El día 26 de enero se cumplió un nuevo aniversario del fallecimiento del escritor francés Jean-Claude Izzo (1945-2000). Su trilogía de Marsella, protagonizada por el policía Fabio Montale, es su obra más representativa del género negro y quizás también la más famosa.
Llegué a ella gracias al regalo de una amiga y me conquistó. Cuando la terminé me quedé con esa enorme sensación de bienestar que siempre deja la buena literatura. Fabio Montale se quedó con parte de mi corazón. Y la ciudad de Marsella.
Porque Marsella marcó la vida y obra de Jean-Claude Izzo. Hijo de un camarero italiano y una costurera española, fue militante del Partido Comunista francés, integrante de movimientos pacifistas y periodista. A finales de los años sesenta se inició en la literatura escribiendo poesía. Pero conseguiría el éxito a raíz de su primera novela, Total Khéops (1995). Con ella empezó la trilogía que le encumbró en su momento como el más destacado autor de la novela negra francesa.
Trilogía de Marsella. Fabio Montale
Policía escéptico y gran amante del buen comer y beber, Fabio Montale media los treinta y es otro de esos grandes personajes de tradición mediterránea. Comparte características de carácter y costumbres con colegas como Salvo Montalbano o Pepe Carvalho. Pero es mucho más oscuro, con un gran poso de dureza y fatalismo. Sus pocos momentos de paz los tiene pescando o tomándose un pastís o un Lagavulin en la taberna de su amigo Fonfon.
Es de métodos nada ortodoxos y poco convencional. En un momento determinado deja la Policía y se convierte en una especie de detective atípico. Y es duro, sí, pero también entrañable, porque lo reconoces como un perdedor. Izzo lo hace hablar muchas veces con tanta ternura como aspereza.
Total Khéops (1995)
La muerte de un jefe de la mafia marsellesa llevará a Montale a meterse en una turbia trama en la que se mezclan la xenofobia, la marginación y la satanización de los inmigrantes magrebíes. Alrededor también están la corrupción y la amenazadora sombra de la extrema derecha.
Narrada tanto en tercera como primera persona, Montale también tendrá que lidiar con ciertos sentimientos incómodos en un triángulo amoroso donde hay fantasmas muy importantes.
Me miró un instante y casi dijo algo. En lugar de hacerlo, me sonrió. Su sonrisa era de una ternura tal que yo tampoco encontré nada que decirle. Nos quedamos así. En silencio, con la mirada perdida. Cada uno, por dentro, ya en busca de una felicidad posible. Cuando la dejé, ella ya no era una puta. Pero yo no seguía siendo más que un puto policía. Y lo que me esperaba al cruzar la puerta, no había duda alguna, era la podredumbre humana.
Chourmo (1996)
Un joven, que estaba en el sitio equivocado en el momento menos oportuno, es asesinado. Su muerte implica a Montale, ya que era el hijo de una prima suya. Pero en la investigación se las tendrá que ver de nuevo con la mafia y el gran problema del integrismo.
En este mundo ya no había sueños que valieran. Tampoco había esperanza. Y se podía matar a niños de dieciséis años a lo tonto y sin motivo. En las cités, a la salida de la discoteca. O hasta en una casa particular. Niños que nada sabrán de la fugaz belleza del mundo. Ni de la de las mujeres.
Soleá (1998)
El último título de la trilogía pone a Montale al límite y no es nada complaciente. La realidad a su alrededor resulta cada vez más difícil de afrontar. Demasiada oscuridad que amenaza a todo lo que quiere, incluso lo más sencillo. Y nada ni nadie parece a salvo de ella.
Me caían las lágrimas. Saladas también. Sobre sus ojos abiertos. Abracé la muerte. Apasionadamente. La mirada en la mirada. El amor. Mirarse a los ojos. La muerte. No dejar de mirarse.
Por qué leerlas
Por la magnífica prosa de Izzo. Sincera, directa, afilada, pero también tan poética. Y porque, para los que somos amantes de los antihéroes, merece la pena descubrir a Fabio Montale.