«La Epopeya de Gilgamesh». Un poema épico del 2.500 a. C. increíblemente actual.

Gilgamesh

Mi primer contacto con la Epopeya de Gilgamesh fue cuando rondaba los veinte años. La leí por recomendación de un amigo, en concreto la edición del traductor, poeta, y escritor Stephen Mitchell, que recomiendo encarecidamente. Poco podía imaginar lo mucho que me iba a gustar esta historia, tanto que me arrepentí de haber pensado que podía ser un poema denso o aburrido.

La tablilla de lapislázuli

«Aquel que todo lo ha visto, que ha experimentado todas las emociones, del júbilo a la desesperación, ha recibido la merced de ver dentro del gran misterio, de los lugares secretos, de los días primeros antes del Diluvio. Ha viajado hasta los confines del mundo y ha regresado, exhausto pero entero. Ha grabado sus hazañas en estelas de piedra, ha vuelto a erigir el sagrado templo del Eanna, así como las gruesas murallas de Uruk, ciudad con la que ninguna otra de la tierra puede compararse. Mira cómo sus baluartes brillan como cobre al sol. Asciende por la escalera de piedra, más antigua de lo que la mente puede imaginar; llégate al templo del Eanna, consagrado a Ishtar, un templo cuyo tamaño y belleza no ha igualado ningún rey; camina sobre la muralla de Uruk, recurre su perímetro en torno a la ciudad, escruta sus soberbios cimientos, examina su labor de ladrillo, ¡cuán diestra es!; repara en las tierras que circunda: en sus palmeras, sus jardines, sus huertos, sus espléndidos palacios y templos, sus talleres y mercados, sus casas, sus plazas. Busca su piedra angular y, debajo de ella, el cofre de cobre que indica su nombre. Ábrelo. Levanta su tapa. Saca de él la tablilla de lapislázuli. Lee cómo Gilgamesh todo lo sufrió y todo lo superó.»

Anónimo, «La epopeya de Gilgamesh» (versión en prosa de Stephen Mitchell).

La historia de Gilgamesh tiene una estructura circular: el relato comienza, y acaba, en el mismo punto, como una suerte de ouroboros que muerde su propia cola. Un detalle muy interesante es que desde las primeras líneas implica al lector, como si sostuviera entre sus manos la tablilla de lapislázuli que relata las hazañas del rey de reyes. Estos versos son una declaración de intenciones: «lee cómo Gilgamesh todo lo sufrió y todo lo superó». Un mensaje vitalista, que entronca con el concepto de la voluntad de poder nietzscheana miles de años antes de que naciera el filósofo alemán.

El argumento de la Epopeya de Gilgamesh no es complicado, y se puede dividir en dos partes. En la primera, Gilgamesh busca la gloria, y relata su enemistad con Enkidu (del que posteriormente se hace un inseparable amigo), personaje que representa lo salvaje frente a Gilgamesh, que representa la civilización. También se muestran sus hazañas, como el épico combate contra el monstruo Humbaba, o sus disputas con la diosa Ishtar y su Toro Celeste.

Gilgamesh

La segunda parte, en la que Gilgamesh busca la inmortalidad, deja la épica a un lado y toma un giro dramático. Enkidu cae enfermo y muere, lo que destroza a nuestro protagonista hasta límites insospechados, porque lo amaba tanto como a él mismo. El rey se da cuenta por primera vez de que su carne es perecedera, y de que algún día también tendrá que morir. Por ello, emprende un viaje en pos de la inmortalidad, que resulta amargo y carente de dicha alguna.

Palabras llenas de poder

«Si caigo, habré conquistado la fama.

La gente dirá: ¡Gilgamesh cayó
luchando contra el fiero Humbaba!…
Estoy decidido a penetrar en el bosque de los cedros.»

Anónimo, «La epopeya de Gilgamesh».

La gran virtud de este poema épico es que es increíblemente moderno. Y no es algo que digo a la ligera, de verdad me lo parece. La forma en la que trata la relación de amistad entre Enkidu y Gilgamesh, que de rivales se convierten en casi hermanos, se puede observar en numerosas historias y sagas artísticas y literarias de nuestros días.

Por otra parte, el tema del paso del tiempo, de la muerte, y de la angustia que genera en el individuo, sólo ante su propia mortalidad, es un asunto que parece más propio de una novela existencialista de nuestro siglo, que de un poema gestado en el 2.500 a. C. en Mesopotamia. Debido a estas razones, y muchas otras, recomiendo encarecidamente la lectura de la Epopeya de Gilgamesh.


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