Entre entrevistas y actos públicos, Abdulrazak Gurnah ha recalado en España para presentar su nueva novela, ‘Un largo camino’, editada por Salamandra. La visita ha estado marcada por el interés mediático y por su característica cercanía al hablar de su proceso literario y de su Zanzíbar natal.
El itinerario incluye encuentros con lectores en Barcelona y Madrid y la investidura como doctor honoris causa por la Universidad de Lleida (UdL), precedida por una conferencia académica centrada en su obra y en la memoria del África oriental. Todo ello ha coincidido con el anuncio del nuevo Premio Nobel de Literatura a László Krasznahorkai, a quien el autor tanzano ha felicitado sin reservas.
Una gira con acento académico
En Barcelona, el escritor atendió a los medios en un ambiente distendido para desgranar los ejes de ‘Un largo camino’ y su vigencia. Paralelamente, en Lleida, la profesora Esther Pujolràs presentó una lectura crítica de su narrativa, subrayando cómo historia, memoria y deseo se entretejen en sus novelas.
El acto de investidura honoris causa reconoce una trayectoria que ha iluminado con rigor las fricciones entre culturas y los desplazamientos forzados, algo que en Gurnah aflora desde la experiencia, pero también desde una mirada literaria sobria y empática.
‘Un largo camino’: personajes y trama
La nueva novela sitúa al lector en Tanzania y Zanzíbar durante los años noventa, mientras resuenan episodios de décadas anteriores. El relato sigue la amistad y los cruces vitales de tres jóvenes de orígenes desiguales —Karim, Fauzia y Badar—, que encaran sus primeros pasos en el amor, el trabajo y la paternidad.
Karim, con estudios y ambición, vuelve a casa cargado de expectativas; Fauzia aspira a ser maestra pese a las reticencias familiares; y Badar, criado como sirviente y sin acceso a la escuela, lidia con el estigma y una acusación que lo sacude todo. El pasado de Raya, madre de Karim, abre un hilado dramático que conecta decisiones dolorosas y sus consecuencias.
El tono de la narración evoca una sensibilidad clásica, atenta a los detalles cotidianos que nos van moldeando. Desde su arranque, el libro utiliza una imagen nupcial inesperada para enganchar al lector y activar la imaginación desde la primera línea.
Educación, desigualdad y las “cartas” de la vida
Uno de los hilos centrales es la educación como palanca (o barrera) de movilidad. Karim goza de una trayectoria académica que parece allanarle el camino; Fauzia se topa con un techo que no es solo de cristal, sino también cultural; y Badar aprende en la calle, en los libros que caen en sus manos y en lo que escucha en la radio. La novela pregunta qué hacemos con las cartas que nos reparten, y cómo se negocia un futuro cuando el punto de partida es tan desigual.
Gurnah, formado entre la tradición oral y la escucha, recupera esa corriente que mezcla relatos familiares, rumores y noticias radiadas para armar un mosaico de verdades parciales. Esa memoria fragmentaria, que siempre deja zonas en sombra, sostiene los dilemas de unos personajes que creen avanzar, pero cargan con lo heredado.
Poscolonialismo y el impacto del turismo
La obra mira de frente a los ecos del dominio europeo en el África oriental y al giro contemporáneo que trae la globalización. En Zanzíbar, el turismo masivo, relativamente reciente, ha transformado paisajes, economías y ritmos cotidianos. La novela no reduce ese fenómeno a una sola etiqueta: como ocurrió con el colonialismo, hay muchas formas de llegar y de influir, y cada una deja huellas propias.
Sin solemnidades, el libro muestra cómo los cambios globales alteran expectativas, afectos y oportunidades, y cómo, pese a todo, los vínculos personales pueden sostener a quienes quedan a los márgenes.
Escribir tras el Nobel: oficio, tiempo y paciencia
El reconocimiento internacional interrumpió temporalmente el calendario de escritura —cuando llevaba redactada una parte de la novela—, pero no el método. Gurnah insiste en que su trabajo se basa en ir frase a frase, afinar las ideas y comprobar el pulso del conjunto. No escribe con la medalla en la mesa; escribe con el oído pegado al texto.
Retomar ‘Un largo camino’ requirió distancia y nueva energía, hasta comprobar que la historia seguía viva. Ante la pregunta por la presión del galardón, el autor responde que el reto es siempre el mismo: hallar la forma justa para cada historia, incluso si eso implica desechar inicios o cambiar de dirección.
África hoy: posibilidades y heridas abiertas
Desde su residencia en el Reino Unido, Gurnah observa un continente de múltiples ritmos e historias: hay zonas con potencial de crecimiento (como partes del sur, el norte y el este de África) y otras que siguen padeciendo de manera cruda las consecuencias del pasado, con conflictos enquistados de difícil salida.
En el tablero geopolítico actual, su diagnóstico es prudente: la intervención de grandes potencias y multinacionales no es nueva y, por ahora, no ve diferencias esenciales respecto a cómo condicionaron la vida de los países africanos en otras etapas. Hablar de cambios reales exigirá tiempo y resultados.
Krasznahorkai, el Nobel del año
En paralelo a su gira, se conoció el nuevo Nobel de Literatura para László Krasznahorkai. Gurnah, sin hacer quinielas, celebró el fallo y se mostró dispuesto a felicitar al galardonado. Una vez más, dejó claro que sus prioridades siguen en el taller: la frase precisa, el personaje vivo y la historia que respira.
Con ‘Un largo camino’, el autor de ‘Paraíso’, ‘A orillas del mar’, ‘La vida, después’ o ‘El desertor’ suma un relato amplio y sereno sobre amistad, responsabilidad y memoria en un entorno que cambia a toda velocidad. Quien se acerque a estas páginas encontrará una ficción de respiración honda, atenta a lo humano y al tiempo que nos toca vivir.