Cuando regalas un libro no regalas solamente un libro

Ilustración de (c)Daniel Camargo.

Se acercan los Reyes Magos. Hay una lista interminable de regalos que hemos pedido. A veces son físicos, otras solo deseos, todas procuramos que sean buenos. Y eso no falla con un libro.

Quizás ya sepamos que, en su infinita sabiduría, los Reyes nos lo van a traer. Y ojalá sea más de uno, o uno que no esperamos y que caiga de propina porque este año nos hemos portado bien. O no, pero no nos lo tendrán en cuenta. Un libro también puede ayudar a blanquear pecados y otras faltas, a redimirnos o animarnos. Así que regala un libro, porque regalas todo eso y más. Fíjate.

Con un libro regalas

Vidas, historias y aventuras infinitas. De todos los tipos y en cualquier tiempo. Y nunca mueren ni acaban porque volverán a vivir y a empezar cada vez que lo vuelves a abrir.

Porque un libro es

Vivir esas vidas, historias y aventuras sin descanso. Vidas dentro de otras vidas, que emocionan o asustan, que conmueven o repelen, que horrorizan o triunfan.

Viajes a lugares del pasado o más allá de la imaginación. O paradas y descansos en sitios que quizás jamás pisaremos en nuestras vidas de sangre y huesos. Un día nos volveremos polvo o cenizas. Un libro existirá en mil formas.

Un libro no es un libro

Es papel, tinta, luz, millones de golpes a teclas, trazos únicos de cada autor que escoge palabras y las junta en incontables maneras de expresión.

También es tiempo y creación. Una mente que siente, compone y reproduce, inventa y sueña, sufre y se emociona. Que respira. Que no juega, sino que es un dios omnipotente que da vidas, las multiplica y las quita a su antojo.

Un libro no es solo un libro

A alguien se le ocurrió un día solamente por una frase, una imagen, una inspiración, un encargo, un reto, incluso una apuesta. O un placer simplemente.

Imaginar, crear, hilar tiempo, lugar, personajes en dramas o comedias… Hace más de mil años o con un primer hilván que ha surgido esta mañana. Y lo escribe.

Después alguien lo lee, alguien lo revisa y lo corrige, alguien lo edita y le da un cuerpo, tangible o no, alguien lo distribuye, alguien lo vende, alguien lo ve, alguien lo compra, alguien lo regala y alguien lo lee otra vez. Y todo el proceso se repite con cada nuevo libro que viene al mundo.

Todos somos un libro

El que puede ser nuestras propias vidas e historias que algunos plasman en un diario, en unas cartas, o en mensajes de Twitter, WhatsApp, Facebook, Instagram, un blog, un artículo, una nota en un pósit. Tal vez tres palabras escritas al vuelo. Porque sí. Porque esas no se las lleva el viento.

Nuestras historias interesantes o aburridas. Lentas o vertiginosas. Expectantes o conformistas. Soñadoras o realistas. De este mundo o de otros. O de ninguno. Lo creamos cada día.

Nuestro libro favorito

Que conservamos por cualquier razón: el primero que nos impactó en la infancia; el que nos regalaron en un momento especial o inesperado, el que lamentamos por creer perder un día, pero apareció, el que nos prestó un amigo y ya no devolvimos. El que escribimos en diez años o tres meses, el que tenemos entre manos, el que no somos capaces de terminar o aún tecleamos después de… no quiero decir el tiempo.

Incluso el libro que no nos gustó

Tiene un lugar en nuestra memoria. «¿Cómo pude leer esto?», «¡Vaya ladrillo!», «¡Qué decepción!». Hasta el que dejamos y cerramos para nunca retomar. Vidas, historias y aventuras que no nos convencieron, o que, sí, se puede decir: estaban muy mal escritas. Hay que admitirlo.

Así que regala un libro

Porque regalas un placer inigualable. Y saber, cultura, tiempo jamás perdido en una existencia demasiado corta. No nos dará para leerlos todos, pero ahí seguirán cuando nos marchemos. Son eternos.


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