Miguel Ángel Buonarotti. Versos del genio y el poeta

Miguel Ángel Buonarroti, por Daniele da Volterra. Sepulcro de Miguel Angel en la Iglesia de la Santa Croce en Florencia.

Miguel Ángel Buonarroti, uno de los mayores genios universales, pasaba a la gracia eterna precisamente en la Ciudad Eterna un día como hoy de 1564. Es el máximo exponente de la larga lista de genios que dio el Renacimiento italiano. Arquitecto, pintor y, sobre todo, escultor, también fue un apreciable poeta. Y es en esa faceta en la que lo quiero recordar con estos versos.

Miguel Ángel el poeta

Su legado artístico no tiene parangón. Imposible no asombrarse con su David, su Piedad, su Moisés o las fabulosas pinturas de la Capilla Sixtina en el Vaticano. Pero el genio de Miguel Ángel también despuntó en la poesía. Era un apasionado y especialista en la Divina Comedia, de Dante, a quien escribió poemas. También compuso amargos versos quejándose del agotador trabajo que le supuso el encargo de decorar la Capilla Sixtina.

Pero sus temas preferidos fueron el amor, la belleza, la muerte, Dios, la vida y también el pecado, a la vez que cualquier cosa que significara alegría y felicidad. En sus sonetos el asunto predominante es el amor con tono más petrarquista de versos amargos, sombríos y atormentados. Estos son algunos de ellos y otros poemas.

Poemas y sonetos

Mis ojos, que codician cosas bellas
como mi alma anhela su salud,
no ostentan más virtud
que al cielo aspire, que mirar aquellas.

De las altas estrellas
desciende un esplendor
que incita a ir tras ellas
y aquí se llama amor.

No encuentra el corazón nada mejor
que lo enamore, y arda y aconseje
que  dos ojos que a dos astros semejen.

***

No tiene el gran artista ni un concepto

que el mármol en sí no circunscriba

en su exceso, mas solo a tal arriba

la mano que obedece al intelecto.

El mal que huyo y el bien que prometo,

en ti, señora hermosa, divina, altiva,

igual se esconde; y porque más no viva,

contrario tengo el arte al deseado efecto.

No tiene, pues, Amor ni tu belleza

o dureza o fortuna o gran desvío

la culpa de mi mal, destino o suerte;

si en tu corazón muerte y piedad

llevas al tiempo, el bajo ingenio mío

no sabe, ardiendo, sino sacar de ahí muerte.

***

Veo con vuestros bellos ojos una dulce luz,
Que con los míos ciegos ya ver no puedo;
Llevo con vuestros pies un peso, adosado,
Que de los míos no es ya costumbre.

Vuelo con vuestras alas sin plumas;
Con vuestro ingenio al cielo siempre aspiro;
De vuestro arbitrio estoy pálido y rojo,
Frío al sol, calor en las más frías brumas.

En vuestro querer está solo el mío,
Mis pensamientos en vuestro corazón se hacen,
En vuestro aliento están mis palabras.

Como la luna a sí solo me parece estar;
Que nuestros ojos en el cielo ver no saben
Sino aquello que enciende el sol.

***

Para regresar allí de donde vino,

llega el alma a tu cuerpo

como un ángel de piedad tan lleno

que al intelecto sana y al mundo honra.

Ese sol me arde y me rapta,

y no sólo tu hermoso rostro por fuera:

que el amor no tiene esperanza en las cosas que fallecen

si en él la virtud no regenta.

Lo mismo ocurre con lo alto y lo nuevo,

donde la naturaleza imprime su sello y

se empareja desde el cielo;

ni Dios se muestra, por su gracia, de otro modo

más que en un velo mortal y hermoso;

y lo amo a él, al sol, porque en él se refleja.

***

Descendió del cielo, y ya en mortal, tras
que hubo visto el justo infierno y el piadoso,
vivo retornó a contemplar a Dios,
para darnos de todo la verdadera luz.

Luciente estrella, que con sus rayos
hizo claro, sin razón, el nido en que yo nací,
no le sería premio todo el malvado mundo;
sólo tú, que la creaste, tal lo podrías ser.

De Dante hablo, que mal conocidas sus
obras fueron por ese pueblo ingrato
que sólo a los justos desprovee del bien.

¡Más ojalá hubiese sido él!Por tal fortuna,
con su áspero exilio y también su virtud,
daría yo del mundo el puesto más feliz.


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