Libros con los mejores finales

cien años de soledad

Muchas veces, hablando de literatura con amigos y literatura, ha surgido esa curiosa frase de «el libro no era para tanto, pero mereció la pena leerlo por el final». Y es entonces cuando uno se pregunta, ¿merece la pena un libro si su desenlace no nos deja con buen sabor de boca? ¿Está sobrevalorada la resolución de una trama? Naveguemos por estos siguientes libros con los mejores finales cuyo repaso se inicia con las últimas frases de cada uno.

Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez

Cien años de soledad

Sin embargo, antes de llegar al verso final ya había comprendido que no saldría jamás de ese cuarto, pues estaba previsto que la ciudad de los espejos (o los espejismos) sería arrasada por el viento y desterrada de la memoria de los hombres en el instante en que Aureliano Babilonia acabara de descifrar los pergaminos, y que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra.

Una vieja amiga mía fue una de las que dijo aquella frase comentada en la introducción cuando descubrí que aún llevaba Cien años de soledad en el bolso. Poco después yo también me atreví a sumergirme en las historias de los Buendía y de ese perdido pueblo del Caribe colombiano llamado Macondo. Días de consultar en un esquema en Google el árbol genealógico de sus personajes, de enlazar historias y aguardar un final épico que, en parte, confirma la condición de obra maestra de la gran historia del amigo Gabo.

Lo que el viento se llevó, de Margaret Mitchell

Lo que el viento se llevó de Margaret Mitchell

“Pensaré en todo esto mañana, en Tara. Allí me será más fácil soportarlo. Sí, mañana pensaré en el medio de convercer a Rhett. Después de todo, mañana será otro día”.

Con esta frase, Lo que el viento se llevó, novela multiventas de Margaret Mitchell publicada en 1936 y adaptada al cine en 1939, dejaba un final abierto a la imaginación de un lector que a lo largo de las páginas siguió la historia de amor y desamor de Scarlett O’Hara y Rhett Butler, personajes obligados a subsistir en mitad de la Guerra de Secesión. La pregunta es: ¿crees tú que Scarlett encontraría finalmente la forma de recuperar a Rhett?

Crimen y castigo, de Fiodor Dostoievski

Crimen y castigo

Pero aquí empieza otra historia, la de la lenta renovación de un hombre, la de su regeneración progresiva, su paso gradual de un mundo a otro y su conocimiento escalonado de una realidad totalmente ignorada. En todo esto habría materia para una nueva narración, pero la nuestra ha terminado.

Durante toda la obra de Dostoievski el lector también conoció a los demonios de  Rodión Raskólnikov, estudiante que un día decidía asesinar a una prestamista y robarle todo su dinero a fin de aspirar a la vida de éxito que creía merecer. Y a pesar de una narración que muchos continúan considerando complicada para según qué público, la obra se encaminaba hacia un desenlace con aires de final feliz a pesar de la infamia que el relato destilaba en gran parte de trama.

¿Te gustaría releer Crimen y castigo?

El principito, de Antoine de Saint-Exupéry

El principito de Antoine de Saint-Exupéry

Examínenlo atentamente para que sepan reconocerlo, si algún día, viajando por África cruzan el desierto. Si por casualidad pasan por allí, no se apresuren, se los ruego, y deténganse un poco, precisamente bajo la estrella. Si un niño llega hasta ustedes, si este niño ríe y tiene cabellos de oro y nunca responde a sus preguntas, adivinarán en seguida quién es. ¡Sean amables con él! Y comuníquenme rápidamente que ha regresado. ¡No me dejen tan triste!

Y así terminaba una de las obras más atemporales de la historia. Porque al igual que aquel Saint-Exupéry mutado en aviador perdido en pleno desierto, todos volvimos a recobrar la fe en el mundo gracias a aquel niño que llegó del espacio para analizar mejor a nuestra sociedad que los propios expertos. Uno de los libros con mejores finales, sin duda.

¿Leemos El Principito?

Ana Karenina, de León Tolstói

Ana Karenina

Pero a partir de hoy mi vida, toda mi vida, independientemente de lo que pueda pasar, no será ya irrazonable, no carecerá de sentido como hasta ahora, sino que en todos y en cada uno de sus momentos poseerá el sentido indudable del bien, que yo soy dueño de infundir en ella.

A pesar de una primera edición que suscitó la discordia entre Tolstói y sus editores, finalmente el tiempo terminó confirmando la grandeza del desenlace de una de las grandes obras de la literatura rusa. La determinación de Vronski, quien ansía morir tras el suicidio de Ana Karenina, por centrarse en una vida más sencilla y en inculcar las mejores intenciones a través de la hija de la protagonista, se convirtió en un desenlace más que acertado.

Cañas y barro, de Vicente Blasco Ibáñez

Cañas y barro

Y mientras el lamento del tío Tòni rasgaba como un alarido de desesperación el silencio del amanecer, la Borda, viendo de espaldas a su padre, inclinóse al borde de la fosa y besó la lívida cabeza con un beso ardiente, de inmensa pasión, de amor sin esperanza, osando, ante el misterio de la muerte, revelar por primera vez el secreto de su vida.

El triángulo formado por Tonet, Neleta y La Borda en Cañas y barro finalizaba con la muerte de Tonet y la intención de su hermana adoptiva por confesar un secreto que arrastró durante toda la novela.

La Regenta, de Leopoldo Alas Clarín

La Regenta

Después de cerrar tuvo aprensión de haber oído algo allí dentro; pegó el rostro a la verja y miró hacia el fondo de la capilla, escudriñando en la obscuridad. Debajo de la lámpara se le figuró ver una sombra mayor que otras veces…Y entonces redobló la atención y oyó un rumor como un quejido débil, como un suspiro.Abrió, entró y reconoció a la Regenta desmayada.Celedonio sintió un deseo miserable, una perversión de la perversión de su lascivia: y por gozar un placer extraño, o por probar si lo gozaba, inclinó el rostro asqueroso sobre el de la Regenta y le besó los labios. Ana volvió a la vida rasgando las nieblas de un delirio que le causaba náuseas.Había creído sentir sobre la boca el vientre viscoso y frío de un sapo.

Y así, Ana, protagonista de La Regenta, sucumbió a la marginación por parte del pueblo de Vetusta, ese lugar de provincias en el que Clarín vertió una de las grandes críticas a la sociedad de La Restauración.

¿Cuáles son, para ti, los libros con mejores finales?


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