Libros para el verano: El rumor del oleaje, de Yukio Mishima

Desde la España de interior en la que enfrento el duro agosto hoy viajamos a la enigmática literatura japonesa, la misma que autores como Banana Yoshimoto o Haruki Murakami, por nombrar solo algunos ejemplos, han convertido en un género en sí mismo; uno tan sutil como crítico y evocador. En esta ocasión es el gran Yukio Mishima con su obra El rumor del oleaje quien nos transporta a  una lejana isla japonesa para hacernos testigos de la historia de dos jóvenes adolescentes atrapados entre acantilados, olas y pueblos a los que apenas llega la electricidad.

Letras fresquitas para afrontar agosto.

El último rincón de Oriente

Más que los propias personajes, la isla de Utajima, situada en la costa de la Prefectura de Nagasaki, al sur de Japón y abierta al océano Pacífico, es la principal protagonista de El rumor del oleaje. La isla, comprada hace unos años por el cantautor japonés Masashi Sadha, debió ser, al menos hasta la época en la que Mishima publicó el libro (1954), un paraíso hermético, tan sólo ocupado por un faro gestionado por un matrimonio, un templo sintoísta y un pequeño pueblo de pescadores.

Un lugar apartado donde tiene lugar la historia de amor furtiva entre Shinji, un joven y humilde pescador, y Hatsue, la hija de un acaudalado habitante del pueblo. Dos protagonistas erosionados por los vientos pacíficos, que se refugian bajo los pinos en mitad de la tormenta y evitan las inclemencias surgidas en un pueblo atrasado, marcado por la diferencia de clases.

Con gran sutileza, Mishima teje una sencilla (y azarosa) historia de amor entre dos jóvenes que se abren, lentamente, como una flor de cerezo, al sexo y el amor adolescente en un entorno marcado por el conservadurismo, pero también una naturaleza evocada como pocos por Mishima, amante de un bucolismo que también reflejó en muchas de sus obras.

Yukio Mishima: escritores incomprendidos

Fotografía: The Japan Times

A pesar de la sencillez que irradia El rumor del oleaje, su autor, Yukio Mishima, es posiblemente uno de los escritores más complejos que ha dado el siglo XX.

Nacido en Tokio en 1925, Mishima era descendiente de una familia emparentada con los samuráis, siendo su abuela, una mujer con problemas mentales y consumista de los libros en lenguas europeas, la principal figura de su infancia y uno de los recursos más utilizados en su obra. Al crecer, la negación por parte del ejército a que ingresara como piloto durante la Segunda Guerra Mundial debido a la tuberculosis crearían en Mishima una profunda frustración que decidió paliar con el ejercicio (sus famosas instantáneas tomadas en los años 50 son algunos ejemplos) y la literatura.

Considerado como el principal escritor de la posguerra japonesa, Mishima escribió 40 novelas, 18 obras de teatro, 20 libros de relatos y otros 20 ensayos. De sus obras, las más famosas son El marinero que perdió la gracia del mar, Confesiones de una máscara, El rumor del oleaje, y la tetralogía El mar de la fertilidad, compuesta por los títulos Nieve de primavera, Caballos desbocados, El templo del alba y La corrupción de un ángel. Obras de un estilo particular en las que Mishima aprovecha para vomitar su visión de un mundo en el que nunca llegó a encajar.

Viajero empedernido y candidato al Nobel en tres ocasiones (se cree que nunca llegó a conseguirlo por su ideología de ultraderechas), el autor se convirtió en un misterio en sí mismo, abrazado a un conservadurismo que lo ataba y frustraba por igual.

Mishima murió en 1970 cometiendo el yukuku, un suicidio ritual de herencia samurái fomentada por la Tatenokai, una milicia militar que defendía los antiguos valores de la nación japonesa, mediante la decapitación. Mishima planificó su muerte durante cuatro años y envió el último título de El mar de la fertilidad a su editor antes de tomar la decisión final.

Aunque ciertas obras puedan no ser las más apropiadas a la hora de introducirse en el universo de Mishima, El rumor del oleaje es un libro sencillo y ideal para iniciarse. Una obra que permite viajar a una lejana isla de hogueras en la playa y pinadas que rodean templos solitarios, pero también para perderse entre las costumbres isleñas de un lugar en el que la naturaleza es una vecina más, donde la tecnología, los teatros y el bullicio de la «civilización» son simplemente rumores lejanos.

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