Marco Tulio Cicerón fue el más famoso orador romano y uno de los nombres más reconocidos de la Historia. Hoy fallecía, de bastante mala manera, en el año 43 a. C. Destaco 3 fragmentos de sus obras más famosas como los discursos de las Catilinarias, Sobre la retórica y Sobre la república. Por cierto, más de un político patrio contemporáneo debería leer a Cicerón de vez en cuando.
Cicerón y yo
Mi historia de amor-odio con Cicerón se remonta a casi sus tiempos de la República romana cuando yo estudiaba Latín en el instituto y la universidad. Mi vida entonces era un continuo comentario de texto y traducciones de La guerra de las Galias de su coetáneo y nada amigo Julio César. Y en la universidad le tocó a él y sus famosas Catilinarias con el profesor de Latín más canalla que pisó alguna vez un aula.
Pero independientemente a mis cuitas con el ablativo absoluto, la vida y obra de Cicerón es de las más fascinantes de aquella época. Para echarle un vistazo a una de las últimas revisiones de su figura, aunque al amparo de la ficción narrativa y televisiva actual, siempre recomiendo Roma, la excelentísima serie de la HBO.
3 fragmentos de su obra
Escogidos de las más famosas como político, retórico y filósofo.
Catilinarias I
¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia? ¿Cuánto tiempo hemos de ser todavía juguete de tu furor? ¿Dónde se detendrán los arrebatos de tu desenfrenado atrevimiento? ¡ Qué! ¿No han contenido tu audacia ni la guardia que vela toda la noche en el monte Palatino, ni las que protegen la ciudad, ni el espanto del pueblo, ni el concurso de todos los buenos ciudadanos, ni el templo fortificado en que el Senado se reúne hoy, ni los semblantes augustos e indignados de los senadores?
¿No has comprendido, no estáis viendo que ha sido descubierta la conjuración? ¿No ves que tu conspiración no es para nadie un secreto y que ya la tiene todo el mundo por encadenada? Lo que has hecho la pasada noche, los hombres que has reunido, las medidas que has concertado con ellos, ¿crees que son cosas ignoradas ni por uno siquiera de nosotros? ¡Oh, tiempos! ¡Oh, costumbres!
De republica – Sobre la república
«Dada mi situación, yo he podido disfrutar del ocio y obtener de él mayores frutos que los otros, a causa de la variedad de los estudios que han sido mi delicia desde la niñez (…) Mas con todo, yo no dudé un momento en exponerme a las más duras tempestades, y diría que incluso a los rayos, para salvar a mis conciudadanos y asegurar a todos los demás, sin ahorrar ningún peligro, una vida tranquila.
Porque esta patria no nos ha engendrado y educado sin contar con que, a su vez, nosotros contribuyamos a sus subsistencia; ni solamente por servir a nuestros intereses nos ofrece un refugio seguro para nuestro ocio y un lugar tranquilo para nuestro descanso; por el contrario, ella debe retener para su uso la mayor parte de nuestra alma, de nuestro ingenio, de nuestra sabiduría, dejando para nuestro uso privado lo que reste después de tomar su parte».
De retorica – Sobre la retórica
«El orador intermedio, al que llamo moderado y templado, con solo pertrechar suficientemente sus fuerzas, no temerá los azares ambiguos e inciertos de la elocuencia; incluso, si alguna vez no tiene gran éxito, como ocurre a menudo, no correrá gran peligro, sin embargo; pues no puede caer de muy alto.
Pero este orador nuestro, al que acordamos la primacía, que es grave, impetuoso, ardiente, si ha nacido para esto sólo, o en esto sólo se ha ejercitado, o a esto sólo se ha aplicado, sin templar su abundancia con los otros dos estilos, merece el mayor desprecio. Pues el orador sencillo, porque habla con precisión y veteranía, es ya sensato, el orador mediano, grato; pero este otro abundantísimo, si no es nada más que eso, suele parecer apenas cuerdo».