Ana Lena Rivera. Entrevista a la autora de Lo que callan los muertos

Fotografías de portada: cortesía de Ana Lena Rivera.

Ana Lena Rivera se embarcó en una gran aventura literaria desde que ganó el Premio Torrente Ballester 2017 con la novela Lo que callan los muertos. Ahora entra en la vorágine habitual de estos asuntos con su lanzamiento y presentación. En AL tenemos la suerte de contar con ella como redactora. Ha sido tan amable de concedernos esta extensa entrevista donde nos cuenta un poco de todo sobre su novela, sus influencias, su proceso de creación, sus ilusiones y sus próximos proyectos. Así que le agradezco mucho su tiempo y le deseo todo el éxito.

Ana Lena Rivera

Nacida en Oviedo en 1972, estudió Derecho y Administración de Empresas en ICADE, en Madrid. Después de veinte años como directiva en una gran multinacional, cambió los negocios por la escritura, su gran pasión, coincidiendo con el nacimiento de su hijo, Alejandro. Junto a él nació también Gracia San Sebastián, la investigadora protagonista de su serie de intriga iniciada con esta primera novela.

Entrevista

  1. Ganar el Premio Torrente Ballester con Lo que callan los muertos ha supuesto tu entrada con éxito en el mundo editorial. ¿Cómo fue presentarse al concurso?

¿La verdad? Por pura ignorancia. Lo que callan los muertos es mi primera novela, así que cuando terminé de escribirla, no sabía qué hacer. No conocía a nadie en el sector, así que investigué por internet, hice una lista de editoriales que aceptaban manuscritos y decidí enviar mi novela con la intención de que me dieran su opinión. Pasaron dos o tres meses y no obtuve ninguna respuesta, así que empecé a enviarla a algunos concursos. Pocos, porque en la mayoría no puedes estar pendiente de fallo en otro concurso, así que volvieron a transcurrir unos cuantos meses y yo seguía sin obtener ninguna respuesta. Ni siquiera un acuse de recibo.

De repente, sin nada que lo anunciara, empezaron a pasar cosas: quedé finalista en el Premio Fernando Lara y aquello me pareció increíble. Fue un subidón, pero después volvieron a pasar varios meses y tampoco sucedió nada. Cuando ya empezaba a buscar una nueva estrategia, el jurado del Premio Torrente Ballester decidió decirle al mundo: «¡Ey, leeros esto, que es bueno!», y pensé que había llegado al tope de mis sueños. Pero todavía no era así.

El Premio Torrente Ballester es un reconocimiento y conlleva un premio en metálico, pero es un premio independiente, no hay una editorial detrás, así que ganarlo no te garantiza que una editorial te publique. Y ahí llegó el colofón: en la misma fecha empezaron a llamarme editoriales que se habían leído el manuscrito. Los plazos de lectura son de un año o más debido a la gran cantidad de obras que reciben. ¡Yo no sabía eso! Entre las que llamaron estaba mi editorial, Maeva, cuando todavía no se sabía que había ganado el Torrente Ballester. Yo les había enviado el manuscrito varios meses atrás y me llamaban para decirme que ¡estaban interesados en publicarme!

Si el día que decidí hacer unas copias del manuscrito y probar a enviarlo a algunos concursos y editoriales me llegan a decir lo que iba a suceder y dónde iba a estar hoy, no lo hubiera creído. Lo que está claro es que, en este sector, no se puede tener prisa. Las cosas suceden lentas y a base de mucho insistir.

  1. ¿De dónde surge la idea para escribir Lo que callan los muertos?

Lo que callan los muertos surge de las historias que escuchaba en mi niñez, en boca de mis padres y otra gente mayor y que me impactaron por aquel entonces. Supongo que como a casi todos los niños lo que más miedo me daba era perder a mis padres, que les pasara algo, perderme, que me secuestrara el hombre del saco…, estaba obsesionada con eso.

Cuando oía a los mayores contar historias de padres que durante la guerra habían enviado a sus hijos pequeñitos solos a Rusia o a Inglaterra para que tuvieran una vida mejor que la que ellos podían darles en España, aun sabiendo que quizás no volvieran a verlos, me petrificaba. O cuando oía a monjas y a curas de mi colegio contar que los habían internado en el convento o en el seminario con 9 o 10 años porque eran los pequeños de muchos hermanos, demasiado jóvenes para trabajar y sus padres no tenían para darles de comer.

De mayor entendí que las decisiones de las personas solo pueden valorarse y comprenderse conociendo las circunstancias en las que toman. Y eso inspiró la novela.

