Pilar Quintana vuelve la mirada a la noche cerrada, esa sin luna en la que todo parece tragado por el silencio. Su nueva novela, «Noche negra», levanta su andamiaje en lugares donde la oscuridad no se diluye con farolas, escaparates ni luces de coches y autobuses.
Al mismo tiempo, la autora colombiana refuerza un frente muy distinto pero complementario: la recuperación y difusión de las escritoras clásicas del país a través de la Biblioteca de Escritoras Colombianas, un proyecto en el que ha trabajado durante años y que hoy marca buena parte de su agenda.
La génesis de «Noche negra»
La historia de «Noche negra» bebe de una vivencia intensa y prolongada: nueve años en la costa del Pacífico colombiano, en un acantilado selvático del Valle del Cauca, con un estero que separaba la casa del caserío más cercano. Ese aislamiento no era una metáfora, sino el contexto cotidiano de la autora.
En esa etapa, hubo un periodo decisivo: tres meses viviendo sola en una vivienda aún por terminar. El dormitorio estaba cerrado con puertas y ventanas, pero el resto quedaba a la intemperie. De esa mezcla de fragilidad, intemperie y resistencia surge el pulso que recorre la novela.
El título alude a la fase más oscura del ciclo lunar, cuando el cielo no ofrece tregua. La protagonista, Rosa, espera con desasosiego esa noche sin luna, un momento que condensa miedos, expectativas y una lucidez que solo aparece cuando desaparece el ruido.
Rosa: espejo y distancia
Rosa no es un calco de su creadora. Difieren en biografía, familia y trayectorias de estudio; la ficción se toma libertades que desmarcan a personaje y autora en aspectos vitales concretos.
Hay, sin embargo, vasos comunicantes. Ambas trabajaron en agencias de publicidad, aunque en áreas distintas y con roles diferentes: Quintana recuerda que fue empleada, no socia. Ese mundo profesional, con su ritmo y sus códigos, dejó huella en su mirada.
También aparecen resonancias personales: un matrimonio con un irlandés, el traslado a la selva y la construcción de una cabaña de madera. Y, sobre todo, temores compartidos que atraviesan la obra: la selva, lo inexplicable, la posibilidad de la locura y la maldad humana.
El territorio: Chocó biogeográfico
La autora puntualiza el mapa: el lugar que inspiró la novela está en el Valle del Cauca, pero forma parte del Chocó biogeográfico, una franja exuberante y húmeda que marca la vida de quien la habita.
Ese espacio no funciona solo como telón de fondo. El entorno condiciona los actos de los personajes, empuja los límites y vuelve nítidas ciertas preguntas que la ciudad a menudo desdibuja.
Naturaleza y despojo cultural
Uno de los ejes habituales de Quintana es la naturaleza en dos planos: la externa y la interior. En «Noche negra» ese doble registro se activa sin concesiones.
La trama indaga qué ocurre cuando nos alejamos de la sociedad y caen las capas de la cultura. Aparece el animal que somos, esa zona íntima que solo se deja ver cuando el bullicio desaparece. Como ya ocurrió en «La perra», late aquí una reflexión sobre crudeza, resiliencia y fragilidad.
Del vértigo de la aventura a la maternidad
Antes y durante su vida en la selva, la autora asumió decisiones de alto riesgo y experiencias límite: viajes de larga duración, bungee jumping, ascensos a volcanes, semanas de caminata en montaña o la subida a pie al campamento base del Everest.
Hay postales que impresionan: cruzar ríos a nado, nadar con pirañas y caimanes, cuidar un jaguar o volar en parapente. Aun así, señala que nada la transformó tanto como convertirse en madre, una vivencia que sitúa por encima en intensidad, vértigo y aprendizaje.
Biblioteca de Escritoras Colombianas: alcance y aprendizajes
Durante los últimos años, Quintana se volcó en un proyecto de gran calado: la Biblioteca de Escritoras Colombianas. Esa dedicación implicó lecturas sistemáticas de autoras clásicas y una revisión crítica del canon.
El proyecto está estructurado en dos entregas: una primera con 18 títulos de 18 escritoras, y una segunda compuesta por 10 antologías que reúnen textos de 97 autoras, todas nacidas entre la Colonia y la primera mitad del siglo XX.
Para acompañar estas ediciones, Quintana firmó dos ensayos: «El camino de las escritoras en Colombia» y «¿De qué escriben las escritoras colombianas?», disponibles para descarga gratuita en la web de la Biblioteca Nacional de Colombia.
De ese trabajo surgen varias conclusiones: la literatura escrita por mujeres es tan diversa y compleja como la de los hombres; no hay «temas femeninos» como tal, sino asuntos humanos; y durante décadas ellas escribieron en condiciones de desventaja, con críticas, censuras, subvaloración y exclusiones en los círculos intelectuales, además de mayores obstáculos para publicar.
Agenda y próximos pasos
Con la promoción de «Noche negra» y las actividades de la Biblioteca de Escritoras Colombianas, los próximos meses serán especialmente intensos para la autora. Tras ese tramo, su plan es sencillo y sensato: tomarse un descanso.
«Noche negra» confirma a una autora que transforma vivencias extremas en literatura y que, a la vez, abre espacios para leer y discutir el legado de las escritoras del país. Entre la oscuridad sin luna del Pacífico y la luz crítica de la investigación, el itinerario de Pilar Quintana traza un mapa nítido de sus obsesiones y de su compromiso con la lectura.
