Cuchillo, de Jo Nesbø. Harry Hole y su infierno más personal

El pasado 17 de octubre se publicaba Cuchillo, la última novela de Jo Nesbø, duodécima entrega de la serie de su comisario Harry Hole. Pero para ese día yo ya me la había leído, que una cosa es la fecha de lanzamiento de un libro y otra que esté antes en las librerías. Además, si se trata de Jo Nesbø y Harry Hole mi prioridad es absoluta y suelo tardar una media de dos o tres días. Es lo que pasa cuando, desgraciada o afortunadamente, se tiene más tiempo para leer.

Esta es mi muy personal reseña de Cuchillo. Obviamente me callaré esos momentos marca de la casa Nesbø, pero es indispensable haber leído los anteriores títulos o conocer medianamente bien la serie. Y por supuesto abstenerse profanos y vírgenes en los infiernos Hole. Del que se ha metido ahora ya veremos si puede salir.

Cuchillo

Sinopsis

Parecía que todo podría ir más o menos bien, si es que puede existir algo así en el universo Hole, cuando acabamos La sed. Pero resulta que empezamos este Cuchillo con Harry viviendo solo después de que Rakel, la única mujer a la que ha amado de verdad, lo haya echado de casa. Y no sabemos por qué. Además, ha vuelto a beber y trabaja relegado al último rincón del departamento de policía de Oslo. Se ocupa de casos que no le interesan y se vuelve a preguntar por qué ha vuelto a fastidiarlo todo en su vida personal. Pero la felicidad y Harry Hole son dos conceptos destinados a no encontrarse jamás.

Al mismo tiempo anda suelto Svein Finne, uno de esos violadores en serie que Harry metió en la cárcel y al que ahora quiere volver a atrapar. Entonces Harry despierta una mañana sin recordar nada de la noche anterior, pero tiene las manos y la ropa manchadas de sangre. Es el principio de la peor pesadilla, que se hace realidad, a la que tendrá que enfrentarse. O tirar la toalla y desaparecer.

Siempre un disfrute

Los que tenemos la parcela Harry Hole en el corazón ya estamos más que avisados frente a expectativas, críticas o loas a una nueva entrega que se publica de la serie. Pasa siempre lo mismo. Y con esta última también: la mejor trama, insuperable, Nesbø en su máximo esplendor, imbatible, Harry más suicida y determinado que nunca a descubrir la verdad.

No sé. Son opiniones de los sesudos críticos especializados en el género. Yo soy de andar por casa. Y ya también me sé los trucos del señor Nesbø. Así que me quedo con el nuevo disfrute absoluto y unas palabras: las de Nesbø sobre el proceso de creación, dedicadas a un puñado de sus lectores que pudimos hablar con él hace unos días.

Su refinada manipulación, legendaria ya por llevarte a esa situación que quizás has imaginado (o no), pero siempre sin que te des cuenta. O, mejor dicho, sí la puedes advertir. Y ahí está su maestría, porque también siempre te dejas llevar y caes en la trampa. Ah, sí, era esto, pero… qué espectacularmente bien lo has hecho para contármelo. Y aquí lo vuelve a hacer.

Giros, viejos conocidos y ese final…

De puntos suspensivos, porque ese Nesbø siempre nos deja más colgados que una paraguaya, con el corazón encogido y el puño en la boca por el (los) mazazo(s) que nos ha dado antes. Y eso que nos lo hemos olido, porque con Harry no engaña. Te da siempre detalles y razones: en conversaciones entre los personajes, en las tramas, en el destino de todos conforme a su construcción. Y en lo implícito de su premisa básica: la tragedia más clásica, con sus pérdidas, sus traiciones y, en especial, la sensación que conlleva siempre: dura más que la felicidad.

De modo que los lectores que en Policía o La sed se mostraron algo descontentos por esas supuestas felicidad y calma en la vida personal de Harry no tienen por qué quejarse más. Se acabó la tontería y ahí está el peor golpe que se podía llevar. Más ese final que en realidad nos anticipa en una de esas reveladoras conversaciones. Antes nos quiere desconcertar un poco. Que si nos devuelve a Kaja Solness (El leopardo) a escena, que si pone otro sospechoso por ahí. Nada, llega el final y repetimos: ah, sí, claro, pero admirados.

Sin concesiones

Ni lealtad al lector. Solo a Harry, a su esencia como el epítome del antihéroe y también de uno de los personajes más románticos y épicos que se han creado en la literatura contemporánea sin importar el género. Y ahora le ha tocado caer en su infierno más único. Pero ahí sigue. En pie. Tal vez algún día incluso sea capaz de apagarlo. A ver qué decide su todopoderoso padre. Y ese nunca nos hará caso.


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