La novela policiaca

Agatha Christie.

Agatha Christie.

La novela policiaca es uno de los géneros literarios más conocidos y con mayor número de adeptos en la actualidad. Pero no siempre fue así. Nacida formalmente durante el siglo XIX —casi en paralelo con la novela de ciencia ficción y el romanticismo— el público de su época no la veía con buenos ojos. Aunque, la afirmación anterior es más una “corriente superficial” que un hecho concreto.

A decir verdad, quienes objetaban este tipo de literatura eran miembros de (la élite literaria autodenominada) “el gran público”. Pues desde sus inicios la novela policiaca fue devorada con entusiasmo por muchos lectores. Multitudes de hombres y mujeres quedaban atrapados dentro de historias adictivas cargadas de intrigas y misterios.

El origen de un género tachado de antiestético

Para los “eruditos” —con toda la carga peyorativa incluida subjetivamente en este adjetivo— era “sub-literatura”. Productos carentes de interés, creados únicamente para entretener a las masas. Nada útil para enaltecer el espíritu humano. En comparación, las reseñas de estos “expertos” sí enaltecían a la literatura de ciencia ficción y, sobre todo, a las aventuras heroicas románticas.

El crimen como protagonista controvertido

Los crímenes, al ser los protagonistas de las historias, inhibían de forma automática cualquier pretensión de trascendencia. Supuestamente, el alma (de los lectores) no crecía, no se transformaba de forma positiva. Solo se tenía acceso a un goce temporal inocuo. Este tipo de críticas se mantuvieron en gran medida hasta la Segunda Guerra Mundial.

De todas maneras —afortunadamente para los autores del género— la animadversión de la crítica literaria de la época nunca pudo condicionar de alguna forma su enorme éxito. Incluso, muchos de esos escritores no solo son reconocidos en la actualidad como verdaderos genios. En vida su obra fue ampliamente celebrada.

Antes y después de Auguste Dupin

Edgar Allan Poe.

Edgar Allan Poe.

Edgar Allan Poe es uno de esos escritores “todoterreno”. Quizás, la definición sea en extremo burda. Pero no deja de ser un término válido para definir la amplitud de la obra de este insigne estadounidense. Así como sus escritos forman parte del legado del romanticismo americano, a él se le atribuye el nacimiento formal de las novelas policiacas.

Auguste Dupin fue el primer personaje “franquicia” (con la connotación comercial empleada actualmente) de la literatura. Además, este detective sentó las bases sobre las cuales se construiría uno de los nombres más famosos de la literatura universal: Sherlock Holmes. Sin duda alguna, el personaje de Sir Arthur Conan Doyle es el non plus ultra en cuanto a investigadores y desveladores de misterios.

Desde Grecia

Aunque los relatos con “aires” policiacos siempre han estado presentes, Sófocles y su Edipo Rey puede ser considerado como el precursor más añejo de este tipo de tramas. En esta tragedia, el protagonista debe adelantar una investigación para resolver un enigma y dar con un culpable.

No sería hasta Los crímenes de la calle Morgue (1841) cuando este género consiguió una forma y unas características “predeterminadas”. Por supuesto, desde entonces los relatos detectivescos han evolucionado. Pero eventualmente todos los detectives regresan a Poe.

Rasgos generales

La novela policiaca siempre ha convivido al borde de las fronteras la fantasía y el terror. El punto clave de este género es que detrás de cada acción (de los crímenes) solo hay un homo sapiens. Sin ayudas o coacciones de seres demoníacos o divinos. Al mismo tiempo, el argumento tiene lugar en entornos perfectamente reconocibles para los lectores.

El protagonista es alguien distinguido por su ingenio, así como por su asombrosa capacidad de observación y análisis para despejar enigmas. Todos los personajes —salvo el investigador y su ayudante, en caso de que cuente con uno— son sospechosos. En consecuencia la lectura se convierte en una carrera frenética por parte de los lectores con el propósito de resolver el crimen antes que el detective.

