Entrevista a R. G. Wittener, creador de Monozuki.

R. G. Wittener

Hoy tenemos el placer de entrevistar a R. G. Wittener (Witten, Alemania, 1973), escritor español de relatos y novelas de ciencia ficción, fantasía, y terror; y conocido desde el 2018 por su libro Monozuki. La chica zorro, una historia de fantasía oriental.

R. G. Wittener, el autor y su obra

Actualidad Literatura: Antes de nada, y para el que no te conozca, ¿puedes contarnos un poco quién es R. G. Wittener, tus orígenes, y a lo que te dedicas en la actualidad?

R. G. Wittener: Me llamo Rafael González Wittener, nací en Alemania a mediados de los setenta y, a muy corta edad, mi familia se trasladó a Madrid, donde he crecido y vivido.
Mi contacto con la literatura fue a edad temprana, pues empecé a leer con cuatro años, me atreví a escribir mi primera novela con unos quince y logré ser finalista del premio de relatos El Fungible, que otorga el ayuntamiento de Alcobendas, con 25 años.
Sin embargo, mi dedicación a la escritura discurrió entre numerosos altibajos hasta el año 2010, cuando publiqué por primera vez con la extinta editorial Grupo AJEC. Desde entonces he participado en múltiples antologías, como The Best of Spanish Steampunk de la editorial Nevsky, por citar una, me atreví a darle una vuelta de tuerca a los cuentos clásicos en una colección de relatos titulada Ni colorín ni colorado, y hasta ahora, que os presento la novela Monozuki. La chica zorro, editada por Carmot Press.
Actualmente vivo y trabajo en Madrid, y en mis días de descanso no es raro verme escribiendo en alguno de los cafés del barrio de Maravillas.

AL: ¿Qué hizo que quisieras ser escritor?

Wittener: Esas mismas novelas que había estado leyendo desde pequeño fueron las que me empujaron a escribir. 20.000 leguas de viaje submarino, El corsario negro, La historia interminable, la saga de Dragonlance… Disfrutaba muchísimo con ellas, pero también me gustaba sentarme delante de un cuaderno e inventarme las mías propias. De ahí a querer ser un escritor profesional es algo que, imagino, les ocurre a muchas de las personas que escriben de forma orgánica. Acabas acariciando la idea de llevar tus historias a los lectores y das un paso más serio.
Aunque, como no se me da mal dibujar, yo empecé enfocándome hacia el mundo de los cómics y la narración gráfica; más como dibujante que como guionista. Solo a raíz de publicar mi primera novela comprendí que narraba mejor escribiendo que dibujando.

AL: Tu estilo, como se puede apreciar en Monozuki. La chica zorro, es sencillo, que no simple. Consigues trasmitir mucho con pocas palabras, y sin ser rebuscadas, lo que no muchos escritores logran. ¿Hay una intención estética detrás de esto, o sencillamente es el tipo de prosa con la que más cómodo te sientes?

Wittener: Como ya he dicho, mi relación con el cómic ha sido muy larga. Y de ella he heredado la costumbre de plantearme las escenas como una serie de viñetas, de modo que al escribir intento transmitir qué estarían viendo los lectores en cada uno de esos planos. Aunque soy muy visual en la narración, evito extenderme en descripciones para lograr que el resultado tenga una lectura fluida, que es mi propósito final. Algo a lo que colabora el que procuro seguir un consejo literario que dice que debes centrarte en lo que es importante para la historia y eliminar lo accesorio.
Una de las herramientas principales para transmitir la historia de una forma tan concisa es procurar tener riqueza léxica en la historia. Eso hace que en más de una ocasión dedique un buen rato a encontrar la palabra exacta que describa lo que quiero transmitir, y en mis manuscritos se pueden ver muchas anotaciones que me dejo para, a la hora de pasar el texto a limpio, revisar si hay algún término que funcione mejor.
Por otra parte, también es cierto que Monozuki se escribió pensando en un público juvenil y eso tuvo también una cierta influencia en el resultado final, desde luego. Así que, en resumen, diría que hay una función estética, pero sobre todo funcional.

