Poemas de Francisco de Quevedo

Poemas de Francisco de Quevedo

Poemas de Francisco de Quevedo

Francisco de Quevedo fue un ilustre noble, escritor, dramaturgo, poeta y político español del Siglo de Oro. En conjunto con el capellán Luis de Góngora —con quien mantuvo una enemistad durante toda su vida— es considerado como uno de los bardos más notables de la literatura hecha en suelo hispánico. Además del género lírico, el autor incursionó con éxito tanto en narrativa como en teatro.

Quevedo también hizo grandes aportaciones en áreas como la Filosofía y los textos humorísticos. Por otro lado, recibió los títulos de caballero de la Orden de Santiago a partir de 1618 y señor de Torre de Juan Abad desde de 1620, lo que le valió un respeto adicional por parte de sus coterráneos. En este artículo abordaremos la vida del autor, así como la trascendencia de su obra.

Breve biografía

Primeros años

Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos nació el 14 de septiembre de 1580 en Madrid. Creció en el seno de una familia de hidalgos de la aldea de Vejorís, en las montañas de Cantabria. Desde muy pequeño tuvo algunas deficienticas médicas, como cojera y una severa miopía. Como sus padres y cuidadores ostentaban altos cargos en Palacio, y los otros niños lo molestaban, el joven Francisco se entregó a la lectura.

También desde muy niño tuvo que enfrentar la muerte. El primero en irse fue su padre, al que le siguió su hermano. De precoz inteligencia, Quevedo fue enviado a estudiar al por entonces llamado Colegio de San Pedro y San Pablo. Allí aprendió de los jesuitas lenguas clásicas, además de francés, italiano, filosofía, física, matemáticas y teología —esto último por la Universidad de Alcalá—.

Etapa universitaria e inicio del ídolo

Entre 1601 y 1605 estudió en la Universidad de Valladolid, donde se conocieron sus primeros poemas, los cuales imitaban —en realidad, parodiaban— los de su rival Luis de Góngora. Lo curioso es que esta relación adversa se mantuvo hasta la muerte del cordobés, y no se sabe si, de hecho, la riña comenzó por un poema que ni siquiera había sido escrito por Quevedo, sino por un impostor.

Sea como fuere, sus disputas poéticas aumentaron la fama de ambos, consiguiendo tanto seguidores como detractores en sus respectivas carreras. Podría decirse que la primera publicación formal de Quevedo tuvo lugar en 1605, cuando dieciocho de sus composiciones aparecieron en un volumen titulado Flores de poetas ilustres. Desde entonces, su legado no hizo más que incrementar hasta su muerte en 1645.

Libros de Francisco de Quevedo

Debido a las controversias y censuras de la época, muchas de las obras de Francisco de Quevedo fueron publicadas de manera póstuma o bajo nombres alternativos. Por ello, los títulos y fechas presentados a continuación pueden variar ligeramente según la edición y los estudios modernos de los académicos.

Poesía

  • Primera parte de las flores de poetas ilustres de España (1605);
  • Cancionero antequerano y el Cancionero (1628);
  • El Parnaso español, monte en dos cumbres dividido, con las nueve Musas (1648);
  • Las Tres Musas Últimas Castellanas. Segunda cumbre del Parnaso español… (1670);
  • Lágrimas de un penitente (1670).

Prosa

Sueños y discursos (1606- 1623)

  • El Sueño del Juicio Final;
  • El alguacil endemoniado;
  • El Sueño del Infierno;
  • El mundo por de dentro;
  • El Sueño de la Muerte.

Fantasías morales

  • Discurso de todos los diablos o infierno emendado (1628);
  • La hora de todos y la Fortuna con seso.

Otros

  • Discurso de todos los diablos o infierno emendado (1628);
  • Historia de la vida del Buscón llamado don Pablos; ejemplo de vagamundos y espejo de tacaños (1626).

Obras festivas

Sátiras burocráticas

  • Premática y aranceles, hechas por el fiel de las putas;
  • Consejos para guardar la mosca y gastar la prosa;
  • Premática del tiempo;
  • Capitulaciones matrimoniales;
  • Capitulaciones de la vida de la Corte.
  • Cartas del caballero de la Tenaza (1625);
  • Libro de todas las cosas y otras muchas más;
  • Compuesto por el docto y experimentado en todas materias;
  • El único maestro malsabidillo;
  • Dirigido a la curiosidad de los entremetidos, a la turbamulta de los habladores, y a la sonsaca de las viejecitas;
  • Gracias y desgracias del ojo del culo. Opúsculo jocoso sobre los placeres y las dolencias relativos a semejante órgano.

Teatro

Comedia

  • Cómo ha de ser el privado.

Entremeses

  • Bárbara;
  • Diego Moreno;
  • La vieja Muñatones;
  • Los enfadoso;
  • La venta;
  • La destreza;
  • La polilla de Madrid;
  • El marido pantasma;
  • El marión;
  • El caballero de la Tenaza;
  • El niño y Peralvillo de Madrid;
  • La ropavejera;
  • Los refranes del viejo celoso.