Credibilidad, ante todo

Una buena novela policiaca debería mantener oculto al culpable hasta el final. Pero sin demasiadas explicaciones rebuscadas o descripciones inverosímiles al momento de la resolución. Si el propio Sherlock Holmes se “prohibió a sí mismo” adivinar, quien lee sus aventuras se arriesga bastante al intentar profetizar el final.

Vertientes de la novela policial y algunas características

A grosso modo, la literatura detectivesca se divide en dos grandes grupos. Si bien estos no son los únicos, sí fungen como los faros principales que guían a todos los escritores deseosos de proponer sus propios misterios. Por otra parte, a diferencia de lo ocurrido con la novela romántica, el cruce de las aguas del Atlántico fue de América a Europa.

Escuela Inglesa

Arthur Conan Doyle.

Arthur Conan Doyle.

Apenas Auguste Dupin y Edgar Allan Poe llegaron a Londres, se instauró un sub-movimiento o subgénero conocido como la Escuela Inglesa. Además de Sir Arthur Conan Doyle y Sherlock Holmes, la otra pieza fundamental dentro de esta estructura la representa Agatha Christie junto a su personaje Hércules Poirot.

Este es un tipo de relato matemático; de causa y efecto. Los hechos son planteados de manera cronológica, mientras el (casi siempre) imperturbable protagonista aplica sumas y restas para llegar al resultado. Una resolución que —citando a Holmes— es “elemental”. Obvia solo ante los ojos del investigador; inimaginable para el resto de los personajes y para el lector.

Escuela Norteamericana

En Estados Unidos, ya entrado el siglo XX, nació el “subgénero” más importante dentro de la literatura policial. Incluso puede afirmarse que es el único reconocido como parte de este estilo narrativo: la novela negra. Como segunda gran corriente aparece para hacer oposición al estilo dominante hasta la década de 1920.

Comparaciones entre ambas escuelas de la novela policiaca

Los relatos ingleses eran estilizados. La mayoría de las veces la trama se desarrollaba en ámbitos burgueses. Los escenarios eran grandes y lujosos castillos, en donde condes, lores y duquesas aparecían como víctimas y victimarios. Los crímenes eran un asunto de “la alta sociedad”.

Igualmente, sin ser bidimensionales (Sherlock Holmes eventualmente deja ver algunas de las costuras de su personalidad), los personajes de la Escuela Inglesa son completamente arquetípicos. El detective es bueno, honrado, incorruptible; los malos son “muy malos”, maquiavélicos. Es una lucha entre el bien y el mal, la verdad contra la mentira, con muy pocas medias tintas.

¿El mundo real?

La novela negra llevó las crónicas policiales a “el bajo mundo”, a las calles de los barrios más desposeídos, a entornos miserables, oscuros. En concordancia, los autores se interesaron en hurgar en las motivaciones de los criminales y rompieron con la idea de los protagonistas (detectives) inmaculados.

De esta manera, surgieron los “antihéroes” de la literatura. Personajes con una lucha muy intrincada, porque —aparte de enfrentar a un criminal— se enfrentan a la sociedad y a un sistema podrido. Por consiguiente, casi siempre actúan por cuenta propia, sin importarles mucho la moralidad de sus estrategias. Para ellos, el fin justifica los medios.

La novela negra y su relación amor-odio con el romanticismo

Con la novela negra los crímenes dejaron de ser una cosa “chic”, para ser retratados sin el menor indicio de romanticismo. Asimismo, la escuela norteamericana se alzó contra el statu quo, convirtiéndose (paradójicamente) en una literatura protestataria. Lo cual vino a ser —dado su contexto histórico, los años previos y posteriores a la Gran Depresión— bastante romántico, en realidad.

