Olga Romay Pereira. Entrevista a la autora de Cuando fuimos dioses

Fotografía. Cortesía de Olga Romay.

Olga Romay Pereira, nacida en Lugo, es escritora de novela histórica y ha publicado títulos como Los hijos del senador, Pericles el primer ciudadano y El jugador de ajedrez. Su última novela es Cuando fuimos dioses. Me concede esta entrevista que le agradezco mucho por su tiempo y amabilidad.

Entrevista a Olga Romay Pereira

  • ACTUALIDAD LITERATURA: ¿Recuerdas el primer libro que leíste? ¿Y la primera historia que escribiste?

OLGA ROMAY PEREIRA: La vuelta al mundo en ochenta días, de Julio Verne. Formaba parte de una colección de Bruguera ilustrada. En el canto aparecían los personajes dibujados y las páginas tenían texto a la izquierda y cómic a la derecha.

La primera historia que escribí fue un cuento corto, se llamaba El diez por cien y trataba de un hombre que vendía su alma al diablo, que le conseguía todo lo que quería llevándose siempre un porcentaje de los beneficios. Creo que lo he perdido, no valía la pena.

  • AL: ¿Cuál fue el primer libro que te impactó y por qué?

ORP: El gatopardo de Lampedusa. Fue mi primer contacto con la alta literatura. Aunque lo leí con quince años, aún me acuerdo del argumento, de algunas frases emblemáticas y de los personajes. No he querido leerlo de nuevo, ni siquiera cuando fui a Sicilia. Es mejor así, no hay que romper la magia.

  • AL: ¿Quién es tu escritor favorito? Puedes escoger más de uno y de todas las épocas.

ORP: Hispanos volvería a leer con gusto a Vargas Llosa, Unamuno, Miguel Delibes y Juan Marsé. Americanos a Scott Fitzgerald, Paul Auster y Jack London. Alemanes a Tomas Mann y Herman Hesse. Italianos a Ítalo Calvino y franceses a Proust, Flaubert y a Amélie Nothomb, aunque creo que cuenta como belga pero escribe en francés.

En histórica: León Arsenal, Luis Villalón y Emilio Lara.

Aunque si me tuviese que llevar un libro a una isla desierta, siempre el mejor es la Historia de Heródoto.

  • AL: ¿Qué personaje de un libro te hubiera gustado conocer y crear?

El conde Belisario de Robert Graves.

  • AL: ¿Alguna manía a la hora de escribir o leer?

Ninguna, escribo en cualquier lugar donde pueda poner mi portátil.

  • AL: ¿Y tu sitio y momento preferido para hacerlo?

En mi despacho después de la siesta.

  • AL: ¿Qué nos encontramos en tu novela Cuando fuimos dioses?

ORP: La novela empieza con la muerte de Alejandro Magno en Babilonia, su general Ptolomeo roba el cadáver y se lo lleva a enterrar a Egipto. Allí le espera un mundo deslumbrante, un choque cultural entre el mundo helenístico y la antigua cultura del país del Nilo que ha permanecido inmutable durante miles de años.

La novela está ambientada en dos mundos paralelos: Babilonia y Egipto. En Babilonia se disuelve el Imperio de Alejandro y en Egipto se espera al nuevo gobernador Ptolomeo.

En Babilonia los personajes viven en el palacio de Nabucodonosor o en el de Darío, entre burócratas, el harén, eunucos, e intrigas de las viudas de Alejandro. En Egipto el lector se adentrará en Tebas en el templo de Karnak, la ciudad de Menfis y asistirá a la construcción de Alejandría.

En el país del Nilo, los protagonistas son sacerdotes que viven en Karnak y poseen un halo espiritual del que carecen los macedonios. El mundo macedonio es guerrero, ambicioso y está dominado por los antiguos generales de Alejandro.

Y entrelazándose en el argumento aparece un colorido abanico de mujeres: Thais, la hetaira de Ptolomeo, Artakama, su esposa persa, Roxana, la viuda de Alejandro, Eurídice, la esposa política de Ptolomeo y Mirto, la amante macedonia.

