
Historias de terror para leer
El terror es un género literario fascinante. A través de él, tanto los autores como los lectores se vuelven capaces de explorar sentimientos tan oscuros y profundos como el miedo, la pérdida, el dolor, la miseria, la paranoia, y, por qué no, la obsesión. Las historias enmarcadas en este nicho se enfocan en recrear, mediante la ficción, eventos traumáticos con el fin de procesarlos más desde la distancia.
Las historias de terror abordan la existencia de un mal que acecha, bien sea entre las sombras o a plena luz del día. Por otro lado, aunque existen varios subgéneros, lo que todas estas narraciones tienen en común es la necesidad de penetrar en la mente humana y descubrir en ella aquellos horrores que intentamos ocultar del mundo.
Las mejores historias de terror para leer
El corazón delator de Edgar Allan Poe (1843)
Poe se encuentra al principio de esta lista porque, quizá, no existe sobre la faz de la tierra alguien que haya entendido el miedo como él. En realidad, todos sus cuentos deberían ser materia obligatoria para cualquier amante del género, pero, El corazón delator, en particular, funciona muy bien como abrebocas. Este relato corto narra la confesión de un hombre que, tras cometer un asesinato, es consumido por la culpa y la paranoia.
La prosa de del autor, cargada de tensión y un ritmo que simula los latidos de un corazón latente, crea una experiencia inmersiva que atrapa al lector en la psique perturbada del protagonista, transformando esta en una de las metaficciones mejor logradas en el ámbito literario más moderno.
Frankenstein de Mary Shelley (1818)
En este apartado podemos hacer un poco de trampa, porque, pese a lo que muchos han llegado a suponer, esta no es una historia de terror, al menos, no en su núcleo. Considerada por muchos como la primera novela de ciencia ficción, la historia de Victor Frankenstein y su monstruosa creación plantea cuestiones filosóficas sobre la ambición humana, la responsabilidad moral y la soledad.
En ella, la brillante autora hace un exhaustivo análisis sobre el deseo de poder del hombre sobre la vida de todas las cosas, así como del precio de la arrogancia. Shelley combina a la perfección una atmósfera sombría con una narrativa profundamente emotiva, convirtiendo a esta obra en una lectura imprescindible.
Drácula de Bram Stoker (1897)
No puede faltar aquí la mención de uno de los monstruos clásicos de la literatura gótica. Como novela, Drácula es un pilar fundamental del terror. La historia del conde, un vampiro que busca expandir su reino de las sombras desde Transilvania hasta Inglaterra, ha dejado una marca imborrable en la cultura popular.
Narrado a través de diarios, cartas y recortes de periódicos, Stoker crea una atmósfera de suspense y desasosiego. Este libro no solo presenta a uno de los villanos más icónicos de la ficción, sino que también examina temas como el deseo, la inmortalidad y el choque entre la ciencia y lo sobrenatural.
Tierra de sueños de Levannys Figueroa (2003)
Los sueños siempre han sido material de inspiración para los autores de terror, pero este libro de relatos lleva a un plano más profundo y personal esa premisa, pues cada uno de los textos que comprende están basados —parcial o totalmente— en pesadillas o representaciones oníricas de la vigilia. En su obra, la autora aborda elementos como la locura, la muerte, y la disociación.
A través de su lectura, es posible comprobar que todo transcurre dentro de un sueño terrible, ya que los conceptos que conforman la narración funcionan como manifestaciones etéreas del subconsciente. Desde personajes de cuentos de hadas oscuros hasta monstruos, la escritora toma prestadas nociones clásicas y los fusiona con sus propias parasomnias.
A este texto me atan muchas cosas relevantes, como conocer de primera mano a su autora, ser fanático de su creación, tener la honra de ser su corrector, editor y la dicha de haberle prologado. Es notablemente satisfactorio ver como las nuevas generaciones de escritores están tomando las riendas del oficio literario de una manera tan prolija. No en vano escribí esto sobre Tierra de sueños:
«… dentro de este espacio onírico que nos desvela la autora todo está muy bien estructurado, los elementos cumplen su debida función, no hay rellenos, los personajes están bien sustentados y desarrollados dentro de las diversas tramas, y, lo mejor de todo: lo inesperado hace gala a la vuelta de cada hoja».
