Oscar Wilde. Siempre genio. Fragmentos de 3 de sus obras

Se cumple hoy un nuevo aniversario del nacimiento de Oscar Wilde, uno de los más famosos escritores, dramaturgos y poetas de la historia de la literatura. Sus obras, llenas de sarcasmo, ironía e ingenio, han quedado para la posteridad como un reflejo distorsionado de la sociedad de su época. Mis preferidas, e imagino que compartidos con el común de los mortales, son El retrato de Dorian Grey y La importancia de llamarse Ernesto. Pero la que ocupa un lugar especial en mi corazón y memoria es El fantasma de Canterville. Rescato 3 fragmentos de ellas en memoria del gran escritor irlandés.

Oscar Wilde

Nacido en 1854 en Dublín, era de una familia aristócrata  y el segundo de tres hermanos. Comenzó sus estudios en el Trinity College donde fue un alumno brillante, y los acabó en Oxford. Se convirtió en un experto en los clásicos de la literatura griega y ganó varios premios de poesía. A la vez también estuvo viajando por Europa.

Después se estableció en Londres, donde se casó y tuvo dos hijos. Es cuando empieza a producir sus primeras obras de éxito, como El retrato de Dorian Gray, o, para las tablas, El abanico de Lady Windermer, Salomé o La importancia de llamarse Ernesto.

Pero a finales de 1895 su vida y carrera dar un giro radical cuando es acusado de sodomía por el padre de un íntimo amigo suyo. Condenado a dos años de trabajos forzados, estuvo en prisión donde escribió la larga carta que constituye De ProfundisCuando salió de la cárcel sufre todo el rechazo social y se marcha a Francia. Siguió viajando por Europa hasta que termina en París, donde murió con solo 46 años.

Más obras

  • Un marido ideal
  • La duquesa de Padua
  • El crimen de Lord Arthur Saville
  • El príncipe feliz
  • Cuentos completos
  • En prisión

Fragmentos de sus obras

El retrato de Dorian Grey

Porque influenciar a una persona es darle nuestra propia alma. Esta no tendrá sus propios pensamientos, y se incendiará con sus propias pasiones. Sus virtudes no serán reales, sus pecados, si existen los pecados, serán prestados. Se convierte en el eco de la música de otro, el actor de una parte que no ha sido escrita para él. El objetivo de la vida es el desarrollo de su propio yo. Encontrar su naturaleza apropiada, es esto por lo que cada uno de nosotros estamos aquí. El mundo tiene miedo de sí mismo, se han olvidado de la mayor de todas las obligaciones, la propia. Claro que son caritativos, alimentan al hambriento, y visten a los mendigos. Pero su propio ser está famélico y desnudo. La valentía huyó de nuestra raza. Tal vez nunca la tuvimos. El terror a la sociedad, que es la base de la moral, el terror a Dios, que es el secreto de la religión, estas son las dos cosas que nos gobiernan. Y sin embargo… Sin embargo, creo que si un hombre viviera su vida completamente y hasta el límite, si le diera forma a cada sentimiento, expresión a cada pensamiento, realidad a cada sueño. El mundo alcanzaría un impulso tan fresco de alegría que olvidaríamos lo malo de la mediocridad, y regresaríamos a la época helénica ideal, a algo más dulce, más rico, que el ideal helénico. Pero hasta el hombre más valiente tiene miedo de sí mismo… Se ha dicho que los mayores acontecimientos del mundo suceden en nuestro cerebro. Es en el cerebro, y solo en él, donde los grandes pecados del mundo suceden. Usted, señor Gray, usted mismo, con su sonrosada juventud y blanca adolescencia, ha tenido pasiones que le asustaron, pensamientos que le llenaron de terror, sueños estando despierto y dormido cuyos recuerdos podrían manchar sus mejillas de vergüenza.

La importancia de llamarse Ernesto

CECILIA. -Miss Prism, dice que los encantos físicos son un lazo.
ALGERNON. -Un lazo en el que todo hombre sensato querría dejarse coger.
CECILIA. -¡Oh! Creo que a mí no me gustaría coger a un hombre sensato. No sabría de qué hablar con él. (Entran en la casa. MISS PRISM y el doctor CASULLA vuelven.)
MISS PRISM. -Está usted muy solo, mi querido doctor Casulla, Debería usted casarse. Puedo comprender un misántropo, ¡pero un mujerántropo jamás!
CASULLA. (Con un escalofrío de hombre docto.) -No merezco, créame, un vocablo de tan marcado neologismo. El precepto, así como la práctica de la Iglesia primitiva, eran claramente opuestos al matrimonio.
MISS PRISM. (Sentenciosamente.)-Esa es sin duda alguna la razón de que la Iglesia primitiva no haya durado hasta nuestros días. Y usted parece no darse cuenta, mi querido doctor, de que un hombre que se empeña en permanecer soltero se convierte en una perpetua tentación pública. Los hombres deberían ser más prudentes; su celibato mismo es el que pierde a las naturalezas frágiles.
CASULLA. -¿Pero es que un hombre no tiene el mismo atractivo cuando está casado?
MISS PRISM. -Un hombre casado no tiene nunca atractivo más que para su mujer.
CASULLA. -Y con frecuencia, según me han dicho, ni siquiera para ella.

El fantasma de Canterville

Al día siguiente el fantasma se sintió muy débil, muy cansado. Las terribles emociones de las cuatro últimas semanas empezaban a producir su efecto. Tenía el sistema nervioso completamente alterado, y temblaba al más ligero ruido. No salió de su habitación en cinco días, y concluyó por hacer una concesión en lo relativo a la mancha de sangre del parqué de la biblioteca. Puesto que la familia Otis no quería verla, era indudablemente que no la merecía. Aquella gente estaba colocada a ojos vistas en un plano inferior de vida material y era incapaz de apreciar el valor simbólico de los fenómenos sensibles. La cuestión de las apariciones fantasmas y el desenvolvimiento de los cuerpos astrales era realmente para ellos cosa desconocida e indiscutiblemente fuera de su alcance. Pero, por lo menos, constituía para él un deber ineludible mostrarse en el corredor una vez a la semana y farfullar por la gran ventana ojival el primero y el tercer miércoles de cada mes. no veía ningún medio digno de sutraerse a aquella obligación. Verdad es que su vida fue muy criminal; pero, quitado eso, era hombre muy concienzudo en todo cuanto se relacionaba con lo sobrenatural. Así, pues, los tres sábados siguientes atravesó, como de costumbre, el corredor entre doce de la noche y tres de la madrugada, tomando todas las precauciones posibles para no ser visto ni oído. Se quitaba las botas, pisaba lo más ligeramente que podía sobre las viejas maderas carcomidas, envolvíase en una gran capa de terciopelo negro, y no dejaba de usar el engrasador Sol-Levante para engrasar sus cadenas. Me veo precisado a reconocer que sólo después de muchas vacilaciones se decidió a adoptar este último medio de protección. Pero, al fin, una noche, mientras cenaba la familia, se deslizó en el dormitorio de Mistress Otis y se llevó el frasquito.


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