Barcos legendarios I. «Llamadme Ismael»

Réplica del Pequod. De la serie de televisión alemana Moby Dick (2006)

Réplica del Pequod. De la serie de televisión alemana Moby Dick (2006)

El pasado 28 de septiembre fue el 125 aniversario de la muerte del escritor norteamericano Herman Melville. Su criatura más conocida, Moby Dick, es la ballena más famosa de la literatura universal y sinónimo de las aventuras más peligrosas y emocionantes en el mar. Y yo, posiblemente porque soy de árida tierra adentro, tengo un poco de sangre del marinero Ismael, del pirata John Silver el Largo y del capitán Jack Aubrey.

Con ellos he recorrido mares y océanos persiguiendo más ballenas, monstruos y a enemigos varios. He atravesado galernas en el cabo de Hornos, tocado cien puertos en Isla Mauricio o la Tortuga y encontrado tesoros inconmensurables. Porque la imaginación, la fantasía, la emoción del riesgo, de la victoria y la derrota, de la huida o del fragor de las batallas no tienen precio. Pero no habría podido vivir tanto si no hubiera embarcado en sus navíos tan míticos como ellos. Es imposible enumerar todos en los que he servido, así que me quedo con esos tres. Si queréis acompañarme, subamos a bordo del primero: el Pequod.

El Pequod

El ficticio Pequod, un bergantín cuyos pescantes son de hueso de ballena, estuvo basado en el ballenero Essex, que en 1820 fue atacado por un cachalote. Los pocos supervivientes permanecieron 95 días en el mar después de que se hundiera el barco y tuvieron que recurrir al canibalismo. Melville, que también fue ballenero, supo de los relatos de aquellos infortunados. Su terrible experiencia terminó inspirando una de las más grandes novelas de aventuras que se han escrito.

En mi infancia posiblemente vi las películas más clásicas de Moby Dick y La isla del tesoro antes de leer las novelas. Y más que el argumento lo que más me impresionaban eran las figuras, perfiles y diseños de los barcos de vela. Eso y el lenguaje náutico. Luego resultaba que la historia era igual de fascinante que ellos. Moby Dick hay que añadirle un extra de temor por la gigantesca ballena blanca, una alegoría del mal y todos los monstruos que persiguen al ser humano.

Pero quizás inspiraba aún más miedo el capitán Ahab, símbolo aún mayor de que ese mal y esos monstruos podemos ser nosotros mismos. Muy pocas veces se ha descrito mejor la condición humana cuando se apodera de ella el odio, el rencor y la obsesión por llevar a cabo una venganza sea como sea y cueste lo que cueste.

En el cine

Y si algo puede acompañar a la imaginación es su recreación a través del cine. Con aventuras así lo tienen fácil. Las adaptaciones de Moby Dick a la gran pantalla son innumerables, pero creo que la memoria colectiva se queda con la que hizo John Huston en el año 1956. Director legendario, la época más dorada de Hollywood, un reparto espectacular… Desde mi humilde perspectiva las versiones posteriores empalidecen al lado de esta.

La última, En el corazón del mar (Ron Howard, 2015), la más fidedigna a la historia real del Essex y plagada de efectos especiales pues sí, muy espectacular, pero no, no es la de Huston. Y desde luego no está un Gregory Peck soberbio como capitán Ahab. Ni un Orson Welles ni un Leo Genn como el señor Starbuck o un James Robertson Justice. Imposible ser más clásicos.

Como curiosidad, en la versión de Huston, el Pequod era una goleta de 1870. Parte del rodaje fue en Gran Canaria, en Las Palmas y la playa de las Canteras, en 1954. Así que ver por allí en aquel entonces a Huston y a Peck fue todo un acontecimiento. Y Gregory Peck ha estado muy pocas veces mejor en el cine que interpretando al desabrido, perturbado y violento capitán Ahab.

Por qué embarcar en el Pequod

Pues porque tienes asegurada la travesía más inquietante y aterradora que puedas imaginar. Porque pedirás clemencia bajo las tormentas y no podrás cansarte de la inmensidad del mar, todo lo desconocido que representa y el poder de sus criaturas. Pero sobre todo porque te estremecerá descubrir que lo más amenazador, peligroso y terrible eres tú mismo. Si sabes aceptarlo y tienes suerte, sobrevivirás, regresarás y podrás contarlo. Como Ismael.


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