Algernon Charles Swinburne, el poeta victoriano maldito

Algernon Charles Swinburne fue un poeta inglés que nació un 5 de abril de 1837 en Londres. Su figura quizás quedó eclipsada por otros nombres más fulgurantes de una época que los tuvo a montones, pero también fue reconocido mundialmente. Su obra, con tendencia a temas como el suicidio, la homosexualidad, el sadomasoquismo y los sentimientos antireligiosos, evidentemente fue muy controvertida en aquel momento. Hoy desde aquí quiero recordarlo destacando algunos de sus versos.

Algernon Charles Swinburne

Swinburne, de una familia aristocrática afincada en la Isla de Wight, aprendió francés e italiano gracias a las enseñanzas de su madre y su abuelo paterno. También recibió una estricta educación religiosa que se prolongó hasta su juventud. Asistió al prestigioso Eton College y también estudió en la Universidad de Oxford. Fue asimismo miembro de la Hermandad Prerrafaelista y un gran admirador de Victor Hugo, al que le dedicó uno de sus ensayos.

El leprosoAtalanta en CalydonPoemas y baladasCantos antes del albaLa época de Shakespeare y María Estuardo. Es, por ejemplo, en la trilogía histórica de obras sobre la reina María de Escocia, donde se aprecia que sus heroínas son presas de obsesiones sexuales dignas de uno de sus principales maestros, el Marqués de Sade. Y su novela erótica Lesbia Brandon permaneció inédita hasta 1952. O esa Pasífae, que tampoco se publicó en vida del poeta.

También escribió estudios críticos sobre William Shakespeare y ensayos sobre muchos autores como Charles Dickens y las hermanas Brontë.

Su adicción al alcohol lo llevó a padecer graves problemas de salud que lo obligaron a mudarse a una casa en las afueras de Londres. Allí quiso tratar de llevar una vida sana y tranquila. Falleció el 10 de abril de 1909.

Poemas

Tristeza

Tristeza, alado ser que recorres el mundo,
Aquí y allí, a través del tiempo, pidiendo reposo,
Si reposo es acaso la dicha que la tristeza reclama.

Un pensamiento yace cerca de su corazón,
Profunda pena de voluptuoso calor,
Una hierba seca en el río creciente,
Una lágrima roja que recorre la corriente.

Corazones que cortan las cadenas,
El vínculo de ayer será el olvido de mañana,
Todas las cosas de este mundo pasarán,
pero nunca la tristeza.

Amor y sueño

Tendida y dormida entre caricias nocturnas
vi a mi amor inclinarse sobre mi triste lecho,
pálida como el fruto y la hoja del lirio más oscuro,
rasa, despojada y sombría, con el cuello desnudo, listo para ser mordido,
demasiado blanca para el rubor y demasiado ardiente para estar inmaculada,
pero del color perfecto, ausente de blanco y rojo.
Y sus labios se entreabrieron tiernamente, y dijo
-en una sola palabra- placer.Y toda su cara era miel para mi boca,
y todo su cuerpo era alimento para mis ojos;
Sus largos y aéreos brazos y sus manos más ardientes que el fuego
sus extremidades palpitando, el olor de su cabello austral,
sus pies ligeros y brillantes, sus muslos elásticos y generosos
y los brillantes párpados daban deseo a mi alma.

Antes del ocaso

El amor crepuscular declina en el cielo
Antes que la noche descienda sobre la tierra
Antes de que miedo sienta del frío su hierro,
El crepúsculo del amor se desvanece en el cielo.

Cuando el insaciable corazón susurra entre lamentos
«o es demasiado o es poco»,
y los labios se abstienen tardíamente resecos,

Blandas, bajando por el cuello de cada amante,
las manos del amor sostienen su rienda secreta;
y mientras buscamos en él una señal concreta,
su luz crepuscular se desgarra en el cielo.

El laúd y la lira

Un deseo profundo, que penetra en el corazón y en la raíz del espíritu,
Encuentra su voz reluctante en versos que añoran, como brasas ardiendo;
Tomando su voz exultante cuando la música persigue en vano un
Profundo deseo.

Lacerante mientras arde la pasión de la rosa cuyos pétalos respira,
Fuerte mientras crece el anhelo de los capullos por las frutas,
Suena el secreto tácito agotando su profundo tono.

Desciende el arrebato que poseía el suave laúd del amor;
Desciende la palpitación del triunfo de la lira:
Todavía el alma se siente quemar, una llama desatada aunque silenciosa
En su profundo deseo.


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