A sus casi 80 años, Juan José Millás vuelve a desafiar las convenciones literarias publicando una nueva narración que, lejos de quedarse en lo testimonial, ahonda con lucidez en la frontera entre realidad y ficción. Con el irónico título Ese imbécil va a escribir una novela, el autor valenciano demuestra una vez más su capacidad para observar el mundo con una mezcla de escepticismo, ternura y aguda inteligencia.
La novela escoge como punto de partida una situación aparentemente banal: el encargo de un nuevo reportaje para la revista dominical de un diario nacional. Sin embargo, lo que empieza como un ejercicio rutinario se convierte en el inicio de un viaje introspectivo donde el narrador, que se llama Juan José Millás y comparte rasgos con el autor, transita por recuerdos, encuentros fortuitos y reflexiones sobre su rol como escritor y ser humano.
Autoficción sin artificios: una conversación entre autor y personaje

En esta historia repleta de referencias personales, Millás toma prestada la estructura de la vida misma: dispersa, caprichosa y muchas veces imprevisible. La autoficción se convierte en un recurso honesto, sin alardes, que permite al lector adentrarse en un mundo donde lo vivido y lo imaginado conviven sin claras fronteras.
El protagonista, alter ego del autor, se enfrenta a una especie de crisis de contenido: no sabe sobre qué escribir. Tampoco quiere repetir lo ya dicho. A través de esa búsqueda temática que nunca termina de concretarse, el lector asiste a una serie de episodios donde los recuerdos de infancia, la figura paterna, los compañeros universitarios ya lejanos, y las dobles entradas de bancos y edificios se convierten en símbolos de la dualidad y las elecciones vitales.
Una historia de dobles: dos padres, dos cabezas, dos versiones de uno mismo

Uno de los hilos más ricos de la novela gira en torno a la idea de la dualidad. Desde las dos entradas de una sucursal bancaria que el niño Millás creía que eran dos bancos distintos, hasta la existencia de dos padres —el biológico y el simbólico—, el relato se inunda de símbolos que apuntan a una identidad múltiple y en constante construcción.
Millás utiliza estos elementos para reflexionar sobre quién es realmente cada uno. ¿Somos quienes decimos ser o quienes los demás creen que somos? ¿Cómo influye la memoria en esa percepción del yo? El personaje rememora cómo antiguos amigos de juventud resultaron ser infiltrados policiales, y cómo, a pesar de todo, decidieron no delatarlo porque lo vieron inofensivo. Detalles como este dotan a la novela de una atmósfera que mezcla humor ácido con melancolía sutil.
El estilo: ironía, precisión y la literatura como necesidad
Más allá del argumento, lo que realmente destaca es la voz narrativa de Millás. Su capacidad para deslizar metáforas, observaciones ingeniosas y digresiones lúcidas dota a este relato de una personalidad propia y difícil de reproducir. A pesar de que a veces se lo ha acusado de extender columnas periodísticas bajo el disfraz de novela, lo cierto es que el tono profundamente literario y la estructura abierta terminan justificando cada desvío.
La novela no está hilada por un conflicto clásico, sino por la voluntad de seguir escribiendo, de seguir pensando, de seguir existiendo a través de las palabras. Al igual que un personaje literario que se resiste a morir, Millás se mantiene activo, no por ambición, sino por necesidad personal. Como él mismo escribe en uno de los pasajes más poéticos: “Quizá he llegado a viejo por pura terquedad. Terco como el papel de fumar”.
Literatura, identidad y ChatGPT: un nuevo cruce de caminos
En paralelo al lanzamiento de esta novela, también ha habido espacio para hablar de inteligencia artificial. En entrevistas recientes, el propio Millás confesó haber utilizado ChatGPT para responder a cuestionarios promocionales, con la excusa del cansancio, pero también como experimento creativo. El escritor indicó que las respuestas generadas por la IA lo sorprendieron por su coherencia estilística e incluso por su ingenio, lo que abrió un nuevo debate sobre el papel de los algoritmos en la construcción del discurso literario.
Este hecho resalta todavía más el contexto en el que se sitúa esta obra: una época de transiciones, donde los escritores reflexionan sobre su oficio mientras la tecnología redefine los límites del autor. La ironía del título, Ese imbécil va a escribir una novela, cobra un doble sentido aquí: una crítica a la banalización del acto de escribir y, al mismo tiempo, una defensa apasionada de lo literario como expresión irrepetible de lo humano.
La obra de Millás representa un ejercicio de libertad creativa, donde el lenguaje fluye sin estructuras rígidas y se convierte en vehículo de pensamiento, emoción y memoria. Es también una invitación a repensar la vejez y el legado desde una perspectiva libre de solemnidad, con una voz literaria que, lejos de apagarse, continúa generando reflexiones sobre lo que significa narrarse a uno mismo en fases avanzadas de la vida.