AL: Hablando de esta misma novela, ¿qué te llevó a escribirla? ¿Cuál fue el origen de la historia de Monozuki?

Wittener: Monozuki comenzó como una historia infantil, un cuento breve con toques ecológicos, escrito a instancias de una amiga. En ese primer momento no había una Monozuki y su universo tampoco era el del mundo que todos conocemos.
Tiempo después, surgió una convocatoria de relatos en una editorial y pensé que su trama me serviría a la perfección como base para escribir una historia más larga y allí fue donde surgió Monozuki y su mundo de inspiración japonesa. Una amiga, que formaba parte del jurado, me dijo que la historia tenía potencial y me recomendó que le diera más espacio, que lo convirtiera en una novela. Aunque no sabía muy bien cómo hacerlo, fui añadiendo pasajes y enriqueciendo el trasfondo de su universo, un poco como un desafío o un ejercicio literario, sin saber dónde iba a acabar o si lo dejaría en algún momento. Hasta que, un buen día, le comenté a la editora de la editorial Carmot lo que estaba haciendo, le gustó lo que leyó, y con su ayuda la novela acabó convirtiéndose en el libro que podéis leer ahora.

Monozuki

Portada de «Monozuki. La chica zorro».

AL: Ya que tienes experiencia en ambos casos, ¿cuáles consideras que son las diferencias principales entre escribir un cuento y una novela?

Wittener: La principal diferencia radica en la disciplina de escritura que requiere escribir una novela. Hay un montón de anécdotas al respecto de cómo hacían los autores clásicos para centrarse en la escritura, o casos modernos como el de Stephen King y sus dos mil palabras diarias antes de salir del despacho. Ejemplos que solo vienen a decirnos, en resumidas cuentas, que el 99% de lo que escribas o divagues durante ese tiempo debe estar centrado en la novela, su trama, sus personajes, si el narrador es el correcto…, etcétera, hasta que le pongamos el punto final. Incluso aunque se tenga un buen ritmo de escritura, hay que saber que una novela nos va a tomar varios meses en todo su proceso: planificación, sinopsis, escritura, reescritura, revisiones varias…, y que la mejor manera de evitar que se quede a medias es escribir todos los días.
El relato, por otra parte, te pide mayor concreción y que no te disipes en la narración. Tienes que coger al lector en la primera línea y mantenerlo atrapado hasta la última página. Para conseguir eso es muy importante que sepas qué quieres contar, en qué tono lo vas a hacer y qué clase de sensaciones pretendes despertar en el lector. Si no tienes claro dónde vas al coger el boli, es complicado que el resultado final consiga cumplir tus propias expectativas. Por eso, aunque a veces puedo escribir un borrador de un cuento en unas horas, lo que hago cuando no tengo ese impulso de vomitar una historia que me quema en la imaginación, es prepararme una sinopsis breve y sencilla sobre qué va a contar la historia y cuál es el final que tengo en mente.

AL: ¿De cuál de tus obras te sientes más orgulloso y por qué?

Wittener: Mi primera novela, El secreto de los dioses olvidados, supuso un antes y un después definitivo en mis aspiraciones como escritor, amén de permitirme conocer a varios autores con los que ahora comparto amistad. Eso la hace muy importante para mí.
Pero Monozuki. La chica zorro es la novela de la que más orgulloso me siento ahora mismo, por lo que representa en cuanto a progreso cualitativo en todos los aspectos.

AL: ¿Nos puedes hablar de tus influencias tanto literarias como extraliterarias?

