Jorge Manrique, uno de nuestros más insignes poetas de los albores de la literatura a la par que hombre de armas, falleció un día como hoy de 1479 cuando estaba luchando por Isabel la Católica en su guerra dinástica contra Juana la Beltraneja. Fue enterrado en el monasterio de Uclés.
De su obra poética se conservan unas cuarenta composiciones y la más famosa son las Coplas a la muerte de su padre. Hoy lo recordamos con una selección de otros poemas.
Jorge Manrique — Poemas escogidos
Quien tanto veros desea
I
Quien tanto veros desea,
señora, sin conoceros,
¿qué hará después que os vea,
cuando no pudiere veros?
II
Gran temor tiene mi vida
de mirar vuestra presencia,
pues amor en vuestra ausencia
me hirió de tal herida;
aunque peligrosa sea,
deliro de conoceros,
y si muero porque os vea,
mi victoria será veros.
Canciones
No tardes, Muerte, que muero;
ven, porque viva contigo;
quiéreme, pues que te quiero,
que con tu venida espero
no tener guerra conmigo.
Remedio de alegre vida
no lo hay por ningún medio,
porque mi grave herida
es de tal parte venida
qu’eres tú sola remedio.
Ven aquí, pues, ya que muero;
búscame, pues que te sigo;
quiéreme, pues que te quiero,
e con tu venida espero
no tener vida conmigo.
Por qué estando él durmiendo lo besó su amiga
Vos cometistes traición,
pues me heristes, durmiendo,
de una herida que entiendo
que será mayor pasión
el deseo de otra tal
herida como me distes,
que no la llaga ni mal
ni daño que me hecistes.
Perdono la muerte mía;
mas con tales condiciones,
que de tales traiciones
cometáis mil cada día;
pero todas contra mí,
porque, de aquesta manera,
no me place que otro muera
pues que yo lo merecí.
Quien no estuviere en presencia…
Quien no estuviere en presencia,
no tenga fe en confianza,
pues son olvido y mudanza
las condiciones de ausencia.
Quien quisiere ser amado,
trabaje por ser presente,
que cuan presto fuere ausente,
tan presto será olvidado:
y pierda toda esperanza
quien no estuviere en presencia,
pues son olvido y mudanza
las condiciones de ausencia.
Tapia
Ausencia puede mudar
amor en otro querer,
mas no que tenga poder
para hazer olvidar.
Porque siendo yo cativo
d’una dama que no veo,
tengo tan nuevo el desseo
que no sé cómo me bivo.
Y por esto de pensar
que ausencia mude querer,
mas no que tenga poder
para poder olvidar.
A una dama muy hermosa
Gentil dama muy hermosa,
en quien tanta gracia cabe,
quien os hizo que os alabe,
que mi lengua ya ni osa
ni lo sabe.
Y pues nombre de hermosa
os puso como joyel,
¿quién osará sino Aquél
cuya mano poderosa
hizo a vos cual hizo a Él?
Compara que la rica febrería
quien la haze es quien la’smalta,
pues hermosura tan alta,
que la loe quien la cría
tan sin falta.
Y si alguno acá quisiere
pensar que quiere loaros,
vaya a veros, y si os viere,
cuando acabe de miraros
no sabrá sino adoraros.
Porque aunque haga la cara
en perfectión el pintor,
siempre tiene algún temor
que la hiziera, si mirara,
muy mejor.
Mas quién a vos os crió
no tiene temor d’aquesto,
porque en todo vuestro gesto
las figuras qu’Él pintó
gran gentileza les dio.
Fin Assí que hallo que Dios
y su Madre gloriosa
no criaron tan preciosa
hermosura como vos,
ni tan hermosa.
Y pues tanta perfectión
os dieron sin diferencia,
a vuestra gran excelencia
escrivo por conclusión:
«Dios haga vuestra canción.»
En una llaga mortal…
I
En una llaga mortal,
desigual,
que está en el siniestro lado,
conoceréis luego cuál
es el leal
servidor y enamorado;
por cuanto vos la hicisteis
a mí después de vencido
en la vencida
que vos, señora, vencisteis
cuando yo quedé perdido
y vos querida.
II
Aquesta triste pelea
que os desea
mi lengua ya declarar,
es menester que la vea
y la crea
vuestra merced sin dudar;
porque mi querer es fe,
y quien algo en él dudase,
dudaría
en duda que cierto sé
que jamás no se salvase
de herejía.
III
Porque gran miedo he tomado
y cuidado
de vuestro poco creer,
por esta causa he tardado
de os hacer antes saber
la causa de aqueste hecho:
cómo han sido mis pasiones
padecidas;
para ser, pues, satisfecho,
conviene ser mis razones
bien creídas.
IV
Señora, porque sería
muy baldía
toda mi dicha razón,
si la duda no porfía
con su guía,
que se llama Discreción;
como en ello ya no dude,
pues es verdad y muy cierto
lo que escribo,
antes que tanto me ayude,
que pues por duda soy muerto,
sea vivo.
V
CABO
Pues es esta una experiencia
que tiene ya conocida
esta suerte,
por no dar una creencia,
no es razón quitar la vida
y dar muerte.
Fuente: Biblioteca Virtual Cervantes