Obras políticas

  • España defendida (1609);
  • Política de Dios (1617);
  • Mundo caduco y desvaríos de la edad (1621);
  • Grandes anales de quince días (1621);
  • Memorial por el patronato de Santiago (1627);
  • Lince de Italia y zahorí español (1628);
  • El chitón de las tarabillas (1630);
  • Execración contra los judíos (1633);
  • Carta al serenísimo, muy alto y muy poderoso Luis XIII, rey cristianísimo de Francia (1635);
  • Breve compendio de los servicios de Francisco Gómez de Sandoval, duque de Lerma (1636);
  • Vida de Marco Bruto (1644).

Sobre la poesía de Francisco de Quevedo

Curiosamente, la mayor parte de la producción poética de don Francisco es satírica. Sin embargo, el abate José Marchena argumentó que sus sátiras estaban mal dirigidas. Aunque el autor se encontraba bastante consciente del porqué de las verdaderas causas de la decadencia social, para él era más importante el ejercicio de la crítica que cualquier otra cosa.

En lugar de verter su señalamiento en contra de la nobleza, lo hace en desfavor del bajo pueblo. Esto se contrapone a lo que creaba, por ejemplo, Tassis y Peralta, segundo conde de Villamediana, quien fue otro gran satírico de la época. Este contexto sirve para comprender el fondo del conceptismo barroco de Quevedo, así como su uso de las figuras retóricas y abuso de la anfibología.

Mejores poemas de Francisco de Quevedo

«Amor constante más allá de la muerte»

Cerrar podrá mis ojos la postrera

sombra que me llevare el blanco día;

y podrá desatar esta alma mía

hora a su afán ansioso lisonjera;

mas no de esa otra parte en la ribera

dejará la memoria, en donde ardía:

nadar sabe mi llama el agua fría,

y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,

venas que humor a tanto fuego han dado,

médulas que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejará, no su cuidado;

serán ceniza, mas tendrán sentido;

polvo serán, mas polvo enamorado.

Breve análisis

«Amor constante más allá de la muerte» es un soneto amoroso que, como muchos de los textos de Quevedo, también reflexiona sobre la inmortalidad del alma y el amor. Su estructura está compuesta por 14 versos endecasílabos distribuidos en dos cuartetos y dos tercetos con rima consonante. Como recursos, utiliza la metáfora, la antítesis, la personificación, el hipérbaton y la paradoja.

«A una dama bizca y hermosa»

Si a una parte miraran solamente

vuestros ojos, ¿cuál parte no abrasaran?

Y si a diversas partes no miraran,

se helaran el ocaso o el Oriente.

El mirar zambo y zurdo es delincuente;

vuestras luces izquierdas lo declaran,

pues con mira engañosa nos disparan

facinorosa luz, dulce y ardiente.

Lo que no miran ven, y son despojos

suyos cuantos los ven, y su conquista

da a l’alma tantos premios como enojos.

¿Qué ley, pues, mover pudo al mal jurista

a que, siendo monarcas los dos ojos,

los llamase vizcondes de la vista?

Breve análisis

El poema está compuesto por tres cuartetos y un pareado final, siguiendo la estructura de un soneto tradicional. Los versos son endecasílabos con rima consonante. Para hablar sobre el poder de una mirada, el autor usa recursos como la paradoja y la contradicción. Sin embargo, al mismo tiempo, y con suma ironía se enfoca en una especie de crítica social y en el impacto de la belleza en el amor.

«Miré los muros de la patria mía»

Miré los muros de la patria mía,

si un tiempo fuertes, ya desmoronados,

de la carrera de la edad cansados,

por quien caduca ya su valentía.

Salíme al campo; vi que el sol bebía

los arroyos del hielo desatados,

y del monte quejosos los ganados,

que con sombras hurtó su luz al día.

Entré en mi casa; vi que, amancillada,

de anciana habitación era despojos;

mi báculo, más corvo y menos fuerte.

Vencida de la edad sentí mi espada,

y no hallé cosa en que poner los ojos

que no fuese recuerdo de la muerte.

Breve análisis

Este poema de Quevedo posee la misma estructura que los dos anteriores. La verdadera diferencia aquí radica en el hilo temático, el cual está compuesto por elementos como la añoranza por la patria perdida o deshuesada. Al tiempo que aborda la decadencia general y colectiva, el escritor reclama a la naturaleza cíclica de la vida y la omnipresencia de la muerte mediante algunos de sus recursos retóricos predilectos (metáfora, hipérbaton, personificación…).

«Fue sueño ayer»

Fue sueño ayer, mañana será tierra.

¡Poco antes nada, y poco después humo!

¡Y destino ambiciones, y presumo

apenas punto al cerco que me cierra!

Breve combate de importuna guerra,

en mi defensa, soy peligro sumo,

y mientras con mis armas me consumo,

menos me hospeda el cuerpo que me entierra.

Ya no es ayer, mañana no ha llegado;

hoy pasa y es y fue, con movimiento

que a la muerte me lleva despeñado.

Azadas son la hora y el momento

que a jornal de mi pena y mi cuidado

cavan en mi vivir mi monumento.

Breve análisis

Siguiendo la misma estructura comentada con anterioridad, el autor se embarca en una reflexión sobre la fugacidad del tiempo que al hombre se le permite estar en la tierra. Asimismo, crea una elaborada metáfora sobre la insignificancia del ser humano ante el cosmos y la vida como una lucha inútil: un ejemplo pesimista que podría relacionarse con el mito de Sísifo.


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