Domingo Buesa. Entrevista al autor de La tarde que ardió Zaragoza

Fotografía de portada, cortesía de Domingo Buesa.

Domingo Buesa tiene una larga trayectoria en la enseñanza y divulgación de la Historia por vocación y trabajo. Con más de 60 libros publicados, este historiador también escribe novela y La tarde que ardió Zaragoza es su último título. Le agradezco mucho que me haya concedido su tiempo para esta entrevista, la primera de este nuevo año, donde nos habla de todo un poco.

Domingo Buesa — Entrevista

  • ACTUALIDAD LITERATURA: Eres historiador con más de 60 libros publicados. ¿Cómo fue el salto a la novela? 

DOMINGO BUESA: Durante dos años, el editor Javier Lafuente me pidió que le escribiera una novela para incluirla en la colección La Historia de Aragón en Novela, editada por Doce Robles. Al final, le prometí que lo intentaría pero que no estaba convencido de poder cumplir el encargo, porque nunca había hecho novela y, además, sentía un enorme respeto por este medio tan apasionante de acercar la historia a la sociedad.

Recuerdo que aquel verano comencé a escribir una novela sobre un tema cuya documentación había estudiado ampliamente e incluso publicado. Y aquí surgió la gran sorpresa: no solo me era posible hacerlo, sino que además me producía una enorme satisfacción. Era feliz escribiendo aquel relato sobre una historia real, las horas se pasaban sin sentir y el suceso de 1634 adquiría vida y vitalidad en aquel entorno de mi biblioteca. Los personajes surgían en mi ordenador y, al poco, acababan llevándome por donde ellos consideraban. Lo que se auguraba como un suplicio se había convertido en una pasión. Había nacido Tomarán Jaca al amanecer.

  • AL: La tarde que ardió Zaragoza es la segunda novela que tienes. ¿Qué nos cuentas en ella y de dónde surgió la idea?

DB: El éxito de la primera novela nos llevó a plantearnos, con mi editor, la realización de una segunda entrega. Y nuevamente el tema se lo sugerí yo, puesto que entiendo que debes novelar aquellos temas y espacios de la historia que conoces bien. En este caso me apasionaba la figura de Ramón Pignatelli, el gran ilustrado zaragozano, y en ese entorno se había vivido la sublevación del pan, sofocada con brutalidad en 1766 por los broqueleros. La clave para entender cómo se llegó a plantearme esta novela hay que buscarla en los dos años de trabajo que me lleva montar una gran exposición sobre la Zaragoza de la Ilustración, titulada Pasión por la Libertad. Y eso cuenta la novela, la pasión por progresar de unas gentes ilustradas que tienen que vivir la sublevación de un pueblo que no tiene pan y que casi no puede pagar los altos alquileres.

  • AL: ¿Te puedes remontar a ese primer libro que leíste? ¿Y la primera historia que escribiste?

DB: Desde muy pequeño me ha gustado mucho leer, creo que es fundamental y que es la base de cualquier proyecto personal. El primer libro que recuerdo leer es una edición infantil del Lazarillo de Tormes, que me regaló mi querido tío Teodoro, hermano de mi abuelo. Aquello fue un descubrimiento y desde sus páginas me fui a otros libros clásicos que me abrieron un mundo de sugerencias. Y con estas influencias me lancé a escribir una historia de la vida de mi abuela Dolores, que lamento que se perdiera en tantas idas y venidas, en la que me interesó el personaje y su visión del mundo que le rodeaba. Siempre he sentido perder aquel relato familiar que me supuso enfrentarme con el hecho de describir la realidad, aunque tengo que confesar que en plena pandemia me planteé escribir una pequeña y deliciosa novela, titulada El cura y la maestra, que se sitúa en 1936 y que incorpora muchas de aquellas cosas de las que me habló mi abuela.

