Concha Zardoya. Aniversario de su nacimiento. Poemas

Concha Zardoya fue una poeta chilena nacida en Valparaíso y afincada en España y hoy se cumple un nuevo aniversario de su nacimiento. Esta es una selección de poemas de su obra para recordarla o conocerla.

Concha Zardoya

De padres españoles con raíces en Cantabria y Navarra, Concha se trasladó con ellos a España cuando tenía diecisiete años. De Zaragoza fueron a Barcelona y terminaron instalándose en Madrid, donde empezó Filosofía y Letras. Pero un curso de Biblioteconomía la llevó a Valencia. Fue por esa época cuando se unió a una entidad llamada Cultura Popular a través de la que organizó actividades culturales y una biblioteca. Fue también cuando comenzó su trayectoria poética.

Con el tiempo, Zardoya también escribió cuentos y guiones cinematográficos, además de dar clases y hacer traducciones. Más tarde estudió Filología Moderna y se doctoró temporadas en la Universidad de Illinois.

Algunas de sus obras son: Dominio del llanto, Debajo de la luz o El corazón y la sombra (con el que ganó el Premio Fémina de Poesía. Otros trabajos fueron El don de la simiente, Altamor, o Manhattan y otras latitudes.

Poemas

Último sueño

¿Qué sueño ese tuyo?
(¿El álamo de oro?)

¿Qué sueñas, dormida?
(¿Las aguas sin fondo?)

¿Quién va por tu noche?
(¿Los pájaros solos?)

¿Te pesa la tierra?
(¿Las olas? ¿El gozo?)

¿O duermes sin sueño,
sin llanto, en el polvo?

Entonces solamente

Solo cuando el silencio os exija
que habléis íntimamente,
con todos, con vosotros mismos dentro,
escribid lo que os dicta.

Urgentes, las palabras, una a una,
brotarán en la frase
como flores o música dilecta
que callar no es posible.

Un diálogo será o confesiones,
entonces solamente,
que colmarán espíritus de dicha
o de dolor sin nombre.

El placer renovado de sabernos
humanas criaturas
capaces de verter el rubio aceite
del habla necesaria.

Desierto de alabastro

Desierto de alabastro,

blancas dunas,

anoche fueron sueño.

Era un viaje polar

inacabable…

Grandes bloques flotaban

como naves sin rumbo,

a la deriva, yertos.

Gaviotas, bobos—pájaros

los seguían gritando.

No sé si caminaba

por la nieve blanquísima.

Mas, sola, deslizándome,

llegaba yo a un centro:

era el eje del mundo,

misterio congelado

Es mi única patria la palabra

Es mi única patria la palabra.
Esta palabra viva que derramo
azul y roja, gris, o negra y blanca,

ayer y hoy, mañana, tantos años.

Es mi única patria la palabra.
Es el único pan que como a diario.
¡Corteza dura masco, miga blanda,
dorado candeal que besa el labio!

La vierto por los ojos, por la cara.
Del hondo corazón le nace el llanto.
Las sílabas rezuman toda el alma,
el poso de silencios acuñados.

Desnudo casi

Desnudo casi,
¿mirando lo que escribo
ante tus ojos?
¿Aquel lejano punto
que te miraba a ti,
luminosa pupila
que entonces te veía
desde su oscura cámara
para que yo pudiera
hoy contemplarte
con íntima ternura
de renovada infancia?
No importe que yo dude:
tú me sonríes. Basta.

Documentos de identidad

¡De identidad tus libros, documentos!

Quien soy yo, ay, declaran como cédulas
firmadas por el juez, por el alcalde.
Por ti responden ellos a preguntas
que alguien formulara inquisitivo.
Responden por tus actos y tus sueños.

En una plaza esperan silenciosos.
En un rincón tranquilo y en los trenes.
En la mesa callada que te sirve,
donde comes tu pan y también lees.
Hablan por ti sus páginas inéditas.

Y no son recompensa ni limosna
que por olvido dejas para alguien,
para un ser solitario que rebusca
amarillos papeles, indelebles
escritos, confesiones muy antiguas.

¿Mejor hubiera sido ya quemarlos
para luego aventarles la ceniza
y no dejar memoria de tu nombre,
de lo que fuiste tú en verso y vida?
¿Entregarlos al viento y dispersarlos?

Nada ha ocurrido así… Sus inscripciones,
grabadas por la tinta en unas líneas,
no durarán tal vez o serán polvo
de voraces carcomas y del Tiempo.
Tu identidad trasueñan o trasfunden.

Los signos de tu alma están inscritos
en cada verso tuyo… Cada página
tu inconfundible firma ya rubrica…
Relativos futuros hoy aguardan
esa voz que no oyen todavía.


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