Hermanito: Ibrahima Balde y Amets Arzallus

Hermanito

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Esta es una historia que no tenía intenciones literarias, pero que se convirtió en un pequeño gran fenómeno que ha inspirado, devastado, y hecho reflexionar a una gran comunidad de lectores. Hermanito —o Miñán— es un libro narrado por la voz de Ibrahima Balde, y escrito por la pluma del poeta vasco Amets Arzallus. El relato fue publicado en euskera por la editorial Susa, y después por la editorial Blackie Books, encargada de su traducción al castellano en 2021.

Hermanito comenzó como una solicitud de asilo ante un funcionario de extranjería de Irún en 2018. En ese año Ibrahima Balde conoció a Amets Arzallus, uno de los voluntarios en la red de apoyo para inmigrantes de Guipúzcoa. “Yo estoy en Europa, pero yo no quería venir a Europa”, le dijo Ibrahima a Amets. En ese momento, el vasco se dio cuenta de que se hallaba ante una anécdota muy diferente.

Sinopsis de Hermanito

Una odisea contemporánea

Este no es el tipo de libro que pueda reseñarse sin más, porque hablar sobre su estructura, personajes o estilo narrativo no alcanza para abarcar todos los matices que se muestran en Hermanito. Se trata de la historia real de Ibrahima, un joven de 24 años que atraviesa el continente africano para recuperar a Alhassane, su pequeño hermano de 14 años. En tres años, el protagonista vivió una odisea contemporánea colmada de violencia, amigos, soledad, desarraigo y esperanza.

Dos días después de la llegada del joven a Irún, Amets Arzallus se aproximó a Ibrahima Balde para ofrecerle su ayuda. Sin embargo, fue Ibrahima el que terminó por ayudar al voluntario a realizar un acercamiento paulatino a los traumatizados y necesitados inmigrantes. Tras conocerse un poco, Amets le contó a su nuevo amigo que tenía la posibilidad de pedir asilo. Para obtenerlo, debía someterse a una entrevista con la policía para contar su historia.

La preparación de la conversación

Relatar una anécdota como la que vivió Ibrahima resulta difícil e incómodo. Para aligerar un poco el proceso, Amets le propuso al joven crear un pequeño dossier donde pudiera expresar sus vivencias para hacer más sencilla la comunicación con las personas destinadas a entrevistarlo. De ese modo fue como se embarcaron en una serie de conversaciones transcritas por Amets.

Amets explica que entre las razones que lo motivaron a transformar sus entrevistas a Ibrahima en un libro se encuentran la empatía, la necesidad de los inmigrantes, y la amistad íntima que se desarrolló entre él y el muchacho, al cual quiso ayudar. Pero quizá, el motivo más importante fue la frase: “Yo estoy en Europa, pero yo no quería venir a Europa”.

Gracias a ella, Amets se dio cuenta de que no todos quieren llegar a la Unión Europea con las mismas concepciones del futuro. El poeta comprendió que existe una diversidad en las razones de la gente para abandonar su casa y a su familia. En el caso de Ibrahima, ese leitmotiv fue su amado hermanito.

Una oralidad especial

Mientras escuchaba a Ibrahima, Amets percibió que su forma de expresar sus ideas y anécdotas era muy particular. El joven estaba dotado de una hermosa oralidad, casi poética. Con muy pocas palabras lograba crear imágenes contundentes que nunca dejaron indiferente al entrevistador. Por esa razón, Hermanito cuenta con un lenguaje lírico tan marcado.

“Solía sentarme junto a mi hermano, y le hablaba como ahora te hablo a ti. Le hablaba con la boca y con los ojos, porque así las palabras no se caen”. Esta es una frase de Ibrahima que demuestra la calidad narrativa del texto. La forma en la que el muchacho hila sus historias —aunque duras— nunca carecen de belleza, lo que, a su vez, evidencia la gran resiliencia del protagonista.

El viaje de Ibrahima Balde

Ibrahima nació y creció en Guinea Conakry, junto a sus padres y sus tres hermanos. Desde muy temprano soñaba con ser mecánico o camionero, oficios que le permitirían ganar lo suficiente para quedarse en casa y cuidar de su familia. Su padre murió pronto. Al crecer, el joven logró conducir camiones. Más tarde, cuando Ibrahima se encontraba fuera de casa, su hermano menor emprendió un viaje rumbo a Europa para mejorar su condición de vida.

Sin embargo, tiempo después Ibrahima recibió una llamada de Alhassane desde Libia. Tras salir a buscarlo, se enteró de que su hermanito desapareció en un naufragio.

Preocupado por su bienestar, y con la responsabilidad de ser el mayor de los hijos, Balde inició la frenética búsqueda de Alhassane. A diferencia de aquellos que dejan su hogar en otros continentes para llegar a la Unión Europea, Ibrahima no quería dejar su casa, ni a su madre o sus hermanitas, pero debía proteger al más pequeño de la familia.

Un reto de supervivencia

A partir del día que dejó su casa, Ibrahima Balde tuvo que seguir una pista fantasmal. Sin saber dónde estaba Alhassane o cómo encontrarlo, el protagonista de esta historia atravesó la geografía africana de Guinea hacia Mali. Este viaje no resultó fácil; debió sortear la falta de dinero y apoyo, además de realizar trabajos forzados para subsistir. El desierto inclemente lo llevó a Jeria, desde donde partió hacia Libia y otras regiones.

La búsqueda de su hermano hizo que Ibrahima se encontrase con mercaderes de esclavos, niños guerrilleros, mafias y soldados fronterizos que todavía roban a los transeúntes todo lo que consiguen. Asimismo, fue expuesto a extorsiones y un maltrato inhumano. Más de tres años después, logró llegar a España en un estado de desolación, pero sin perder la esperanza de encontrar a su miñán, a quien aún hoy en día no ha recuperado.

El presente de Ibrahima Balde

Ibrahima Balde y Amets Arzallus

Ibrahima Balde y Amets Arzallus

En la actualidad, Ibrahima vive en Madrid, donde aprende más sobre mecánica de camiones y estudia su castellano. Él utiliza el dinero por los derechos de su libro para pagar la educación de sus hermanas, además de tratamientos médicos para su madre y el piso donde vive.

Algunos fragmentos de Hermanito

  • «El barco de salvamento se quedó a nuestro lado y nos tendió una cuerda larga. Primero subieron los niños y las mujeres. Todos gritábamos pidiendo turno y nos gritaba: ‘Tranquilos, tranquilos’. Entonces me relajé un poco. Llegó mi turno. Me tendieron una cuerda, me dieron agua y una manta. Bebí un trago y comencé a llorar como un niño pequeño, luego me puse de pie y miré alrededor para ver de dónde venían. Ahora ya lo sé, el mar no es un sitio para sentarse».

  • “Cuando el espíritu se te va, no es fácil traerlo de vuelta. Hay mucha gente así, yo lo he visto. Gente perdida, gente que prefiere morir, pero vive. Una persona no puede soportar tanto sufrimiento. Si sufres de esa manera, tú también enfermarás. Tu cabeza te dejará en una silla y se irá. La gente pasará a tu lado y dirá que eres un loco”.


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