Gerardo Diego Cendoya fue un poeta y escritor español, considerado uno de los miembros más emblemáticos de la llamada Generación del 27. En su trayectoria profesional, destacó como profesor de literatura y de música. Su manejo del piano era excelso. Junto a otros integrantes del mencionado movimiento artístico – filosófico, encabezó la creación de una célebre antología.
De igual forma, lideró el “redescubrimiento del gongorismo”. Esta era una corriente culterana encumbrada durante el Siglo de Oro español que tuvo como norte exaltar la obra de Góngora. Hacia el final de su vida, la trayectoria literaria de Diego fue honrada con el Premio Miguel de Cervantes de 1979 (en conjunto con Jorge Luis Borges).
Biografía
Infancia y estudios
Nació en Santander, el 3 de octubre de 1896. Dentro del seno de una familia de comerciantes textiles, lo cual, le permitió una excelente formación intelectual. De hecho, el joven Gerardo fue capaz de destacarse en clases de solfeo, piano, pintura y literatura. Adicionalmente, el renombrado crítico Narciso Alonso Cortés fue uno de sus instructores. Él le inculcó el amor por las letras.
En la Universidad de Deusto cursó estudios de Filosofía y Letras. Allí conoció a Juan Larrea, con quien entabló una amistad clave para su carrera literaria. Aunque, el doctorado lo obtuvo finalmente en la Universidad de Madrid. En esa casa de estudios obtuvo la cátedra de Lengua y Literatura, materia que luego impartió en lugares como Soria, Cantabria, Asturias y Madrid.
Primeros trabajos
El cuento La caja de abuelo (1918) fue su debut literario, publicado en El Diario Montañés. Asimismo, durante ese tiempo colaboró con diversos medios impresos. Entre ellos, Revista Grial, Revista Castellana. También escribió para algunos magacines vanguardistas como Grecia, Reflector o Cervantes. En la capital española comenzó a frecuentar el ateneo y a nutrirse de la actividad artística reinante a principios de los años 20.
El romancero de la novia (1920) fue su primer libro de poesías. En este texto es palpable el influjo de Juan Ramón Jiménez y su apego por los modos tradicionales. No obstante, tras una corta estancia en París, Gerardo Diego comenzó a inclinarse hacia corrientes vanguardistas. Estas se vinculaban con el creacionismo y las composiciones líricas melodiosas.
Evolución hacia un estilo vanguardista
La capital francesa acercó al poeta santanderino al cubismo. A partir de esa experiencia comenzó a entremezclar dos o tres temas dentro un mismo poema. Al mismo tiempo, incorporó la creación de imágenes a sus libros de poemas. Estos aspectos son palpables en sus siguientes publicaciones, Imagen (1922) y Manual de Espuma (1924).
A continuación, se muestra un fragmento del poema “Creacionismo” (final del primer capítulo de Imagen):
“¿No os parece, hermanos
que hemos vivido muchos años en el sábado?
Descansábamos
porque Dios nos lo daba todo hecho.
Y no hacíamos nada, porque el mundo
mejor que Dios lo hizo.
Hermanos, superemos la pereza.
Modelemos, creemos nuestro lunes,
nuestro martes y miércoles,
nuestro jueves y viernes .
… Hagamos nuestro Génesis.
Con los tablones rotos
con los mismos ladrillos,
con las derruidas piedras,
levantemos de nuevo nuestros mundos.
La página está en blanco”.
Según Ruiza et al. (2004), la manera correcta de analizar la obra de Diego es “a través del reconocimiento de esas dos vías paralelas representadas, según su propia enunciación, por la ‘poesía relativa’, sostenida por la realidad perceptible, y la ‘poesía absoluta’, sustentada en la misma palabra poética y muy secundariamente en la realidad evidente”.
Consagración
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En 1925 Gerardo Diego publicó Versos humanos, un poemario que significó un punto de inflexión en su carrera literaria. Pues ese mismo año fue reconocido con el Premio Nacional de Literatura (recibido junto a Rafael Alberti). Además, en esa época permaneció durante largas temporadas en Gijón, donde fundó las revistas Carmen y Lola, ambas de corte vanguardista.
