Calle de Moratín, Madrid.
Leandro Fernández de Moratín nació en Madrid un día como hoy de 1760. Fue además de poeta el máximo exponente en España del teatro neoclásico. Hoy recuerdo su figura y obra más poética seleccionando algunos de sus sonetos y epigramas.
Leandro Fernández de Moratín
Hijo de Nicolás Fernández de Moratín, estudió en los jesuitas de Calatayud y fue alumno de la Universidad de Valladolid. En 1779 la Real Academia Española premió su romance heroico en endecasílabos La toma de Granada, y Moratín alcanzó la fama como poeta.
Fue amigo de Jovellanos y protegido de Godoy, y logró sus mejores y mayores éxitos en el teatro. Trató de introducir en España la estructura neoclásica de la escena francesa, es decir, el respeto a las tres unidades de tiempo, lugar y acción, además de la finalidad moralizante, pero no logró que calara entre el público.
Su primera comedia fue El viejo y la niña, que no tuvo apenas repercusión. Sin embargo, dos años después sí triunfaría con La comedia nueva o el café.
Fue determinante el viaje que emprendió por Europa en 1792, ya que lo marcó en su experiencia personal y artística. Vivió de primera mano lo que había ocurrido con la Revolución Francesa en París, y en el Reino Unido entró en contacto con la obra de Shakespeare, autor que entonces apenas era conocido en España. Después estuvo visitando los Países Bajos, Alemania, Suiza e Italia, desde donde regresó. Tradujo Hamlet en 1798, que fue la primera versión española directa del inglés.
Y ya a principios del siglo XIX escribió sus mejores comedias, donde manejaba perfectamente el idioma, y en las que criticó las costumbres y la hipocresía social de la época. Tenemos por ejemplo El barón, La mojigata y El sí de las niñas, considerada como su mejor obra.
A continuación selecciono 3 de sus sonetos y 3 de sus epigramas de su obra poética.
Sonetos
La despedida
Nací de honesta madre: diome el Cielo
fácil ingenio en gracias, afluente:
dirigir supo el ánimo inocente
a la virtud, el paternal desvelo.
Con sabido estudio, infatigable anhelo,
pude adquirir coronas a mi frente:
la corva escena resonó en frecuente
aplauso, alzando de mi nombre el vuelo.
Dócil, veraz: de muchos ofendido,
de ninguno ofensor, las Musas bellas
mi pasión fueron, el honor mi guía.
Pero si así las leyes atropellas,
si para ti los méritos han sido
culpas; adiós, ingrata patria mía.
A la muerte de Joaquín Murat
Ese que yace en la sangrienta arena
espantoso cadáver destrozado
fue siervo obscuro intrépido sold[ado]
caudillo de las águilas del Sena.
Por él la gran Madrid de horrores [llena]
su celo y su valor vio castigado
cuando ministro de un feroz malvado
los nudos de amistad trocó en cadena.
Rey se llamó en Parténope, su intento
fue del Apóstol trastornar la silla
y alcanzar de los Césares victoria.
Vedle añadir al mundo un escarmiento,
ved como el cielo su soberbia humilla
y confunde en oprobio su memoria.
A Flerida, poetisa
Basta Cupido ya, que a la divina
Ninfa del Turia reverente adoro:
ni espero libertad, ni alivio imploro,
y cedo alegre al astro que me inclina.
¿Qué nuevas armas tu rigor destina
contra mi vida, si defensa ignoro?
Sí, ya la admiro entre el castalio coro
la cítara pulsar griega y latina.
Ya, coronada del laurel febeo,
en altos versos llenos de dulzura,
oigo su voz, su número elegante.
Para tanto poder débil trofeo
adquieres tú; si sólo su hermosura
bastó a rendir mi corazón amante.
Epigramas
Aquí yace mi mujer
Aquí yace mi mujer
¡qué dicha para los dos!
ella se fue a ver a Dios,
y Dios me ha venido a ver
A un escritor desventurado, cuyo libro nadie quiso comprar
En un cartelón leí,
que tu obrilla baladí
la vende Navamorcuende…
No has de decir que la vende;
sino que la tiene allí.
A un mal bicho
¿Veis esa repugnante criatura,
chato, pelón, sin dientes, estevado,
gangoso, y sucio, y tuerto, y jorobado?
Pues lo peor que tiene es la figura.