En Lo que callan los muertos se entremezclan dos historias: el cobro, a todas luces fraudulento de la sustanciosa pensión de un alto mando del ejército franquista que, de estar vivo, tendría 112 años, se habría pasado recientemente a la banca por internet y no habría sido atendido por un médico de la sanidad pública desde hace más de treinta años. Cuando la investigadora protagonista, Gracia San Sebastián, empieza a indagar en el caso, se produce un suceso inesperado: una vecina de su madre, maestra jubilada, conocida en la comunidad como La Impugnada, se suicida tirándose por la ventana del patio, con una nota manuscrita prendida a la falda dirigida al portero del edificio.

Es una novela de intriga, con una trama muy ágil, con toques de humor, pero como en toda novela de intriga hay un retrato social detrás de la trama. En Lo que callan los muertos el telón de fondo es la evolución de la sociedad española desde la posguerra a la actualidad, de esa generación que nació en los 40, con escaseces, en plena dictadura, sin libertad ni información y que hoy hablan con sus nietos por Skype, ven series en Netflix y se apuntan a los cursos de informática para mayores de 65.

Los hechos que se investigan en la novela son consecuencia de decisiones tomadas 50 años atrás y será necesario entender las circunstancias del momento para desvelar lo que está sucediendo en el presente.

  1. ¿Quién es tu protagonista, Gracia San Sebastián, y qué hay de ti en ella?

Hace poco escuché a Rosa Montero decir que los escritores escribimos para enfrentar nuestros miedos, nuestras obsesiones, para contarnos a nosotros mismos historias de personajes que se enfrentan a nuestros miedos, para así debilitarlos y librarnos de ellos. No sé si les ocurrirá lo mismo a todos los escritores, pero en mi caso, me identifico plenamente.

Gracia es mi heroína personal, que se enfrenta a mis peores miedos. Ella y su marido luchan por superar una tragedia que ha sacudido sus vidas, la pérdida de su hijo, de solo tres años, en un accidente doméstico.

Gracia tiene una personalidad propia que crece con las novelas, evoluciona sola sin que yo, por mucho que sea la escritora, controle su forma de madurar. Ella tiene unas vivencias distintas a las mías, que van moldeando su carácter.

Eso sí, no he podido resistirme a dotarla con algunos de mis gustos y manías: por ejemplo, ninguna de las dos vemos los telediarios desde hace tiempo ni leemos las noticias. También a las dos nos gusta la buena comida y el vino tinto.

  1. Y con la avalancha actual de buenos personajes femeninos protagonistas, ¿en qué destacaría más Gracia San Sebastián?

Lo que tiene Gracia de especial es precisamente que es una persona corriente. Es lista y peleona, luchadora, como tantas otras mujeres. Tiene de peculiar, como protagonista de una serie de intriga, que no es una investigadora al uso, sino que es experta en fraudes financieros.

Gracia vive en mi cabeza desde mi adolescencia sin que yo lo supiera. De niña me encantaba leer y en seguida me enganché a la novela de intriga, pasé de los Mortadelos a Agatha Christie y de ahí a lo que había en el momento: desde Sherlock Holmes a Pepe Carvalho, pasando por Phillip Marlowe, Perry Mason. Incluso esperaba ansiosa cada capítulo de la serie de Mike Hammer en la televisión.

Ya entonces me di cuenta de dos cosas: que los protagonistas de las novelas que me gustaban eran hombres, y además todos tenían otra cosa en común: estaban desencantados con la vida, sin relaciones sociales ni vínculos familiares, que bebían whisky a las diez de la mañana y dormían en el despacho porque nadie les esperaba en su casa. Luego empezaron a surgir investigadoras mujeres, pero seguían el patrón de sus predecesores hombres: la gran Petra Delicado de Alicia Jimenez–Barlett o Kinsey Milhone de Sue Grafton.

Ahí, de forma inconsciente, decidí que algún día escribiría sobre una investigadora que fuera mujer y que tuviera relaciones personales y familiares cercanas. Incluso el comisario de policía que acompaña a Gracia San Sebastián en sus casos, Rafa Miralles, es un hombre normal: es profesionalmente brillante en la comisaría, pero felizmente casado, padre de dos niñas, al que le gusta cocinar, que tiene buenos amigos y un perro juguetón.

  1. ¿A qué escritores admiras? ¿Hay alguno más en particular que te haya influido para esta novela? ¿O quizás una lectura en especial?

Empecé a escribir por Agatha Cristhie. En mi casa estaba la colección entera. Aún los tengo todos, en un estado lamentable de la cantidad de veces que los leí y los releí. Hoy hago lo mismo con los libros de la nueva gran dama del crimen, Donna Leon, con su Brunetti en Venecia.