Autores imprescindibles

Es imposible entender la novela policial sin revisar los aportes de Edgar Allan Poe, Arthur Conan Doyle y Agatha Christie. Una lectura que debe hacerse en primer lugar de forma objetiva (en la medida de lo posible). O al menos intentando no imponer gustos personales a la hora del análisis. Esto, sin importar si las sensaciones transmitidas por la lectura son positivas o negativas.

La contraparte, también imprescindible

La novela negra es otra parte fundamental dentro de la historia de la literatura. Con el añadido de registrar un origen un poco más discutido en comparación con la Escuela Británica (de novela policial). Pues muchos de los escritores estadounidenses del subgénero que publicaron sus relatos durante el período entre guerras, despertaron opiniones encontradas.

Frase de Edgar Allan Poe.

Frase de Edgar Allan Poe.

Los más entusiastas destacan su apego a la realidad. En cambio, muchos cuestionan su profundo pesimismo y la falta de finales felices absolutos. ¿El motivo de semejante aseveración? A pesar de la resolución del crimen, no siempre el culpable recibe el castigo adecuado. Entre los autores más prominentes de esta categoría se encuentran:

  • Dashiell Hammlet, con su protagonista Sam Spade (El halcón maltés, 1930).
  • Raymond Chandler, con su detective Philip Marlowe (El sueño eterno, 1939).

El policial “inverso”

Lo “normal” es que una novela policial se observe desde la perspectiva del bien. Sin embargo, existe la “versión opuesta”: los villanos ejecutando planes para cometer sus fechorías y continuar libres. El ejemplo clásico para ilustrar esta subcategoría es El talentoso Mr. Ripley de Patricia Highsmith.

Tom Ripley, el “personaje franquicia” de la serie de libros, no es un detective. Es un asesino y estafador que se hace pasar por sus víctimas. Si en la “versión clásica” de las novelas policiacas el objetivo develar el misterio, aquí lo “emocionante” es observar cómo se construyen las mentiras. Es decir, el punto es ver cómo el criminal “se sale con la suya”.

Nuevo Millennium

Stieg Larsson es probablemente uno de los escritores más trágicos de todos los tiempos. No por sus escritos, sino por su vida. Sin embargo, más allá de los infortunios y su temprana muerte, este periodista sueco tuvo tiempo de empezar la primera gran franquicia detectivesca del siglo XXI. Se trata de la Saga Millennium.

Un estilo explosivo

Los hombres que no aman a las mujeres.

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Los hombres que no amaban a las mujeres, La chica con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire—todas publicadas en 2005— representan toda su obra. Una mezcla “bomba” (quienes han leído estos textos entienden el porqué de este término) entre el estilo clásico británico y la novela negra estadounidense.

Dos detectives conforman “el eje del bien” en las historias de Larsson. Sus nombres: Mikael Blomkvist (periodista) y Lisbeth Salander (hacker). Según lo requieran las circunstancias, estos personajes pueden ser tremendamente analíticos y correctos, así como extremadamente impulsivos e inmorales.

Novela policial en español (algunos autores)

La novela policial en España y en América Latina merece un artículo aparte para poder comentarlo adecuadamente. De la península ibérica, uno de los escritores más emblemáticos es Manuel Vázquez Montalbán. Su detective: Pepe Carvalho, un personaje tan idealista como cínico; pasa de comunista juvenil a agente de la CIA, para terminar como detective privado.

Ejemplos de América Latina

En Colombia se destaca el nombre de Mario Mendoza, inspirado en lo infernal y lo divino del underground Bogotano. Satanás (2002) es probablemente su obra “fundamental”. Por último, Norberto José Olivar ambientó en Maracaibo, Venezuela, un cuento detectivesco que bordea los campos de lo fantástico.

Un vampiro en Maracaibo (2008), se publicó en tiempos de popularidad máxima de las novelas protagonizadas por adolescentes paranormales. El detective de esta historia —un policía jubilado— se cuestiona constantemente sobre la existencia de un mundo oculto más allá de lo evidente.


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