo.

Y en medio de todo, el valor del silencio, de la introspección y de la reflexión.


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  1.   j. Vicente L. Terol dijo

    Hola desearía saber si el peluquero de la división azul está en pdf.

  2.   José Ignacio dijo

    Muchísimas gracias Eva por los elogios que me prodigas, espero ser digno de ellos y , sobre todo, por tu certera apreciación de la esencia de la novela.
    J.I.C.