Reconociendo el éxito de esta novela de la que hubo que hacer una reedición a la semana de sacarla a las librerías, no debo ocultar que ha habido fracasos, por ejemplo, cuando comencé una novela sobre Ramiro II que nunca terminé y cuyo paradero ignoro, pues ya estaba orientado al mundo del archivo y de la investigación. Lo cual no quiere decir, ni mucho menos, que no se pueda ser un buen novelista y un buen historiador e investigador. Los dos trabajan con el lenguaje y con la capacidad -quizás sea habilidad- de entender aquello que nos sugieren o nos dicen los documentos.

  • AL: ¿Un escritor de cabecera? Puedes escoger más de uno y de todas las épocas. 

DB: Siempre me ha gustado mucho esa prosa de Azorín a través de la cual sientes los paisajes de Castilla, llegas a escuchar las campanas de las iglesias de los pueblos tendidos al sol, te emociona ese silencio de las tardes con siesta en la llanura infinita que puso paisaje a don Quijote o a Teresa de Jesús… Y me apasiona la prosa de Bécquer en la que se nos sugiere un mundo de imaginaciones, de inseguridades, de miedos dormidos en nuestro interior, de recuerdos que nos hacen viajar al pasado y al modo en el que las aldeas más recónditas del Moncayo lo vivieron.

No deja de apasionarme la limpieza del lenguaje de Machado, la belleza de la palabra como instrumento que sugiere sentimientos. Y por supuesto me parece una delicia Platero y yo, que no es más que el tratado de hacer universal lo más concreto, de convertir en excelente la dureza del vivir diario, de entender que nos puede acompañar el silencio más cercano y cálido.

Soy un lector empedernido y disfruto con los libros, nunca he dejado de leer uno que haya comenzado, aunque conforme avanza la vida te das cuenta que el tiempo se limita y debes aprovecharlo más selectivamente. 

  • AL: ¿Qué personaje de un libro te hubiera gustado conocer y crear? 

DB: Como acabo de decir, me encanta Platero y yo porque creo que es una ventana a la sencillez, a la autenticidad de los seres humanos. Las palabras cobran imagen en sus páginas y todas ellas juntas son una declaración de paz con el mundo. Conocer a Platero, contemplarlo, mirarlo. Me hubiera gustado conocer y crear los personajes de algunas novelas de Sender, como mosén Millán de Réquiem por un campesino español. Y por supuesto el duque Orsini de Bomarzo.

  • AL: ¿Alguna manía o costumbre especial a la hora de escribir o leer? 

DB: El silencio y la tranquilidad. Me gusta que me rodee el silencio porque nada debe distraerte en este viaje al pasado, pues cuando escribo estoy en un siglo lejano y no puedo salirme de él. No puedo oír voces del presente, ni el machacón sonido del móvil invadiendo dictatorialmente la intimidad. Me gusta comenzar a escribir por el principio y seguir el orden que va a tener la novela, no me gustan los saltos porque además los personajes te llevan por caminos que no habías decidido y, al final, vas rectificando el camino día a día. Como le decía, aunque pienso las tramas andando por la calle, viajando mientras contemplo el paisaje o a punto de dormirme. Escribo siempre en el silencio de la noche y luego los folios que resultan se los paso a mi mujer y a mi hija para que los lean y me hagan sugerencias desde sus diferentes puntos de vista. Es importante un contrapunto de realidad a la emoción del escritor.

  • AL: ¿Y tu sitio y momento preferido para hacerlo? 

DB: Me gusta escribir en mi biblioteca, en mi ordenador, rodeado de mis libros en el suelo y con el cuaderno -a veces una gran agenda vacía- en el que he ido anotando todo el proceso de documentación del suceso a novelar. En sus páginas están las referencias de las lecturas hechas, las descripciones de los personajes (la forma en la que yo me los imagino), las fechas en las que nos movemos capítulo a capítulo, en realidad todo. Y suelo escribir por la noche, pasadas las doce de la noche y hasta altas horas de la madrugada porque es el momento de mayor tranquilidad, ese tiempo en el que la propia vivencia de la noche difumina el entorno y te permite vivir en otros tiempos, aunque solo sea cuestión psicológica. Es ese momento en el que cierras los ojos y vas andando por la Zaragoza de 1766 o por la ciudad de Jaca en el frío invierno de 1634…

  • AL: ¿Hay otros géneros que te gusten? 