Por la reivindicación del gongorismo
El escritor cántabro encabezó, junto a Alberti, Pedro Salinas y Melchor Fernández Almagro, una serie de ediciones y conferencias conmemorativas con motivo del Centenario de Góngora. A la iniciativa se sumaron literatos de la talla de Dámaso Alonso, García Lorca, Bergamín, Gustavo Durán, Moreno Villa, Marichalar y José María Hinojosa.
Poesía española
En 1931 consiguió el traslado al Instituto de Santander, previamente había dictado conferencias y recitales en Argentina y Uruguay. Un año después apareció la antología que le dio fama definitiva a los poetas de la Generación del 27: Poesía española: 1915 – 1931.
El libro también abarca autores de la Edad de Plata como Miguel de Unamuno y Antonio Machado. Aunque para la segunda versión (1934), Juan Ramón Jiménez decidió autoexcluirse. La lista de poetas contemporáneos presentes en la antología incluye a:
- Rubén Darío.
- Valle-Inclán.
- Francisco Villaespesa.
- Eduardo Marquina.
- Enrique de Mesa.
- Tomás Morales.
- José del Río Sainz.
- Alonso Quesada.
- Mauricio Bacarisse.
- Antonio Espina.
- Juan José Domenchina.
- León Felipe.
- Ramón de Basterra.
- Ernestina de Champourcín.
- Josefina de la Torre.
Antes y después de la guerra civil
En 1932, Diego publicó en México Fábula de Equis y Zeda, una parodia con tintes mitológicos y gongorinos. Ese mismo año lanzó Poemas adrede, obra que demuestra un patrón métrico barroco —con décimas y sextinas reales— para otorgarle consistencia a la temática vanguardista. A la par, durante los años previos a la guerra civil el escritor español ofreció conferencias en todo el mundo.
En 1934 contrajo matrimonio con Germaine Berthe Louise Marin, de nacionalidad francesa. Ella era doce años menor que él. Tuvieron seis hijos. Cuando estalló la guerra civil, Diego estaba en Francia, con los parientes de su mujer. Regresó a Santander en 1937, tras la victoria de las tropas del General Francisco Franco.
Franquista
Gerardo Diego asumió una postura inequívoca en pro de la falange franquista y permaneció en España durante la dictadura. Por ende, su actividad literaria no se vio afectada. Es más, durante la década de 1940 ingresó a la Real Academia (1947) y publicó varias de sus obras más elaboradas. Entre ellas: Ángeles de Compostela (1940), Alondra de verdad (1941) y La luna en el desierto (1949).
Del mismo modo, escribió artículos en distintos medios adeptos al régimen, tales como el diario La Nueva España de Oviedo y las revistas Vértice, Tajo, El Español y Santo y Seña. Su apoyo al franquismo fue repudiado por muchos de sus compañeros de generación, especialmente cuando no abogó por la excarcelación de Miguel Hernández.
Su ¿congruente? justificación
Pablo Neruda criticó duramente la posición de Diego en algunos versos de su Canto general. Sin embargo, el aludido expresó en su Autobiografía: “La guerra… no estorbó lo más mínimo para que conservásemos nuestra amistad, e incluso, la divergencia cada vez más acentuada en las poéticas respectivas, porque unos empezaron a hacer una poesía más o menos tipo surrealista”…
Legado
Gerardo Diego Cendoya tuvo una larga vida. Murió en Madrid a los noventa años, el 8 de julio de 1987. Por esta razón —principalmente a partir del período de posguerras— tuvo tiempo para ensanchar su número de publicaciones hasta más de medio centenar de libros. Casi todos ellos pertenecen al género poético, entre los cuales, los más destacados son:
- Biografía incompleta (1953).
- Poesía amorosa (1965).
- Vuelta al peregrino (1967).
- La fundación del querer (1970).
- Versos divinos (1971).
Al final —ideologías al margen— el enorme legado del autor santanderino le fue valorado en vida con el Premio Miguel de Cervantes de 1980. Este galardón le fue otorgado de manera compartida con Jorge Luis Borges (ha sido la única ocasión en la cual se entrega de esta forma). No en vano, la influencia de Gerardo Diego en la poética cántabra y nacional, se mantiene vigente hasta la actualidad.