“La Casa de Bernarda Alba” es quizá la pieza teatral más trascendente de Federico García Lorca y encierra en sí misma un vasto universo significativo y simbólico que gira en torno al concepto de libertad.
El drama surge del conflicto que mantienen Bernarda Alba, que representa la autoridad, y el deseo de sentirse libres de algunas de sus hijas, especialmente de Adela, la menor de ellas.
Lorca, que vivió en sus propias carnes la represión sexual por su homosexualidad, nos presenta a la perfección un espacio cerrado en el que el deseo carnal es tratado como pecado y las mujeres que lo habitan están condenadas de antemano a no conocer varón. Dicha prohibición pesa sobre ellas, haciendo que desviarse de las pautas marcadas por la autoritaria Bernarda conduzcan solamente a la fatalidad. Muerto el marido de Bernarda no hay hombres ni debe haberlos, y el poder último de todo recae sobre la propia madre, cuyo bastón no es más que un símbolo fálico que justifica dicho poder.
La atmosfera recuerda mucho a la de un convento, dada la reclusión de las virginales hijas dentro del espacio de la propia casa de la apenas salen y en la que la figura del hombre está más que prohibida. Así, cierta simbología marca dicho paralelismo: las blancas paredes sugieren virginidad y los gruesos muros de la vivienda certifican la reclusión a la que están sometidas
Pero los deseos no entienden de diques, y la joven Adela lleva su ardor hasta las últimas consecuencias tratando primero de colorear con sus vestidos el luto permanente de la casa en claro síntoma de rebeldía y decidiendo en última instancia que el suicidio es mejor que vivir sin poder dar rienda suelta a lo que en su pecho late. Ella ama y además es correspondida, por lo que no concibe la vida sin su amado y por tanto los latidos de su corazón sobran.
La obra termina como empieza, con Bernarda ordenando a sus hijas silencio y pidiendo que guarden para ellas el dolor por el suicidio de la más joven de las hermanas ya que, a su juicio, las apariencias y la compostura son netamente superiores a los sentimientos que bajo ningún concepto deben salir a la luz ya que eso sería una muestra de debilidad. Esta impactante imagen es una clara crítica a la vieja moral que censura los deseos y lo espontáneo en pro de un orden más aparente que sincero que promueve una rectitud más hipócrita que virtuosa.
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Foto – Lo que quiera hoy
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