Gustave Flaubert. 197 años del autor de Madame Bovary o Salambó

Gustave Flaubert nació el 12 de diciembre de 1821 en Rouen, en la Normandía francesa. Así que son ya 197 años del autor de dos novelas fundamentales del siglo XIX, y ambas con nombre de mujer. Madame Bovary y Salambó. Hoy en su memoria recuerdo a este gran escritor galo con una selección de fragmentos de estas y otras de sus obras.

Gustave Flaubert

Hijo de un cirujano, Achille-Cléophas Flaubert, fue su madre, Anne-Justine-Caroline, la que más representó en la vida de Gustave Flaubert.

Flaubert comenzó a estudiar Derecho, pero lo dejó debido a su epilepsia y otros desequilibrios nerviosos. Esto también influyó en su carácter tímido y neurótico. Así que su existencia quiso ser siempre muy hogareña. Vivió en Croisset, lugar donde los Flaubert tenían una casa de campo. Fue allí donde escribió sus obras más conocidas.

Sin embargo, también viajó por varios países como Egipto, Siria, Turquía o Italia, visitas que le dejaron huella e inspiración para sus obras. También, y pese a no mantener mucho contacto con la gente, sí que tuvo por amigos a importantes nombres literarios de su época como Emile Zola o George Sand.

Murió a causa de una hemorragia cerebral el 8 de mayo de 1880 a los 59 años. Está enterrado en el cementerio de Rouen.

Estilo y obra

A Flaubert se le encuadra dentro de la literatura realista y naturalista. Su obra más famosa es sin duda Madame Bovarypublicada en 1857, novela que narra las vicisitudes de una mujer burguesa adúltera. Por este libro Flaubert fue perseguido y juzgado por atentar contra la moral pública, pero al final quedó absuelto.

Otros títulos importantes son la novela histórica Salambó, La Tentación de San Antonio, Memorias de un loco o Correspondencia, una recopilación de sus cartas, o La educación sentimental, basada en sus amores adolescentes con Elisa Schlesinger.

Estos son algunos fragmentos escogidos de sus obras.

Madame Bovary

«¡Ah!, ¡se había ido el único encanto de su vida, la única esperanza posible de felicidad! ¿Cómo no se había apoderado de aquella ventura cuando se le presentó? ¿Por qué no lo había retenido con las dos manos, con las dos rodillas, cuando quería escaparse? Y se maldijo por no haber amado a León; tuvo sed de sus labios. Le entraron ganas de correr a unirse con él, de echarse en sus brazos, de decirle: “¡Soy yo, soy tuya!».

Razones y osadías

«Por lo que se refiere a la idea de patria, es decir, una determinada porción de terreno dibujada en el mapa y separada de las demás por una línea roja o azul, ¡no! Para mí la patria es el país que quiero, es decir, el país con el que sueño, aquel en que me encuentro a gusto».

Memorias de un loco

«Me había corrompido el gusto y el corazón, como decían mis profesores, y, entre tantos seres con inclinaciones innobles, mi independencia espiritual me había hecho estimar al más depravado de todos; era degradado al rango más bajo por la superioridad misma. Apenas me concedían la imaginación, es decir, según ellos, una exaltación del cerebro vecina de la locura».

Salambó

«Amílcar había pensado que los mercenarios lo esperarían en Utica o que volverían sobre él, y comprendiendo que sus fuerzas no eran suficientes ni para atacar ni para resistir, se dirigió hacia el sur, por la orilla derecha del río, lo que le puso inmediatamente a cubierto de cualquier sorpresa. Quería, dando al olvido primero su rebelión, apartar a todas las tribus de la causa de los bárbaros, para luego, cuando los tuviera aislados en medio de las provincias, caer sobre ellos y exterminarlos.

En catorce días pacificó la región comprendida entre Rucaber y Utica, con las ciudades de Tignicaba, Tesurah, Vaca y otras de occidente. Zunghar, edificada en las montañas; Asuras, célebre por su templo; Yerado, rica en enebros; Taphitis y Hagur le enviaron embajadas. Las gentes de la campiña llegaban con las manos llenas de víveres, imploraban su protección, besaban sus pies y los de los soldados, y se quejaban de los bárbaros. Algunos venían a ofrecerle, en sacos, cabezas de mercenarios muertos por ellos, según decían, pero que en realidad las habían cortado de los cadáveres, pues muchos se habían perdido al huir y se los encontraba muertos en los olivares y viñedos».

La tentación de San Antonio

«Apaga, la oscuridad se hace profunda. Y de pronto pasan por el aire, primero un charco de agua, luego una prostituta, después la esquina de un templo, la cara de un soldado, un carro con dos caballos blancos que se encabritan. Estas imágenes van llegando bruscamente, a sacudidas, destacándose en la noche como si fueran pinturas de color escarlata sobre madera de ébano. Su movimiento se acelera. Desfilan de manera vertiginosa. Otras veces se detienen y van empalideciendo gradualmente, terminando por diluirse. O bien se echan a volar e inmediatamente llegan otras.
Antonio cierra los ojos.


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