El recientemente fallecido Mario Benedetti nos dejó entre sus muchos títulos una pequeña obrita titulada «Pedro y el capitán», que se adscribe al género teatral aunque como el propio autor reconoció no nació con la idea de llegar a ser representada.
En ella un torturador y un torturado mantienen un cara a cara que dura varias sesiones en el que el torturador tiene la misión de que el torturado hable y éste la de callar para no delatar a sus compañeros. Una distancia ideológica separa a ambos personajes y pese a que el Capitán tiene aparentemente la sartén por el mango, las tornas giran a lo largo de la historia.
Y es que Pedro, el torturado, comprende (o se hace comprender a sí mismo) que en realidad ya está muerto, que nada de eso es real, que no está ocurriendo, que no tiene nada que perder y que el dolor es un estado mental que los muertos no sufren por lo que de alguna manera se hace inmune a la sarta de salvajadas que el torturador comete con él.
Además, por si fuera poco… decide torturar a su torturador restregándole su resistencia y jugando con él a tocar botones psicológicos que jamás nadie había tocado…
Personalmente se trata de uno de mis libros favoritos y creo que sería un acierto que fuera una de las obras de lectura obligatoria en los institutos… hay mucho que aprender en los renglones del gran Mario, que en paz descanse, al que agradezco enormemente todas y cada una de las palabras que nos ha dejado como legado en su extensísima y genial obra.
Resumen de Pedro y el capitán
La obra de Pedro y el capitán se puede dividir en cuatro partes bien diferenciadas entre ellas, en las cuales los acontecimientos van subiendo en intensidad con el objetivo de que haya un crescendo en la obra. Es decir, se busca que el lector vaya viendo la evolución de la situación y cómo esta se pone cada vez más peligrosa, interesante. De esa manera, Mario Benedetti atrapa al lector en el juego que quiere llevar a cabo.
Las partes de Pedro y el capitán son:
Primera parte
En esta primera parte te encontrarás con un protagonista, Pedro que es llevado a una sala de interrogatorios. Allí lo encuentras encapuchado y amarrado para que no pueda escaparse ni tampoco ver nada hasta que otro hombre entra en la sala, el llamado Capitán.
La misión de este es interrogarlo y sacarle la información que precisa. Le informa a Pedro que lo que le ha ocurrido, el escarmiento que ha recibido, solo ha sido algo ligero y suave comparado con lo que le puede esperar si no colabora, teniendo torturas y castigos cada vez de mayor intensidad. Algo que nadie es capaz de soportar.
Además, le advierte que todos hablan de una manera u otra.
El Capitán intenta que colabore por las buenas, exponiéndole todo lo que le puede pasar si no lo hace, además de hacerle entender que él es una persona que consigue todo lo que quiere. Y que admira al bando de Pedro, como sabe que ellos los admiran. Es una forma de ganarse la confianza del otro.
Sin embargo, también lo amenaza, no solo por él, sino también por su esposa. A cambio de no soportar dolores ni de poner en peligro lo que más ama, así como de salir sin que sus compañeros se enteren de que ha colaborado, tiene que desvelar cuatro nombres.
Pero nada de lo que dice, ni de forma amistosa ni amenazadora le sirve al capitán, ya que Pedro está mudo y no responde a ninguna de las insinuaciones.
Segunda parte de Pedro y el Capitán
La segunda parte de la obra nos presenta de nuevo a Pedro, con más golpes y torturas recibidas. Allí está el capitán, quien intenta congeniar con el encarcelado y que responda lo que necesita saber. Así, le quita la capucha, algo que, en la primera parte, siempre está presente.
Es en ese momento cuando Pedro habla, donde le cuenta que no lo había hecho antes porque le parecía que era algo indigno contestar con la capucha. Sin embargo, lejos de amedrentarse, es ahora Pedro quien le hace preguntas al Capitán sobre su familia, lo que toma como una amenaza. Al ver la reacción, Pedro vuelve a preguntar cómo se siente al volver a casa después de matar a otros hombres. Eso hace que pierda los estribos y acabe golpeándolo, a pesar de que, con Pedro, quería aparentar ser «de los buenos».