El exorcista de William Peter Blatty (1971)
Se trata de un peso pesado que redefinió el terror moderno, incrustándose para siempre en la memoria colectiva. La novela narra la vida de Regan, una niña dulce que es poseída por una entidad demoníaca, y los esfuerzos desesperados de su madre y dos sacerdotes por salvarla. En su obra, el autor crea una mezcolanza entre un horror visceral con una exploración de la fe.
La obra redimensiona la eterna lucha entre el bien y el mal, construyendo, a partir de la desesperanza y el amor, un puente que diluye la ficción en la realidad más atroz. Por su parte, la adaptación cinematográfica de 1973 cimentó su lugar como una de las historias más aterradoras de todos los tiempos.
Sangre Pura de Carlos Caguana Sucre
La controversia para definir un género como el terror se hace presente en Sangre Pura, una de las obras más personales de Carlos Caguana, quien la define como «horror psicológico». Esto último se traduce en una perturbación del estado mental del lector a través del desarrollo de los personajes.
Siete relatos independientes inspirados en leyendas urbanas peruanas constituyen un ejercicio fascinante para el autor, considerando su origen extranjero. Cada historia personifica un miedo: al bullying, al amor, a la soledad, a la ética y a la enfermedad. La historia homónima del libro es crucial para comprender cómo el miedo a la sangre puede habitar dentro de nosotros sin necesidad de derramar una sola gota.
Cementerio de animales de Stephen King (1983)
King es conocido como «El rey del terror», apodo que se ha ganado con pruebas evidentes. Una de ellas es esta novela, donde ahonda en el dolor de la pérdida y las consecuencias de desafiar el orden natural. Cuando Louis Creed descubre un antiguo cementerio amerindio que permite resucitar a los muertos, su vida y la de su familia cambian para siempre.
Para escribirla, King se inspiró en un pensamiento que le produjo el haberse mudado muy cerca de una vía transitada, y en cómo se sentiría si, en algún desafortunado momento, alguno de sus hijos cayera presa de un camión veloz. En este sentido, Cementerios de mascotas no solo es una de las mejores obras del autor, sino un relato visceral sobre lo desgarrador que resulta el duelo.
La mujer de negro de Susan Hill (1983)
Presentamos una novela gótica contemporánea que sigue a Arthur Kipps, un joven abogado que viaja a un remoto pueblo para organizar los documentos de una difunta clienta. Pronto, el protagonista descubre que la casa está acechada por una figura espectral que trae consigo desgracias. Hill recrea el estilo del terror clásico con una atmósfera inquietante y una narrativa que mantiene al lector en vilo.
Su narración, ampliamente colmada de detalles y momentos inquietantes, recuerdan a antiguas obras, como El castillo de Otranto o el propio Drácula. Al igual que la mayoría de los libros en esta lista, la obra posee una adaptación cinematográfica que, si bien no logra capturar todo el esplendor de la novela, sí cumple con su función de atormentar a los televidentes.
El modelo de Pickman de H.P. Lovecraft (1927)
La historia de este cuento corto se centra en Thurber, un narrador que describe su alarmante amistad con Richard Upton Pickman, un pintor de Boston conocido por sus obras perturbadoras. El artista tiene la habilidad de capturar en sus lienzos escenas de una realidad tan horrenda que desatan el desconcierto y la repulsión entre quienes las contemplan.
Un poco inmune a los romeros que nacen sobre su compañero, Thurber relata su visita al misterioso estudio subterráneo de Pickman, donde el artista guarda sus obras más escalofriantes. A medida que exploran, el narrador se enfrenta a una verdad aterradora: las criaturas y escenas retratadas por el pintor no son simples invenciones, sino representaciones de horrores reales que el hombre ha observado personalmente.