Por qué escribimos. El incierto camino del escritor.

¿Por qué escribimos?

«Tenía que haber sido panadero», me dijo un escritor hace muchos años. A día de hoy, sigo identificándome con esas palabras. Todos los que somos escritores, o aspiramos a serlo, alguna vez nos hemos preguntado por qué escribimos, qué nos motiva a pasar horas, y horas encerrados en una habitación, escribiendo una historia por la que sentimos tanto amor como odio. Y es que, para sacar adelante ese relato que aúlla desde los abismos de nuestra mente, debemos sufrir innumerables privaciones.

Hacer algo, en cierto sentido, implica no hacer otra cosa. Nuestro tiempo es limitado. Ser escritor es como dar palos de ciego en una llanura de noche: nadie te garantiza que estés haciendo tu trabajo correctamente, y mucho menos que vayas a poder vivir de él. Así pues, ¿por qué escribimos? Quién sabe. Tal vez porque somos masoquistas. Desde luego, no garantizo dar respuesta a esta pregunta, pero sí haceros pensar un poco.

Ese demonio llamado «literatura»

«Todos los escritores son vanidosos, egoístas y perezosos, y en el mismo fondo de sus motivos hay un misterio. Escribir un libro es una lucha horrible y agotadora, como una larga y penosa enfermedad. Nunca debería uno emprender esa tarea si no le impulsara algún demonio al que no se puede resistir y comprender. Por lo que uno sabe, ese demonio es sencillamente el mismo instinto que hace a un bebé lloriquear para llamar la atención.»

George Orwell, «Por qué escribo».

Escribimos porque tenemos algo que decir, algo que no podemos guardar dentro de nosotros, que pugna por abrirse camino. Uno no elige ser escritor, es la escritura la que te elige. Por mucho que quieras huir de ella, por mucho que anheles tener un trabajo normal, una vida normal, y problemas normales.

Sin duda, siempre está la opción de ser una persona sensata y lógica. En otras palabras, y desde el punto de vista del aspirante a escritor, gris y vacía. Porque todo aquel que sueña con dedicarse al oficio sabe, a pesar de que intente engañarse a sí mismo, que esa clase de vida, con la que otros son felices, no está hecha para él.

¿Por qué escribimos?

Voluntad de poder

«Lo que no entiendo, Stevie —dijo ella—, es que escribas esta basura. Tú escribes bien. ¿Por qué desaprovechas tus facultades?

La señorita Hisler había hecho un canuto con un ejemplar de V.I.B. #1, y lo movía de tal manera que parecía que hubiera doblado un periódico y estuviera regañando al perro por haberse meado encima de la alfombra. Esperaba una respuesta (la pregunta, dicho sea en su descargo, no era del todo retórica), pero yo no supe qué decir. Estaba avergonzado. Desde entonces me he pasado muchos años (creo que demasiados) avergonzándome de lo que escribía. Me parece que hasta los cuarenta no entendí que casi todos los escritores de novelas, cuentos o poesía de quienes se ha publicado siquiera una línea han sufrido alguna u otra acusación de estar derrochando el talento que les ha regalado Dios. Cuando una persona escribe (y supongo que cuando pinta, baila, esculpe o canta), siempre hay otra con ganas de infundirle mala conciencia. No tiene mayor importancia. Y conste que no pontifico. Sólo pretendo dar mi visión de las cosas.»

Stephen King, «Mientras escribo».

El escritor tiene una personalidad obsesiva, trasgresora, suicida y, diría incluso, exhibicionista. Desea no sólo ser leído, sino también reconocido. Desea que todos aquellos que dijeron que no podía dedicarse a esto, o que lo que escribe no es «literatura de verdad», se traguen sus palabras. En sus entrañas yace un revanchismo latente, casi tóxico y hasta infantil.

Desde mi punto de vista, los escritores son adultos que se niegan a renunciar a sus sueños de niño. Persiguen fantasías y quimeras, con la elogiable (o tal vez irrazonable) convicción de que algún día podrán atraparlas entre sus manos. Aunque a nadie le importe. Aunque nadie lo entienda.

En definitiva, ¿por qué escribimos? Porque no podemos evitarlo. Porque es lo que da sentido a nuestra existencia Para entendernos a nosotros mismos. Para exorcizar demonios del pasado. Para crear algo hermoso en un mundo horrendo. Las respuestas son innumerables, y todas ellas son verdad, y a la vez mentira.

Lo único cierto es que el camino del escritor es incierto.


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