Wittener: ¿Seguro que hay espacio aquí para que hable de todos?
En lo literario, los autores que me convirtieron en lector, y los primeros a los que quise imitar a la hora de escribir mis propias historia, fueron Verne, Salgari, y Asimov. A esos se les unirían en la adolescencia King, Margaret Weiss y Lovecraft. Después, ya de adulto, les siguieron otros autores a los que he admirado y de los que he querido aprender: Neil Gaiman, Terry Pratchett, Shirley Jackson, Vladimir Nabokov, Jon Bilbao, Joe Abercrombie, Joyce Carol Oates y Greg Egan, sobre todo.
Mi larga relación con el cómic me dejó la capacidad para visualizar una escena en viñetas, y una fijación muy grande por los héroes inadaptados y los antihéroes tras años de lectura de los X-Men. Aunque, además de los cómics de superhéroes, a lo largo del tiempo también me han fascinado obras como las aventuras de Valerian, V de Vendetta, Top Ten, Hellboy, Fábulas o, muy recientemente, Monstress.
En cuanto a mis referencias extraliterarias, las encuentro siempre en el cine y la televisión, en la producción audiovisual. Creo que la lista sería interminable… ¡y de lo más variada! Matrix, Fringe, Ghost in the Shell, Million dollar baby, Sin perdón, La princesa Mononoke, Aliens, Sherlock, Doctor Who, por citar unas cuantas. Unas veces es por su temática, otras por el desarrollo visual, otras por sus personajes… Todas, de forma consciente o inconsciente, me han influido en lo que escribo.

AL: Parece ser que te gusta la animación japonesa, ¿qué series o películas te han marcado? ¿Recomiendas alguna? ¿Qué opinas de este medio como vehículo para contar historias?

Wittener: Consumo menos anime del que podría parecer y, ahora mismo, estoy lejos de la época en que seguía series a diario, pero es un medio que me gusta mucho. De pequeño aluciné con Mazinger-Z y el Comando-G. Luego viví el boom de Bola de dragón, Caballeros del zodiaco y todas esas series de corte romántico vinculadas al beisbol, el voleibol, etcétera. Todo aquello alcanzó un punto álgido con Akira y, más tarde, Ghost in the Shell y largometrajes de Ghibli, como La Princesa Mononoke y El castillo ambulante, sobre todo.
En cuanto a recomendaciones, me temo que no voy a descubrir nada novedoso a los más aficionados al género: Perfect blue, Paprika, Planetes, Mis vecinos los Yamada, y las mencionadas La princesa Mononoke, Ghost in the Shell, y El castillo ambulante.
La animación, y no solo el anime, tiene un gran poder narrativo. Dispone de una libertad total para el manejo de planos y del propio tiempo, que le permite convertir las palabras en imágenes de forma casi literal. Cualquier universo que imagines, puede plasmarse en el anime. Y, por supuesto, es un medio más que válido para contar historias. Con sus peculiaridades técnicas y de lenguaje visual, pero tan bueno como los demás.

AL: Es conocida tu costumbre de no escribir linealmente, ¿cómo logras luego conectar las distintas escenas, y que el lector experimente la historia como un bloque sólido, sin fisuras?

Wittener: La verdad es que, después de mi primera novela, he ido dejando un poco de lado la escritura no lineal como sistema de trabajo. Con Monozuki volví a usarlo, pero solo para añadir escenas a la trama original. En mi caso, he llegado al convencimiento de que es un procedimiento que me da mejores resultados si lo abordo a la manera de redactar un tráiler del libro: desarrollando aquellas partes que tengo más claras, para que me ayuden luego a dar forma a los elementos más difusos cuando me ponga a escribir de forma lineal.
Por supuesto, escribir toda una novela de esta manera me obliga, en primer lugar, a tener una sinopsis bien definida, por no decir que definitiva e intocable, y luego a repasar con mucho cuidado que la continuidad de todos los elementos de la narración no se vea afectada. Algo que hace aún más importante el proceso de revisar el manuscrito después de acabarlo. Pero ese es el precio a pagar a cambio de tener el lujo de escribir según el humor que tengas ese día y poder decidir qué hacer. Por ejemplo, si no me apetece ponerme con una escena de acción sino profundizar en el romance de los protagonistas o en describir su mundo, lo hago.