DB: Me gusta leer poesía, clásica y moderna, que me relaja y me hace soñar escenarios llenos de vida. Disfruto con los ensayos que nos permiten conocernos mejor. Soy un encendido defensor de la lectura de historia local, con la que aprendes mucho, y además me apasionan los tratados de iconografía que te enseñan el lenguaje de la imagen. Pero, sobre todo y desde que en mi juventud descubrí Amaya o los vascos en el siglo VIII, me apasiona leer novela histórica.

  • AL: ¿Qué estás leyendo ahora? ¿Y escribiendo?

DB: Me gusta leer casi todo lo que cae en mis manos, pero conforme avanza la edad y tal como indiqué pongo mi atención en aquello que me apetece leer, que me interesa, que me enseña, que me hace soñar. No voy a dar nombres porque no me gusta priorizar, todos tienen sus aportaciones y su interés. Lo que es claro es que me gusta leer novela histórica, de la que tengo en mi extensa biblioteca un muy completo panorama de lo publicado en nuestro país. Allí no faltan autores aragoneses cuyas obras leo en cuanto puedo, aunque también me siento honrado de poder leer originales que algunos amigos me piden que se los lea antes de editar.

Y si ahora tengo que hablar de escribir, junto a las conferencias que me gusta prepararlas con todo detalle o los artículos que no puedo negarme a hacer, debo referirme a dos novelas: una que he terminado El retrato de la madre de Goya y otra que he empezado sobre los orígenes convulsos de la construcción de la catedral de Jaca, en realidad, el enfrentamiento entre el rey y su hermano el obispo, jaleados por su hermana la condesa Sancha. Es un relato apasionante porque es profundizar en ver cómo el arte puede nacer incluso en el enfrentamiento y cómo la belleza lleva al disfrute del encuentro. Aunque si le soy sincero y le desvelo un secreto, a medias, le diré que llevo dos años documentando y en los veranos avanzando la escritura de una novela sobre los increíbles últimos cinco días de vida de un rey aragonés, referente de los monarcas europeos. Le diría que esta empresa me apasiona extraordinariamente.

  • AL: Y, por último, ¿cómo crees que se contará este momento de crisis que estamos viviendo? ¿La realidad de nuestra historia siempre superará la ficción?

DB: Seguramente en muchas de nuestras novelas del pasado ya se están relatando momentos similares a los que ahora nos toca vivir, con otros medios y en otros escenarios, pero no olvidemos que el ser humano es el mismo y tiene las mismas virtudes y los mismos defectos. Y este protagonista es el que se va superando en su proyección social con y contra los que le rodean, abriendo un mundo de vivencias que pueden parecer ficción. Cuando escribo los diálogos de mi novela sobre el Goya humano e íntimo, que acabo de publicar, me sorprendo porque mucho de lo que dice el genio de la pintura es una muy precisa valoración y crítica sobre nuestra situación: la pérdida de la libertad, la brecha entre los que gobiernan y los gobernados, el disfrute que encuentran los seres humanos en hacer sufrir a los demás, según sus posibilidades… La historia siempre nos enseña porque tiene vocación de futuro.

No obstante, tengo que decir que estoy convencido de que el nuestro será un tiempo sobre el que se escribirán apasionantes novelas que nada tendrán que ver con las que se escriben hoy día, porque el análisis de los hechos necesita perspectiva temporal. La ira nunca debe cargar la pluma que pinta los momentos de la vida.


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