Luis Villalón, barcelonés del 69, es autor de varios ensayos sobre la antigua Grecia como La guerra de Troya o Alejandro en el fin del mundo. En 2009 publicó Hellenikon, obra que ganó el premio Hislibris al mejor autor novel de novela histórica. La última que ha publicado es El cielo sobre Alejandro, recientemente seleccionada como finalista para los premios Hislibris, y en esta entrevista nos habla de ella y de muchos temas más. Le agradezco mucho su tiempo y amabilidad.
Entrevista a Luis Villalón
- ACTUALIDAD LITERATURA: ¿Recuerdas el primer libro que leíste? ¿Y la primera historia que escribiste?
LUIS VILLALÓN: El primero exactamente, no. Supongo que fue alguna lectura obligatoria del colegio o de bachillerato: el Poema de Mío Cid, La Celestina…, uno de esos tuvo que ser. De lecturas por placer, o sea, sin imposición escolar ni de nadie, recuerdo haber leído por ejemplo Raíces, aquel best seller de Alex Halley que se puso de moda hace muchísimos años y del que hicieron una serie aún más famosa que el libro. También recuerdo La frontera azul, que también tenía serie televisiva. No sé si fueron los primeros, pero por ahí andarán.
¿La primera historia que escribí? Cuando iba a sexto de EGB escribí (dibujé, mejor dicho) un cómic con varias historias de un superhéroe que me inventé. El cómic tenía también pasatiempos, cuentos y tonterías varias; le hice una portada y lo grapé como si fuera un libro. En el curso siguiente el cómic tuvo continuación, y en el otro también. Aún los conservo. También me gustaba escribir poesías, más bien ripiosas y que pretendían ser divertidas. Recuerdo que durante la mili me dio por escribir un libro de filosofía. Escribí unas 30 o 40 páginas.
- AL: ¿Cuál fue el primer libro que te impactó y por qué?
LV: Creo que fueron dos: It, de Stephen King me impactó por razones obvias: la historia era terrorífica, los protagonistas eran niños que después se hacían mayores… Yo era joven cuando lo leí, quizá tendría 15 años. El otro fue La historia interminable, de Michael Ende. Fantasía, el señor Karl Konrad Koreander, Bastián Baltasar Bux, Atreyu, Fújur, el Áuryn, la Emperatriz Infantil, la impresión del texto a dos colores, una historia que se come a la otra igual que la Nada devora Fantasía…
Cuando lo leí se me escaparon, lógicamente, las muchas referencias mitológicas que luego supe que tenía, y a veces pienso en releerlo por esa razón, para buscarlas. Pero me da miedo hacerlo, por no estropear el buen recuerdo que tengo del libro.
- AL: ¿Quién es tu escritor favorito? Puedes escoger más de uno y de todas las épocas.
LV: Pues no sé si tengo alguno, creo que no. Más que escritores, diría libros que me han gustado mucho. De los clásicos, Oliver Twist de Dickens, Crimen y castigo de Dostoievsky, El conde de Montecristo de Dumas, algunos dramas de Shakespeare, Cumbres borrascosas de Emily Brontë, Jane Eyre de su hermana Charlotte…
De autores más contemporáneos, algunas novelas de José Carlos Somoza, de Javier Marías, Cormac McCarthy, John Williams… Hace poco descubrí a Iris Murdoch, una escritora irlandesa que murió hará 25 años. Sus novelas son bastante densas y hay que leerlas con calma, pero me gustan: El mar, el mar, El príncipe negro, El hijo de las palabras…
Pasé bastantes años leyendo novelas históricas, un género que me gusta mucho (de hecho, si yo soy escritor de algo, es de novela histórica). Aún las leo, claro. De ese género me gustan los autores ya clásicos: Robert Graves, Gisbert Haefs, Mika Waltari o Mary Renault.
Pero si por escritores favoritos se entiende los que más he releído, entonces tengo que irme a los griegos: Homero, Tucídides, Herodoto, Sófocles, Platón, Jenofonte, Aristófanes… Con los griegos empezó todo.
- AL: ¿Qué personaje de un libro te hubiera gustado conocer y crear?
LV: No lo sé, tendría que pensarlo. Se me ocurre Tiglath Assur, el protagonista de El asirio y La estrella de sangre, novelas de Nicholas Guild. O Lario Turmo de El etrusco, de Mika Waltari; o Bartleby de Bartleby, el escribiente, de Melville. O también Mendel, de Mendel el de los libros, de Stephan Zweig.
- AL: ¿Alguna manía a la hora de escribir o leer?
LV: No los considero manías, sino hábitos que me ayudan a concentrarme. Cuando leo o escribo en general necesito silencio, sobre todo en cuanto a voces; si oigo hablar, pierdo el hilo continuamente y no sé por dónde voy. Hay gente que es capaz de leer en esas condiciones, pero yo no. A menudo me pongo música para escribir (no para leer), muy bajita.
