Excusas que se dan para NO leer. ¿Las hay realmente?

¿Hay excusas? ¿Por qué?

Porque hay personal que (se) las da constantemente. Excusas o razones. ¿O las dos cosas¿Para NO leer? ¡Si nos pasamos la vida leyendo! ¿Y qué preferimos? ¿Leer el tique de la compra, el enésimo informe de cuentas, la décima traducción? ¿O pensar que leer puede ser como el sexo? Ah, palabrita que atrae, ¿eh? Desde luego, si queremos dar o hacer un buen repaso, pocas veces decimos que no tenemos tiempo o un hueco. Seguramente estamos todos de acuerdo en que la literatura erótica, buena, regular o mala, siempre tiene adeptos.

En fin, veamos esas excusas, que suelen ser las mismas. O a veces hasta se inventan.

No tengo tiempo

La excusa de excusas. Pero para ver esa serie de televisión que tenemos pendiente sí que encontramos ese ratito. O sea, que me parece que sí que podemos buscarlo también para unas cuantas páginas de esos libros cuya lista se pierde en la noche de los tiempos.

¿Qué tal si nos proponemos una noche del Jon Nieve televisivo y otra del Jon Nieve literario? «Bah, no me vale. Es que si ya veo la serie, ¿para qué voy a leer el libro?», responde el listo (y perezoso) de turno. Pero ¿cuántas veces nos hemos llevado la grata sorpresa de que el libro nos gustó más que la peli o la serie? Muchas, ¿verdad?

Podemos sacar ese ratillo. Por ejemplo, los que somos de “tronos” reposados podemos llevarnos desde el tebeo de Mortadelo y Filemón (¿quién me lo puede negar?) al Ulises de Joyce, que ya tiene mérito. Y los que viajamos en tren, bus o metro no tenemos excusa posible más que el sueño mañanero. Se puede combatir perfectamente si tienes una buena historia entre manos.

Igual que se gastan diez minutos en los mensajes chorras del WhatsApp, se pueden gastar en leerse unos simples titulares de prensa o un capitulito del libro electrónico del lector. Porque los teléfonos móviles (tan inteligentes y de pantallones como son ahora) también llevan aplicaciones de lectura y sus libros. Los tamaños de fuente son ajustables en el WhatsApp, ¿no? Pues en estas aplicaciones también.

Yo confieso públicamente que me enganché a una trilogía de novela romántica y los últimos dos títulos los leí en el móvil. Sin anestesia, sin vergüenza, a pelo. Los de corazón negro también lo tenemos esponjoso de vez en cuando. Y aquel enamorado jinete de bronce a mí me lo puso a punto de nieve.

Es que estoy estudiando y ya me toca leer muchos libros

Claro. Para mí fue lo mismo leer aquel Curso de lingüística general de Ferdinand de Saussure que El perfume o El nombre de la rosa de Umberto Eco. Hombre, el lingüísta suizo y el semiólogo italiano de otra cosa no, pero de lenguas y su uso entendían un poco. No obstante, como con todo, aprendemos a discriminar desde alimentos a lecturas. Si no, es que tenemos un problema. En fin, que una cosa es la obligación y otra la devoción. La cuestión es organizárselas de la mejor manera.

No soy capaz de acabarme ninguno

En mi pueblo se contesta a esto de una manera: mentira y gorda. Si hay una buena historia, seguro que la acabas antes o después. Pero la acabas. De acuerdo en que no puedes obligarte a leer lo que te parece un ladrillo. Para eso hay una solución: cerrar el ladrillo y buscar otro material.

Es otra excusa o razón para los estudiantes y esos manuales que normalmente consideran penas de cadena perpetua. Pues esos, en teoría, hay que acabárselos y, aún más esfuerzo, estudiárselos. ¿De verdad no se puede terminar una buena novela de aventuras, negra o romántica? ¿O un hermoso poemario?

Yo traducía a Jenofonte, Marcial o Tolkien y me parecían diabólicos con sus aoristos, ablativos absolutos o ese peñazo de dialecto hobbit. Pero disfrutaba con fruición de los 10 000 mercenarios griegos que querían volver a su casa y de los más que calientes epigramas del clásico bilbilitano. Eso sí, de los hobbits nunca quise saber nada más.

Y a ver qué leo

Siempre hay un libro para un descosido. Para cada momento, edad o lugar. Para todos los colores: negro, rosa, amarillo, blanco, arcoíris…

¿Me gusta el fútbol? La enésima biografía del crack de turno. Nada como los ídolos para impulsarte a saber más de ellos. Lo que he llegado yo a leer de los míos, con los que he tenido, tengo y tendré.

¿Soy cocinitas? Hay 3 739 679 libros de recetas, cocineros famosos o aficionados.

¿Soy un triste, un agobiado, un tirado, quiero superarme? Los millones anteriores de libros se elevan al cubo. Sabios, filósofos de altura y de medio pelo, psicólogos de renombre y sin nombre. Igual tus problemas o agobios no desaparecen. Pero a lo mejor sí. Y habrás leído esos estupendos libros de autoayuda.

Y recordemos: los soñadores siempre leen. Si eres uno, jamás te habrás puesto una excusa.

Porque lo importante es:

Tratar de disfrutar, aprender o discernir, aunque sobre todo disfrutar. No hay excusas ni razones para no leer.


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