Porque en muchas ocasiones han sido silenciadas; porque por razones que aún a día de hoy persisten y no llegamos a comprender siguen siendo ninguneadas frente al sexo masculino; porque tienen tanta calidad como aquellos escritos por hombres; porque también es literatura y aquí, en este blog literario, nos dedicamos a hablar sobre buena literatura… Por todos estos motivos y más que os podría seguir dando, os traigo hoy un artículo con 5 poemas escritos por mujeres.
Juzguen vosotros mismos… O mejor aún, no juzguen, sólo disfruten…
Índice
- 1 La primera poeta femenina del mundo
- 2 Otros poemas de mujeres que deberías conocer
- 2.1 «Yo me levanto» (Maya Angelou)
- 2.2 «La sortija» (Emily Dickinson)
- 2.3 «Millonarios» (Juana de Ibarbourou)
- 2.4 «El capricho» (Amparo Amorós)
- 2.5 «El jardín solariego» (Sylvia Plath)
- 2.6 «Autoeutanasia sentimental» (Gloria Fuertes)
- 2.7 «Quéjase de la suerte» (Sor Juana)
- 2.8 «El amor que calla» (Gabriela Mistral)
- 2.9 «La caricia perdida» (Alfonsina Storni)
- 2.10 «Dicen que no hablan las plantas» (Rosalía de Castro)
La primera poeta femenina del mundo
A pesar de que las mujeres han estado relegadas a un segundo lugar en todas las artes, lo cierto es que fueron ellas las que despuntaron en ciertos casos. Y algo que no se conoce es que, la primera poeta, fue una mujer, y no un hombre. Hablamos de Enheduanna, hija del rey Sargón I de Acad.
Enheduanna fue la sacerdotisa de Nannar, el dios-Luna sumerio. En su época, tanto el poder político como el religioso eran uno, y por eso solía participar en el gobierno de Ur. Fue además, como te hemos contado, la primera poeta del mundo.
La poesía de Enheduanna se caracteriza por ser de índole religiosa. La escribía en tablillas de barro y con escritura cuneiforme. Casi todos los poemas iban dirigidos al dios Nannar, al templo, o incluso a la diosa Inanna, que protegía la dinastía Akkad (a la que pertenecía).
De hecho, uno de los poemas que se conservan es el siguiente:
La exaltación de Enheduanna a Inanna
INNANA Y LAS ESENCIAS DIVINAS
Señora de todas las esencias, luz plena, buena mujer
vestida de esplendor
a quien el cielo y la Tierra te aman,
amiga del templo de An
tú llevas grandes ornamentos,
tú deseas la tiara de la grande sacerdotisa
cuyas manos sostienen las siete esencias,
las has escogido y colgado de tu mano.
Has reunido las esencias sagradas y las has puesto
apretadas sobre tus pechos
INNANA Y AN
Como un dragón has cubierto el suelo de veneno
como el trueno cuando ruges sobre la Tierra
árboles y plantas caen a tu paso.
Eres una inundación descendiendo desde
una montaña,
¡Oh primaria,
Diosa Lunar del cielo y de la Tierra!
tu fuego sopla alrededor y cae sobre
nuestra nación.
Señora montada sobre una bestia,
An te da cualidades, ordenes sagradas
y tú decides
tú estás en todos nuestros grandes ritos
¿Quién puede entenderte?
INNANA Y ENLIL
Las tormentas te prestan alas,
destructora de nuestras tierras.
Amada por Enlil, tú vuelas sobre nuestra nación
tú sirves a los decretos de An.
Oh mi señora, al oír tu sonido
colinas y llanuras reverencian.
Cuando nos presentamos ante ti,
aterrados, temblando en tu clara luz
tormentosa,
recibimos justicia
nosotros cantamos, los lamentamos y
lloramos ante ti
y caminamos hacia ti a través de un sendero
desde la casa de los enormes suspiros
INNANA E ISHKUR
Tú lo derribas todo en la batalla.