R. G. Wittener

R. G. Wittener.

AL: ¿Podrías darle algún consejo a los escritores noveles que aspiran a seguir tus pasos?

Wittener: No puedo ser demasiado original, porque se trata de un consejo que van a leer en cualquier manu

AL: escribe todo lo que puedas, si es a diario, mejor, y lee de todo. Practicar es lo que permite mejorar y, cuando repases lo que has escrito meses atrás, acabarás encontrando textos brillantes entre una mayoría que tú mismo sabrás que hay que retocar para que lleguen a un buen nivel.

AL: Qué es lo que más disfrutas, y lo que menos, del oficio de escritor.

Wittener: Lo que más me gusta de escribir es hablar luego con los lectores. He asistido ya a varios debates de clubes de lectura, y resulta muy enriquecedor ver cómo han interpretado tal o cual escena, responder a preguntas sobre qué te inspiró algún elemento de la historia, descubrir que hay referencias que no percibías mientras escribías, o saber qué les ha hecho sentir en general. No todos los comentarios son positivos, desde luego, pero de esos también se aprende.
La otra cara de la moneda es el aceptar según qué críticas. Escribir una novela requiere mucho tiempo y esfuerzo, y se pone la piel y el alma, y no siempre es sencillo recibir comentarios de personas que no han hecho una lectura consciente o que tienen ciertos prejuicios de base. Es necesario templar nervios y tomarse con calma las opiniones de los demás. En mi caso, procuro revisar lo que dicen sobre cada obra, ver si la crítica coincide con las de otras personas al hablar de tal o cual punto, y me planteo qué podría hacer al respecto. Si opino que la crítica es fundada y que podría ser un cambio a mejor, procuro aplicarlo.

AL: Dejando a un lado la literatura, ¿qué aficiones tienes?

Wittener: El cine es mi principal afición. Si tengo ánimos, puedo ir al cine hasta dos o tres veces en una semana. También, todos los años procuro reservar días en mis vacaciones de verano para asistir al Zinemaldia de San Sebastián. Aparte de eso, aún leo cómics, juego a juegos de mesa cuando tengo ocasión, y me gusta coleccionar plumas estilográficas.

AL: ¿Cómo es el día a día de R. G. Wittener?

Wittener: Mi día a día es bastante aburrido: madrugo mucho, me voy a trabajar, vuelvo a casa para comer y reparto la tarde lo mejor que puedo entre escribir, ponerme al día con series de televisión o lecturas, y hacer vida social.

AL: Una cita que te guste especialmente.

Wittener: «Un hombre no sabe de qué es capaz, hasta que lo intenta». —Charles Dickens.

AL: Una palabra que te defina.

Wittener: Tenaz. Lo llevo tatuado en el antebrazo, por si algún día flojeo.

AL: Y para finalizar, ¿podrías adelantarnos algo de tu próximo proyecto?

Wittener: Mi último proyecto no es demasiado secreto. Para quien no me siga en redes sociales, le bastará con leer la solapa de Monozuki y descubrir que se trata de una segunda parte. La verdad es que no era algo que tuviera en mente cuando le puse punto final a la novela, pero mi editora me persuadió para darle más aire al universo de Monozuki en más libros. La primera novela es autoconclusiva y no es necesario leer esta segunda parte para entender la primera, pero todos aquellos que están disfrutando del mundo de Monozuki se alegrarán de saber que las aventuras continúan y que la trama se pone muy interesante.

AL: Muchas gracias por la entrevista, Wittener. Ha sido todo un placer.

Wittener: Muchas gracias a ti y a Actualidad Literatura por darme esta oportunidad, y confío en poder repetir algún día en el futuro.

Podéis seguir a R. G. Wittener en Twitter, Instagram, o leer su blog personal.


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