Tras unos minutos para tranquilizarse, el Capitán empatiza con Pedro, reconociendo que se siente mal después de lo que hace, y esperando que la víctima que se enfrenta a él acabe claudicando antes de que las torturas y castigos se conviertan en sádicas, una clara referencia pidiéndole a Pedro que desista de su resistencia.
Tras un silencio, la respuesta de Pedro da por terminada esta parte.
Tercera parte
Te presenta a un Capitán despeinado, con la ropa arrugada, la corbata desabrochada. Pide a través del teléfono que vuelvan a llevar a Pedro, quien aparece más demacrado y con manchas de sangre en la ropa.
Creyendo que está muerto, el Capitán se acerca a él y lo coloca en la silla. Es en ese momento cuando Pedro estalla en risas recordando que esa noche, mientras recibía una tortura en la picana, la luz se fue y no pudieron terminar con él.
En un intento por hacerle volver a la realidad, el Capitán llama a Pedro por su nombre, ante lo cual responde que no lo es, sino que se llama Rómulo (es su alias). Y que además está muerto. Se nota el intento de la víctima por intentar escapar de esa situación, de pensar que él ya está muerto y que todo el dolor que siente solo está en su imaginación, pero que no es real.
Tras una discusión con el Capitán, donde la muerte y la locura generan una diatriba entre ellos, el Capitán se desespera y considera que no va a sacar nada de él.
Es entonces cuando los papeles cambian. Pedro empieza a tutear al Capitán, mientras que ese empieza a hablarle con mayor respeto. El Capitán se sincera con él, habla de su mujer, de cómo terminó trabajando como torturador y de cómo le ha afectado a su vida.
Pero es Pedro quien reitera que está muerte y que no puede decirle nada.
Cuarta y última parte de Pedro y el Capitán
Se presenta un Pedro apaleado y prácticamente moribundo, en el suelo. Y un Capitán sudoroso, sin corbata, chaqueta y muy nervioso.
Presencia una conversación de Pedro quien, delirando, piensa que está hablando con Aurora, a pesar de que está solo. Es en ese momento cuando el Capitán entiende todo el daño que hace al torturar a las personas y le pide un nombre, cualquiera, para intentar salvarlo, pero al mismo tiempo salvarse él mismo. Sin embargo, Pedro se niega a ello, y tanto uno como otro son sentenciados en sus respectivos roles.
Los personajes de Pedro y el capitán
La obra solo consta de dos personajes: Pedro y el Capitán. Se trata de dos figuras antagónicas que mantienen la tensión a lo largo de toda la historia, pero también van cambiando su forma de pensar, van desgranándose poco a poco.
Por un lado, tienes a Pedro, un preso que parece aceptar su castigo sin pedir clemencia ni rogar por su vida. Cree en sus ideales y está dispuesto a defenderlos aun con su vida. Por eso, en un momento dado considera que ya está muerto, y que todo lo que le pasa es fruto solo de su mente.
Por otro lado, está el Capitán, uno de los personajes que más evoluciona a lo largo de la obra. Comienza siendo una persona de autoridad que busca interactuar con la otra persona exponiendo todo lo que le va a suceder si no colabora, pero al mismo tiempo intentando «hacerse amigo» para que lo haga.
Sin embargo, conforme la historia evoluciona, el personaje también lo hace, reconociendo que no le gusta su trabajo, contando partes de su vida que lo humanizan ante la tortura que está infligiendo al otro. Busca así una justificación a lo que hace. El problema es que Pedro no lo acepta, sigue sin empatizar con él, lo cual molesta al Capitán porque, aun confesándose, sigue sin que el otro haga lo que realmente quiere él, que confiese.
De esta manera, se ve una evolución de los personajes. Por un lado, la de Pedro, que va abandonándose a la locura y a la muerte sabedor de que no va a salir de allí y al menos no dirá nada. Por otro, la del Capitán, quien en la obra queda sin saber qué será de su destino.
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