Este año se cumple justo un siglo desde que uno de los maestros de la narrativa del siglo XX, Rudyard Kipling, recibiera el Nobel de Literatura (en 1907).
Ante la tremenda popularidad de El libro de la Selva –quizá una de las historias más conocidas del cine gracias a la adaptación de Walt Disney–, y Kim, el resto de la obra de Kipling queda relegada al olvido del público general. Una lástima pues la gran mayoría de las fábulas del
primer inglés galardonado con el Nobel de Literatura destaca, no sólo ya por su belleza, sino por su calidad doctrinal, lo que la convierte en una óptima elección para un primer acercamiento de los niños al mundo de la literatura.
Hoy quiero recomendar El Pequeño Elefante. Se trata de una deliciosa fábula que encarna a la perfección la curiosidad de los pequeños, que preguntan si pausa, hambrientos de curiosidad. Kipling, autor especialmente original y creativo, se apoya en la inocente trama de querer explicar cómo los elefantes obtuvieron su larga y útil trompa, que antes tenían pequeña y encogida. El cuento ya comienza en sí despertando la curiosidad del pequeño lector, quien se sentirá entusiasmado ante la necesidad de conocer las causas de tal metamorfosis. Y es que la curiosidad es la más sana de las necesidades a saciar en la infancia, y también una de las más complejas.
Insaciable es también la curiosidad del pequeño elefante protagonista del relato, que quiere saber qué comían los cocodrilos, y cada vez que lo pregunta, sus familiares –un despliegue de la fauna selvática– le propinan una azotaina, a lo cual él ya está acostumbrado y lo acepta “un poco caliente pero nada atónito”. Por recomendación del pájaro Kolokolo, el paquidermo –tremendamente educado– viaja hasta donde viven los cocodrilos para preguntar directamente a ellos qué comen. Tras el viaje y ante la presencia de una serpiente pitón bicolor se entrevista con el cocodrilo en el río Limpopo, y este le coge de la trompa. El pequeño elefante, que consigue escapar con ayuda del reptil, se queda muy triste con el nuevo aspecto de su trompa, así que la pone a remojo un par de días para que le encoja. Al ver que no lo hace, la serpiente le ayuda a ver las ventajas de su nuevo aspecto: podrá comer sin agacharse o esperar a que los frutos caigan de los árboles y además ¡podrá dar una azotaina antes de que se la den a él!
“–¿Qué te parecería que te dieran una nueva azotaina?- dijo la serpiente.
–Discúlpeme –dijo el pequeño elefante– pero eso no me gustaría nada.
–¿Qué te parecería azotar tú a alguien? – dijo la serpiente.
–Eso me gustaría muchísimo, de hecho– dijo el pequeño elefante.
–Bien, verás que tu nueva nariz te será muy útil para azotar a los demás con ella–”.
Cuando llega, sus familiares le dicen que su trompa es fea, y él les da la razón, pero les advierte que también es muy útil y lo demuestra dando a cada uno su merecido. Finalmente todos los elefantes van a ver a los cocodrilos del lago y adquieren la forma que hoy muestran, la misma que obtuvo el pequeño elefante y nunca más nadie azotó a otro animal.
La riqueza del cuento, además de en la ternura y sensibilidad con que está narrado, reside en los destellos de humor que entraña para el adulto. La simple repetición de algunas expresiones y frases completas, habituales y necesarias para la total comprensión de la historia por parte del niño, componen un elemento de singular simpatía para que encandila al lector desarrollado. Kipling persigue una catarsis «a escala infantil» que matenga en vilo al niño, pues tras ser azotado, correr peligro ante los dientes del cocodrilo y sentirse triste por ver su trompa alargada, finalmente goza de su nuevo instrumento, se siente especial y todos le respetan. La grandeza de Kipling también se percibe por la ausencia total de complicaciones en el argumento, de explicaciones vacías a favor de la concreción y la claridad del sentido de todas y cada una de sus frases.
El Pequeño Elefante es una historia, muy próxima a su famoso Libro de la Selva, que podría formar parte de la tradición oral oriental. En esta idea late otra de las peculiaridades del escritor británico, su independencia de los movimientos literarios de la época, así como su originalidad y su capacidad para convertir una idea simple en un cuento maravilloso.
Si tiene niños, permítale que conozcan a este elefante valiente, educado y, sobre todo, muy muy curioso.
es una lectura muchisimo muy bonita para leersela a todos los hijos y todos los niños
¡Adoro todos los cuentos de Kipling, son bellos y maravillosos! 😀