Entre los escritores españoles tengo como referente a Jose María Guelbenzu, y me encanta cada nuevo libro de María Oruña, Reyes Calderón, Berna González Harbour, Alicia Jiménez Barlett o Víctor del Árbol. También algunos autopublicados me tienen totalmente fidelizada como Roberto Martínez Guzmán. Y dos nuevos descubrimientos de este año: Santiago Díaz Cortés e Inés Plana. Estoy deseando leer sus segundas novelas.

  1. ¿Lo que callan los muertos es el principio de una saga o tienes previsto cambiar de registro en tu próxima novela?

Es una saga, continúa la protagonista y los personajes que la rodean: el comisario Rafa Miralles, Sarah, su amiga farmacéutica, Geni, la mujer del comisario y Bárbara, su hermana, cardióloga, intolerante y perfeccionista. El nuevo caso en la segunda novela será muy distinto al primero y, si los lectores quieren, espero que haya muchos más.

  1. ¿Cómo suele ser tu proceso de creación? ¿Has tenido algún asesoramiento o guía? ¿Lo recomiendas?

Como mis pensamientos: caótico. Nunca he sufrido el síndrome del folio en blanco. Solo necesito tiempo y silencio. Varias horas de tranquilidad, sin ruidos ni interrupciones y la historia fluye. Nunca sé qué voy a escribir, ni qué va a pasar en la novela. Es un proceso muy divertido porque escribo con la emoción del lector que no sabe qué va a ocurrir en la siguiente escena. Cuando termino viene la parte de la seriedad: corregir, corregir, corregir.

Por supuesto busco asesoramiento: estudié en la Escuela de Escritores con Lara Moreno, que me ayuda a corregir mis novelas, después empecé un programa de mentoring literario con Jose María Guelbenzu, que ya era uno de mis autores preferidos y del que nunca dejo de aprender, tengo mi club de betareaders, … El oficio de escritor es muy solitario, así que tener personas con experiencia que te enseñen tus puntos fuertes y débiles y lectores que te den su opinión sobre el resultado final para mí ha sido y es un tesoro. Me aferro a ellos, son mi guía y mi referencia.

  1. ¿Qué más géneros literarios te gustan?

Aunque me encanta la intriga, me puedo enganchar a cualquier novela sea del género que sea. Hasta hace un año te habría dicho que se me atragantaba un poco la novela histórica, pero este año he leído dos que me han conquistado: la primera, El Ángulo de la Bruma, de mi compañera Fátima Martín. Después, tuve la suerte de formar parte del jurado del Premio Carmen Martín Gaite y desde que leí la obra de Paco Tejedo Torrent con una biografía novelada sobre María de Zayas y Sotomayor, supe que tenía que ganar. Por suerte, el resto de los miembros del jurado estaban de acuerdo. También fui jurado en el Torrente Ballester y me encantó la novela ganadora, La Argentina que Dios quiere, que es una novela de viajes, de Lola Shultz, excepcional. En cambio, es un género que no suelo leer.

Supongo que en general me gustan las buenas historias que me enganchan y me hacen querer saber más, sean del género que sea.

Te confieso incluso que hay novelas que leo y releo cada poco tiempo no son novelas de intriga, como No solo de caviar vive el hombre, de Johannes M. Simmel, una novela muy antigua que lleva conmigo desde la adolescencia, Nada se opone a la noche de Dolphine de Vigan, que suelo leer en los veranos. O La cocinera de Himmler, de Franzt Olivier Giesbert, que podría leer mil veces y siempre me sorprendería.

  1. ¿Unas palabras a los autores que empiezan?

Que escriban lo que a ellos les gustaría leer, porque así creerán en su obra y sabrán que antes de terminar ya tienen su primer fan incondicional. También que se formen, que aprendan de escritores con experiencia la parte técnica de la escritura, que corrijan, que busquen un buen corrector profesional para terminar de pulir su historia.

Y, por último, que no tengan pudor en enviar su novela a todos los sitios donde se la acepten. Con mucha paciencia, sin prisas, pero sin dejar pasar oportunidades: si muestras tu obra, no tienes garantías, pero tienes la oportunidad y nunca se sabe dónde puede llegar.

  1. Y, por último, ¿qué proyectos tienes cuando pase toda la vorágine de presentaciones y firmas?

Tomarme unos días para daros las gracias a todas las personas que habéis apostado por esta novela y que en plena vorágine se me pueda haber pasado hacerlo en el momento. Y después, sentarme de nuevo a escribir y pasar el tiempo libre con la familia.


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