Luis Castañeda. Entrevista con el ganador del Premio Literario de Amazon 2020

Fotografía. Luis Castañeda, perfil de Facebook.

Luis Castañeda, escritor canario de La Palma, fue el ganador del Premio Literario Amazon Storyteller para autores en español de 2020 con Cuando venga el rey. Me ha concedido esta entrevista que le agradezco mucho por el tiempo y la amabilidad dedicados. En ella nos cuenta sobre esa novela, otros libros, escritores y géneros favoritos, sus influencias, costumbres y manías de autor y nuevos proyectos que tiene en mente.

Entrevista con Luis Castañeda

Su novela de debut Cuando venga el rey fue seleccionada entre más de 5.500 títulos, de 50 países diferentes, autopublicados a través de la plataforma Kindle Direct Publishing entre el 1 de mayo y el 31 de agosto de 2020. La obra está basada en la visita que el rey Alfonso XIII hizo a la isla de la Palma en 1906.

  • ACTUALIDAD LITERATURA: ¿Recuerdas el primer libro que leíste? ¿Y la primera historia que escribiste?

LUIS CASTAÑEDA: No estoy seguro de que sean las primeras historias que leí y escribí, pero sí que son las primeras de las que tengo consciencia. El primer libro como tal fue El país de las pieles, de Julio Verne, que cautivó mi mente preadolescente y que precedió a varios otros del genial escritor francés.

En cuanto al primer relato que recuerdo haber escrito tendría que hacer referencia, ya de muchacho bachiller, a una narración irreverente titulada Luisses en el planeta de las mujeres, que pretendía poner algo de color y humor a la revista fotocopiada que nos empeñamos en producir en el instituto. No tuvo mucho éxito.

  • AL: ¿Cuál fue el primer libro que te impactó y por qué?

LC: Creo haber establecido tres hitos como lector que hacen referencia a sendos libros que causaron una honda huella en mí por diferentes razones. El primero, de mi época más combativa, fue Un hombre, de la escritora y periodista italiana Oriana Fallaci, un relato crudo, violento, apasionado, escrito en segunda persona, sobre la vida de Alekos Panagoulis, un héroe clásico que intentó por su cuenta acabar con la llamada Dictadura de los Coroneles. Saltó a la fama internacional tras su tentativa de atentar contra el dictador Georgios Papadopoulos, el 13 de agosto de 1968, su posterior encarcelamiento y tortura y, luego, su muerte en circunstancias aún sin esclarecer.

El segundo libro que quiero citar pertenece a mi época nostálgica, aquellos años de soledad y miseria siendo estudiante de periodismo en un Madrid que me sobrepasaba, rodeado de mil caras que iban y venían en sus vidas, ajenas a la mía, incapaces de ver «ese pequeño detalle que había pintado en mi cuadro», como le ocurrió a Juan Pablo Castel en El túnel, de Ernesto Sábato, hasta que encontró a María Iribarne.

El tercer libro ya lo recibí en mi madurez, con mayor serenidad de espíritu, y al que reconozco como el último eslabón de una escalera de lecturas dentro de la corriente literaria hispanoamericana. En realidad, casi podría haber elegido cualquier otro título de García Márquez, pero me llenó por completo El amor en los tiempos del cólera, del que por cierto aun no he concluido su lectura, pues cada cierto tiempo lo retomo instigado por alguna duda, alguna pregunta, algún deseo.

  • AL: ¿Cuál es tu escritor favorito?

LC: Esta pregunta, en estos momentos de mi vida, tiene fácil respuesta, porque sin duda he de elegir al Premio Nobel colombiano. Otros escritores que también podría señalar aquí –Juan Rulfo, Faulkner, Carpentier, etc.– me conducen siempre, como colofón, a García Márquez. Tampoco es que sea yo un buen lector, porque peco mucho de relecturas y me cuesta abrirme a otros estilos. De más joven sí leí novela realista, sobre todo de la nueva novela americana como Tom Wolfe, Norman Mailer, Truman Capote, todos procedentes del mundo periodístico, pero no saciaban del todo mi espíritu ensoñador.

  • AL: ¿Qué personaje de un libro te hubiese gustado conocer y crear?

LC: No había pensado nunca en esto, pero te diría que me hubiera gustado crear y vivir junto a personajes de aventuras, como Phileas Fogg de La vuelta al mundo en 80 días o el viajero de La máquina del tiempo, de H. G. Wells, escapando de los Morlocks, o Axel descendiendo al centro de la tierra.

  • AL: ¿Alguna manía o costumbre a la hora de escribir o leer?