Escojo previamente lo que quiero oír, casi siempre música instrumental (Mike Oldfield, Michael Nyman, alguna banda sonora, o simplemente una canción que me guste), y lo pongo para que suene una y otra vez, en bucle, como un mantra. Una vez escuché hasta el infinito la canción What a wonderful world de Louis Armstrong, versionada por un músico hawaiano, para escribir un relato de griegos en clave de humor, con Sócrates y Platón por allí en medio. Gané un concurso de relatos con él.
- AL: ¿Y tu sitio y momento preferido para hacerlo?
LV: Si pudiera elegir diría que por las noches, pero en general leo o escribo cuando puedo. En los andenes del metro (pese al ruido; luego tengo que releer lo leído o repasar lo escrito), durante el rato del almuerzo, por la tarde, en la cama… Todo depende del tiempo de que disponga.
- AL: ¿Qué nos encontramos en El cielo sobre Alejandro?
LV: Pues aunque por el título parezca lo contrario, a quien no nos encontramos, o nos encontramos poco, es a Alejandro, Alejandro Magno. Para quien no sepa de quién se trata, Alejandro fue un rey macedonio que a los 22 años se fue a conquistar el inmenso imperio persa y en 10 años fue dueño de un territorio que iba desde el Mediterráneo oriental a la India y del río Danubio al mar Rojo. Su conquista cambió el mundo para siempre. Pero la novela no va de esa conquista, sino de las tribulaciones de uno de los griegos que acompañó a Alejandro en la expedición: un tal Onesícrito, de nombre tan complicado como complicada fue su vida desde que se vio envuelto en un extraño plan urdido en torno al rey de Macedonia.
No es una novela histórica al uso, en el sentido de que, sí, hay aventuras, pero no aparece la típica épica heroica que suele acompañar al género, ni las prolijas escenas de batallas (aunque batallas las hay), ni los personajes muy muy buenos o muy muy malos. En la vida nadie es blanco o negro, todos somos grises, y de eso se trata en esta novela, aunque se ubique en un escenario de hace 2300 años (de hecho, uno de los personajes es capaz de «ver el color» de las personas). Creo que la novela tiene un punto de humor que espero que alguien capte, y también otro de reflexión, porque los personajes se pasan la vida reflexionando sobre su sino.
- AL: ¿Otros géneros que te gusten además del histórico?
LV: Si acaso el mitológico, pero solo cuando lo que me cuenten se ciña de verdad a los mitos. Cuando se mezclan demasiadas cosas que no me cuadran, o se le echa más imaginación de la que el propio mito ya incluye, no puedo evitarlo y desconecto. Me gusta leer filosofía, supongo que por culpa de (o gracias a) haber estudiado esa carrera. Antes me gustaba mucho leer cómics de superhéroes; no sé si eso cuenta como género.
- AL: ¿Qué estás leyendo ahora? ¿Y escribiendo?
LV: Estoy con un ensayo de Luciano Canfora, un historiador y filólogo italiano, que se titula La crisis de la utopía. Aristófanes contra Platón. Me está gustando mucho. Es de esos libros que apetece subrayar o tomar notas y animan a leer otras cosas. En cuanto a escribir, tengo entre manos una historia de griegos de principios del siglo VI a. C. que ya veremos si acaba bien.
- AL: ¿Cómo crees que está el panorama editorial para tantos autores como hay o quieren publicar?
LV: Hay muchos autores, sí, y me incluyo en el paquete. Es difícil publicar un libro, por lo mismo que es difícil para cualquiera encontrar trabajo: hay mucha oferta, muchos escritores, y poca demanda. Las editoriales hacen criba y no se arriesgan a publicar nombres poco conocidos, aunque también es cierto que algunas sí apuestan por autores noveles o que están empezando; pero de nuevo el problema es la masificación. Puedes escribir mejor o peor, pero muchas veces es la suerte la que determina que llegues a encontrar una editorial que te publique.
La autoedición supone una salida al problema: si no tienes editorial, te autopublicas tú mismo y a ver qué pasa. Al menos, el sueño de ver un libro tuyo publicado ya lo habrás cumplido. Y de hecho las editoriales a veces acuden a portales como Amazon en busca de escritores que se han autoeditado y están teniendo éxito, para ficharlos. Marcos Chicot, finalista del premio Planeta hace unos años, o Javier Castillo, o David B. Gil, tuvieron esa suerte.
- AL: ¿Te está siendo difícil el momento de crisis que estamos viviendo o podrás quedarte con algo positivo?
LV: En lo personal he tenido suerte; en mi entorno familiar no ha habido contagios de covid, y a nivel laboral también he llevado bien este casi un año que llevamos de pandemia. Pero es obvio que la situación es crítica, y que muchos lo están pasando muy mal, tanto por salud como por trabajo. Creo que falta bastante conciencia social, estamos tropezando otra vez con la misma piedra del principio de la pandemia por falta de concienciación. Los hospitales colapsados de enfermos, los ambulatorios desbordados de trabajo… Y muchos siguen sin tomarse en serio el problema.
¿Si podría quedarme con algo positivo? Bueno, ya que estamos hablando de libros, podría estar contento porque en 2020 publiqué El cielo sobre Alejandro y alguna otra cosa. Lo estoy, claro, pero me temo que el destino no ha escogido el mejor año para estarlo.