El burlador de Sevilla

Tirso de Molina

Tirso de Molina

El burlador de Sevilla y el convidado de piedra es una de las obras de teatro más emblemáticas del Siglo de Oro español. Fue publicada originalmente en 1630 y atribuida a Tirso de Molina.  No obstante, un sector importante de críticos e historiadores del barroco literario señalan como verdadero autor a Andrés de Claramonte.

Controversias aparte respecto a la autoría, Don Juan, el protagonista de esta comedia de enredos, es el personaje más universal de toda la literatura castellana. Comparable solo con grandes nombres (de otras latitudes) de la talla de Romeo y Julieta, Edipo, Aquiles o Sherlock Holmes.

¿El autor?

Como se mencionó en el primer párrafo, no existe unanimidad de criterios a la hora de señalar al autor de El burlador de Sevilla y el convidado de piedra. Si bien no existen muchos argumentos para refutar a Tirso de Molina como la mente maestra. En realidad, su verdadero nombre es Fray Gabriel Téllez, aunque, evidentemente, fue más conocido por su seudónimo artístico.

Tirso de Molina

Fue un religioso español, perteneciente a la Orden Real y Militar de Nuestra Señora de la Merced y la Redención de los Cautivos. Nació en Madrid el 24 de marzo de 1579; no está muy clara la fecha de su muerte. Al respecto, la mayoría de académicos coinciden en febrero de 1648 como época probable del deceso.

El fallecimiento de Téllez habría ocurrido en Almazán, un municipio que hoy forma parte de la comunidad autónoma de Castilla y León. Lo innegable es su legado, pues su obra dramática se mantiene vigente hasta la actualidad. Aparte de El burlador de Sevilla y el convidado de piedra, a él se le atribuyen Don Gil de las calzas verdes y la trilogía hagiográfica de La Santa Juana.

Comedias moralizantes y autos sacramentales

Los textos de Tirso de Molina cumplen con una función moralizante. Es decir, el autor se mantuvo fiel tanto al momento histórico que le tocó vivir, como a su vocación religiosa. Por consiguiente, es un rasgo no obviado en El burlador de Sevilla y el convidado de piedra.

Más allá de los enredos y las risas, al final no hay manera de eludir el castigo divino. Incluso, el propio protagonista es consciente de ello (aunque pueda eventualmente arrepentirse de sus pecados, no tiene escapatoria). Al respecto, en uno de sus diálogos afirma: “no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague”.

Andrés de Claramonte: el “otro” autor

Andrés de Claramonte y Monroy fue un destacado actor y dramaturgo español, contemporáneo de Tirso de Molina. Nacido en Murcia cerca de 1560, murió en Madrid el 19 de septiembre de 1626. Hay dos opiniones diferentes entre quienes lo señalan como el verdadero creador de Don Juan.

Por una parte, se le atribuye directamente la autoría de El burlador de Sevilla y el convidado de piedra. En cambio, otros historiadores —si bien no discuten la autoría de Molina sobre esta obra— aseguran que se basó en Tan largo me lo fiáis. Esta última fue una comedia escrita entre 1612 y 1615, atribuida a Claramonte.

Una trama llena de enredos

Al mismo tiempo, algunos historiadores señalan a Lope de Vega como el verdadero creador de Tan largo me lo fiáis. Por ende, el tema del autor de El burlador de Sevilla y el convidado de piedra es un enredo digno de las comedias de todos estos escritores. En consecuencia —probablemente— nunca exista un acuerdo unánime final que satisfaga a todas las opiniones.

Resumen de El burlador de Sevilla y el convidado de piedra

El burlador de Sevilla.

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La obra empieza con Don Juan Tenorio, un noble español que estando en Nápoles, seduce a la duquesa Isabel. Al verse descubierto —y luego de una serie de enredos— el rey ordena su captura, misión encomendada a Don Pedro Tenorio, embajador de España ante el monarca.

Pero el diplomático ibérico no cuenta con un contratiempo muy relevante: el responsable de deshonrar a la prometida del duque Octavio es su sobrino. Después de meditarlo, lo deja escapar. Posteriormente argumenta que nada pudo hacer ante la habilidad del joven de saltar desde la habitación donde consiguió acorralarlo hasta los jardines del palacio.

De regreso a España

Don Juan, en compañía de su sirviente Catalinón —personaje que hace las veces de “la voz de la conciencia” del protagonista, aunque sus consejos nunca son atendidos— parte rumbo a Sevilla. Pero antes de ingresar al delta del Guadalquivir, naufraga frente a las costas de Tarragona.

Del accidente es rescatado por Tisbea, una pescadora. Apenas Don Juan se recupera, seduce con éxito a su salvadora. En consecuencia, los pescadores de la aldea enfurecen y planean castigar esta burla. Sin embargo, el escurridizo Don Juan consigue escapar otra vez, no sin antes tomar dos yeguas criadas por la propia víctima de la deshonra.

Primera parada en Sevilla

Al llegar a Sevilla, el rey Alfonso XI lo manda a llamar. El monarca estaba al tanto del mal comportamiento de su súbdito en tierras extranjeras. Está decidido a superar el impasse diplomático acaecido. Con tal motivo, obliga al victimario a contraer nupcias con la doncella agraviada.

Pero antes de la materialización de los deseos reales, Don Juan seduce a una nueva dama: doña Ana de Ulloa. El padre de ésta, al descubrir el agravio, reta a duelo al responsable de manchar el nombre de su familia. Entonces, el protagonista debe emprender una nueva escapada tras acabar con la vida de su retador.

El escarmiento final

Lejos de la capital de Andalucía, las burlas de Don Juan Tenorio no paran. Al regresar a Sevilla, debe enfrentarse nuevamente a Don Gonzalo de Ulloa. El difunto, ahora convertido en una estatua, invita a su asesino a cenar. En esa instancia, Don Juan recibe el merecido castigo divino.

Frase de tirso de Molina.

Frase de tirso de Molina.

Al final, el convidado de piedra lo arrastra al infierno, sin contemplaciones y sin darle tiempo siquiera de rogar por el perdón de Dios. De esta forma, todas las doncellas agravadas por las acciones egoístas e inescrupulosas del protagonista, recuperan su honra.

Un clásico más allá de la literatura

Don Juan es un personaje con múltiples representaciones y adaptaciones a lo largo de la historia. Autores como Moliere, Pushkin, Jorge Zorrilla o Alexandre Dumas, entre muchísimos otros, se han encargado de contribuir a su universalización. Don Giovanni, la emblemática ópera de Mozart con libreto de Lorenzo da Ponte, también forma parte de esta “categoría”.

Fuera de la literatura, Don Juan (de forma similar a Edipo) tiene su “síndrome”. Se trata de un comportamiento compulsivo de seducción atribuido a hombres y a mujeres  —patológicamente— insaciables. Por ello, “el Don Juan” es un verdadero icono de la cultura universal, cuyas revisiones continuarán mientras la humanidad se mantenga como la especie reinante sobre la faz de La Tierra.


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