LC: Cuando escribo me gusta acompañarme de música (instrumental, de lo contrario me desconcentra) y, al menos durante todo el año que estuve escribiendo Cuando venga el rey, de un chupito de licor de níspero elaborado por mi madre. Luego es necesario tener la puerta cerrada, disponer de tiempo por delante (no puedo ponerme a escribir sabiendo que en media hora tendré que dejarlo para atender algún compromiso) y, por último, una curiosidad: necesito tener las uñas cortas, bien rentes, que pueda tocar las teclas con las yemas.

  • AL: ¿Y tu sitio y momento preferido para hacerlo?

LC: El cuándo es algo que apenas elijo, sino que más bien obedece a cuando me deja el resto de la vida. Intento conseguir una estabilidad, pero como autónomo que soy, muchas veces es una quimera. De todos modos, el ponerme a escribir suele acontecer poco después de las ocho de la tarde hasta las diez aproximadamente. Tampoco escojo el dónde, ni me lo planteo. Tengo un pequeño despacho, compartido con mi mujer, donde tengo el ordenador, los libros, los trofeos de ajedrez, mis otras cosas… Solo tengo que buscar la forma de echar a mi esposa para conseguir la ansiada soledad.

  • AL: ¿Qué nos cuenta tu novela Cuando venga el rey?

LC: Esta novela nos habla de soledad y de esperanza, de amor y desamor, de odios y envidias, de vida y muerte; es una historia de sentimientos universales concentrados en un minúsculo peñasco volcánico rodeado de mar. Cuando venga el rey, que lleva por subtítulo amor y muerte en una isla a la deriva, es una ficción histórica, o de ambientación histórica, que nos cuenta la vida y las vicisitudes de los habitantes de una isla olvidada que esperan, que anhelan, la llegada del rey del imperio para que los rescate, los salve de todos los males. Y de cómo, no obstante, el destino y sus propias acciones terminan convirtiendo ese encuentro, que iba a ser histórico, no ya en el comienzo de una nueva vida, sino en el colofón glorioso al drama que los persigue.

Con todo el esmero del mundo, preparan la pequeña ciudad para el recibimiento, aun con todas las miserias y necesidades que padecían, pero, como si de un maleficio se tratase, el devenir les va presentando obstáculos que pueden dar al traste con el deseado encuentro, como el que sucede en la primera página: la aparición del cuerpo sin vida, acuchillado y flotando en la bahía, del ilustre doctor Mauricio Santos Abreu.

A partir de aquí se va desplegando una novela coral que nos descubre a los personajes implicados y sus relaciones, y en la que el amor —el prohibido, el contrariado y el ignorado— juega un papel determinante.

  • AL: ¿Otros géneros que te gusten?

LC: Mis gustos literarios, como lector, han ido cambiando a lo largo de los años. Últimamente me sorprende mi aprecio por las biografías y, en general, por la novela histórica. Es como si, al cumplir años, me fueran cautivando las viejas historias y también las viejas películas.

  • AL: ¿Qué estás leyendo ahora? ¿Y escribiendo?

LC: Ahora mismo estoy culminando la lectura de una estupenda biografía sobre los hermanos Wright, un relato-ensayo histórico Madrid, de corte a checa y, de novela, sigo a ratitos con la lectura de Tengo en mi todos los sueños del mundo, una obra preciosa de Jorge Díaz.

En cuanto a escribir lo llevo peor, puesto que en estos tiempos no estoy produciendo. Ando en el proceso de conformar, de sentir y emocionarme con la historia que pugna por tomar cuerpo. Apunto frases, ideas, sensaciones. Necesito atiborrar mi pecho y mi mente de las voces de los personajes antes de encauzar la historia. Ya veremos qué sale.

  • AL: ¿Te está siendo difícil el momento de crisis que estamos viviendo o podrás quedarte con algo positivo para futuras novelas?

LC: Desde el confinamiento, y durante todo el año pasado, he venido aplicando un método para evadirme de la realidad que me ha servido además de escudo psicológico, y no ha sido otro que centrarme en el trabajo. Empecé poniéndome al día con asuntos atrasados y luego emprendí proyectos que, de otra forma, no hubiera tenido el tiempo ni el ímpetu de acometer. Trabajé mucho, a diario, durante esos meses de parón o semiestancamiento en mi empresa, de la que vivo y en la que desarrollo mi actividad laboral y vital.

Pero apenas pude escribir en ese período. La incertidumbre no me daba la tranquilidad requerida para ello. Curioso, pero así fue. Ahora, con el nuevo año y tras unos días de reflexión, estoy volviendo a encontrar el camino. Y, oh, sorpresa: paradójicamente el camino pasa por el trabajo. Es el laboro diario lo que me dará la paz para poder crear. Estoy en ello. Tengo esperanzas.


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