«Debéis rezar, porque toda vuestra vida ha transcurrido entre crímenes y maldades». Esa es una de las frases de La isla del tesoro, la más inmortal de las obras del escocés Robert Louis Stevenson, publicada en 1883. Si queda alguien que no la ha leído o visto alguna de sus muchas adaptaciones cinematográficas, es que no es de este mundo. Para mí fue una de mis primeras travesías literarias. Porque ¿quién no ha querido ser Jim Hawkins alguna vez y embarcar en La Hispaniola?
Hace ya unos cuantos años pasé un mes de agosto en Bristol. Parte del tiempo lo invertí en imaginar dónde pudieron estar la posada del Almirante Benbow o El catalejo, la taberna del pirata más famoso de todos los tiempos, John Silver el Largo. Así que subamos a bordo de nuestro siguiente barco legendario. También lo haremos en el Walrus del capitán Flint, ya que una última y magnífica serie de televisión ha recuperado a los dos personajes. Olvidad sucedáneos y derivados del Caribe. Estos son los piratas de verdad.
Mi estancia en Bristol fue una de las mejores que he pasado en el Reino Unido, y siempre han sido buenas. Tuve la suerte de convivir con un matrimonio muy animado y simpático que regentaba un pub. Para colmo, él, que se llamaba David, había servido en la Royal Navy, en submarinos. Había dejado el mar, pero estaba en la reserva y era el estereotipo de marino inglés, bebedor, con brazos tatuados y un acento endiablado del West Country. O sea, que el escenario y los personajes reales alrededor dispararon aún más mi imaginación.
Por circunstancias no pude visitar el puerto de Bristol, alejado de lo que es la ciudad. Pero no me importó. Solo por estar pisando la ciudad que automáticamente te lleva a La isla del tesoro ya fui feliz. Me volvió a atrapar el borracho Billy Bones y su botella de ron, su cofre y su miedo a que lo encontraran. Un miedo que compartimos cuando apareció Perro Negro. Encontré de nuevo el mapa del tesoro del capitán Flint y hui veloz llevándomelo cuando aparecieron los piratas. Respiré aliviada cuando el doctor Livesey me ayudó y nos embarcamos entusiasmados después de que el caballero Trelawney nos consiguiera La Hispaniola.
La Hispaniola
Navío insignia de quienes navegan por los mares literarios bajo la Jolly Roger, y más concretamente la de los piratas ingleses, los más conocidos sin duda. Por la literatura y por la realidad. Bajo el mando del valiente capitán Smollet, en su cubierta nos hemos escondido en un barril de manzanas y hemos descubierto la traición y los planes verdaderos de quien creíamos un humilde cocinero y nuestro mejor amigo. Pero qué difícil es no sentir simpatía por la compañía, las historias y la arrolladora personalidad de John Silver el Largo. Por él y por su loro, Capitán Flint, gran guiño a su despiadado superior.
Pero él y sus hombres nos arrebataron nuestro barco y estuvimos casi a punto de que nos rajaran el cuello cuando quisimos recuperarlo. Al final lo conseguimos. Y el tesoro, y rescatar al bueno y loco de Ben Gunn, abandonado por Flint en aquella isla perdida. Y regresamos a Bristol con las manos llenas de oro pero también de completa felicidad. Por haber vivido una aventura tan apasionante. Pero ya se sabe: las naturalezas frágiles y enfermizas pueden poseer un espíritu y una mente prodigiosos y poderosos. Así fue la de Stevenson.
En el cine
Imposible citar todas las adaptaciones hechas en la gran y pequeña pantalla sobre este clásico de clásicos, así que solo pongo algunas, las que más me gustaron aunque no sean las mejores. Seguro que hemos visto las más antiguas, que son estas.
Posiblemente la de 1950 sea la más conocida, aunque también es considerada de las menos fieles a la esencia del texto. Pero claro, es de Disney. Sin embargo, está Robert Newton, excelente actor inglés que le dio una impronta muy personal a un John Silver algo histriónico aunque perfecto para el tono Disney. Además, se especializó en lo de la piratería porque en 1952 encarnó a Edward Teach, el famoso y nada ficticio Barbanegra.
Por cierto, una curiosidad sobre el barco real que fue La Hispaniola en esta película, una goleta de tres palos construida en 1887. Es el mismo que posteriormente veríamos como el Pequod en la del año 56, del que hablé en mi anterior artículo sobre barcos. Se trató de la Ryenlands y aquí se cuenta su interesante historia.
En la película de 1932 quienes sobresalían eran Jackie Cooper como Jim Hawkins y el gran Lionel Barrymore como Billy Bones. Pero Silver y Hawkins han tenido muchas caras. Hasta hay versión con los Teleñecos e innumerables telefilmes y adaptaciones de dibujos animados.
El Walrus (La morsa)
El barco de Flint, donde sirvieron Billy Bones y John Silver como contramaestre, solo aparece mencionado en la novela de Stevenson. Pero él y su capitán desde luego son para imaginar muchas historias más. Y así lo hacen ya en la serie de 2012 del canal Sci-Fi, con Eddie Izzard, donde el capitán Flint tiene el inquietante rostro de Donald Sutherland y Elijah Wood es Ben Gunn, aunque bien podría haber sido mejor Jim Hawkins.
Pero en 2014 otra serie, esta vez de Starz, recupera a lo grande a Flint y sus hombres en una versión mucho más adulta, cruda y violenta. Además, los embarca en el Walrus y los mezcla con piratas que sí existieron, como Charles Vance o, en su próxima y última cuarta temporada, con Edward Teach Barbanegra. Se trata de Black Sails. La historia se va veinte años atrás a la escrita por Stevenson y la tecnología del siglo XXI hace posibles mil y un efectos para estas nuevas travesías y combates en el mar con más barcos enemigos. No obstante, la esencia permanece.
La novedad de Black Sails es que también cuenta con personajes femeninos como Anne Bonny, algo relegados, por no decir desaparecidos, tanto en la obra de Stevenson como en todas sus adaptaciones o variantes.
Por qué embarcar
Porque sí. Estos barcos llevan en sus cubiertas a los espíritus aventureros más genuinos, sean de la ralea que sean. Algunos lo conservan para siempre, otros lo pierden, pero sin duda todos, más de una vez y más de dos, hemos sido niños con amigos piratas y tesoros por descubrir.
Confieso que soy poco de literatura marítima, las películas las disfruto mucho más, pero me ha gustado mucho embarcarme en esta travesía. Bravo!!!
Muchas gracias por el comentario, guapa.