Ambas tramas, la de Babilonia y la de Egipto, confluyen cuando el general Ptolomeo llega al país del Nilo. Es entonces cuando el macedonio tiene que aprender a gobernar y adaptarse a la cultura y a las costumbres de Egipto.

  • AL: ¿Otros géneros que te gusten además de la novela histórica?

ORP: Soy muy ácrata, pertenezco a dos clubs de lectura y uno de arte, me dejo aconsejar por las propuestas de mis compañeros. Creo que es mejor así, de esta forma leo libros que nunca hubiese elegido en una librería. Es una experiencia fantástica, se lo recomiendo a todo el mundo.

  • AL: ¿Qué estás leyendo ahora? ¿Y escribiendo?

ORP: Estoy leyendo Mañana la libertad de Dominique Lapierre y Larry Collins. Ahora escribo sobre un personaje real: la hija de un emperador romano. Prefiero no desvelar quién es.

  • AL: ¿Cómo crees que está el panorama editorial para tantos autores como hay o quieren publicar?

Es un mercado inundado de libros y con lectores menguantes. Ocurre una paradoja: el lector ahora desea ser escritor, muchos creen que pueden mejorar o, por lo menos. igualar a sus escritores favoritos. El afloramiento de escritores trae la consecuencia de que las editoriales se ven inundadas de manuscritos. Y, por otra parte, Internet está lleno de escritores que acceden a la autoedición.  

Las editoriales han entrado en una espiral perversa: todos los meses lanzan novedades, agobian a las librerías con miles de libros que algunos no llegan a estar más de un mes en las estanterías. Los libreros ya no pueden recomendar libros porque son incapaces de leer a tanta velocidad. Se tienen que fiar de reseñas, blogs, críticos y de su instinto.

La lucha por ocupar el espacio en el primer lineal es desigual, las pequeñas editoriales no pueden sacar tantas novedades y se las coloca en segunda fila. Los libros rotan en los escaparates de las librerías como la ropa en un escaparate de una tienda de moda, si uno vuelve a los dos meses a buscar aquel libro que ojeó, lo más seguro es que no esté.  

Con semejante panorama, los escritores estamos condenados a ser los juguetes rotos de esta industria, la parte más frágil: hay que escribir y escribir y escribir, estar siempre en el lineal de novedades, y luego hay que estar en las redes. Ya no hay boca oreja, sólo redes sociales. Una locura. Tener visibilidad o morir.

  • AL: ¿Te está siendo difícil el momento de crisis que estamos viviendo o podrás quedarte con algo positivo?

ORP: Yo siempre he vivido en crisis. Me incorporé al mundo editorial cuando las ventas caían en picado, se pirateaba todo lo que se digitalizaba y los lectores se pasaban a ver series en las plataformas. No he vivido los días de fiesta de los años noventa, ni las grandes ediciones, ni he visto un colorido abanico de editoriales donde ofrecer mis novelas.

Como siempre he nadado entre tiburones, no soy nostálgica y los pequeños logros son para mí victorias. Como dicen en el futbol: partido a partido. Asumo que todavía estoy en fase de aprendizaje, no se me agotan las ideas y me divierte escribir.

Algo hemos hecho mal para que los lectores huyan. No se puede escribir como hace cincuenta años, ni siquiera como hace diez. Un lector si se aburre no pasa de la página diez, las novelas tienen ya que arrancar y luchar contra el móvil, la tele y el ordenador, los lectores se distraen con cualquier cosa, estamos dispersos. También creo que las editoriales deberían de asumir parte de su culpa. Tal vez el lector siga ahí, pero no se le ofrece lo que quiere.

El mundo cultural es un charco menguante lleno de renacuajos, terminan comiéndose unos a otros, no hay espacio. Al final va a ocurrir lo inevitable: la lectura será un reducto de minorías, los cómics ocuparán cada vez más importancia, los libros serán más delgados, los escritores más mediáticos y las ediciones más reducidas.

Lo positivo: todavía hay libros para todos los gustos, críticos honestos y editoriales valientes.


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