Oh, mi señora sobre tus alas
llevas la segada tierra y embetises
enmascarada
en una atacante tormenta,
ruges como una rugiente tormenta,
truenas y sigues tronando y resoplas
con vientos malignos.
Tus pies están llenos de inquietud.
En tu arpa de suspiros
yo escucho tu canto fúnebre
INNANA Y LA ANUNNA
Oh, mi señora, la Anunna, los grandes
Dioses,
Aleteando como murciélagos delante de tuyo,
se vuelan hacia los farallones.
No tienen el valor de caminar
delante de tu terrible mirada.
¿Quién puede domar tu furibundo corazón?
Ningún Dios menor.
Tu malevolente corazón está más allá de la
templanza.
Señora, tú sedas los reinos de la bestia,
tú nos haces felices.
Tu furia está más allá de la temblanza,
¡Oh hija mayor de Suen!
¿Quién te ha negado alguna vez
reverencia,
Señora, suprema sobre la tierra?
INANNA Y EBIH
En las montañas en donde no eres
venerada
la vegetación esta maldita.
Tú haz convertido en cenizas sus
grandes entradas.
Por ti los ríos se inflan de sangre
y la gente no tiene nada que beber.
El ejército de la montaña va hacia ti
cautivo
espontáneamente.
Saludables hombres jóvenes desfilan
ante ti
espontáneamente.
La ciudad danzante está colmada de
tormenta,
conduciendo a os hombres jóvenes
hacia ti, cautivos.
Otros poemas de mujeres que deberías conocer
Las mujeres siempre han formado parte del mundo, y por ende, también han sido creadoras. Han inventado objetos, han llevado a cabo múltiples artes (literatura, música, pintura, escultura…).
Centrándonos en la literatura, la mujer ha dejado una huella en su paso. En la poesía, son muchos los nombres femeninos que destacan, como: Gloria Fuertes, Rosalía de Castro, Gabriela Mistral…
Pero lo cierto es que no son las únicas. Por eso, aquí te dejamos otros poemas escritos por mujeres para que los descubras.
«Yo me levanto» (Maya Angelou)
Podrás describirme en la historia
con mentiras retorcidas,
Podrás arrastrarme en la basura misma
Aun así, como el polvo, me levanto.
¿Te desconcierta mi insolencia?
Porque camino como si tuviese pozos de petróleo
Bombeando en mi sala de estar.
Igual que las lunas y los soles,
Con la certeza de las mareas,
Igual que las esperanzas que alto vuelan
A pesar de todo, me levanto.
¿Querrías verme destruida?
¿Con la cabeza gacha y los ojos bajos?
Y los hombros caídos como lágrimas.
Debilitada por mis conmovedores gritos.
¿Te ofende mi arrogancia?
«La sortija» (Emily Dickinson)
En mi dedo tenía una sortija.
La brisa entre los árboles erraba.
El día estaba azul, cálido y bello.
Y me dormí sobre la yerba fina.
Al despertar miré sobresaltada
mi mano pura entre la tarde clara.
La sortija entre mi dedo ya no estaba.
Cuanto poseo ahora en este mundo
es un recuerdo de color dorado.
«Millonarios» (Juana de Ibarbourou)
Tómame de la mano. Vámonos a la lluvia
descalzos y ligeros de ropa, sin paraguas,
con el cabello al viento y el cuerpo a la caricia
oblicua, refrescante y menuda, del agua.
¡Que rían los vecinos! Puesto que somos jóvenes
y los dos nos amamos y nos gusta la lluvia,
vamos a ser felices con el gozo sencillo
de un casal de gorriones que en la vía se arrulla.
Más allá están los campos y el camino de acacias
y la quinta suntuosa de aquel pobre señor
millonario y obeso, que con todos sus oros,
no podría comprarnos ni un gramo del tesoro
inefable y supremo que nos ha dado Dios:
ser flexibles, ser jóvenes, estar llenos de amor.
«El capricho» (Amparo Amorós)
Yo quiero ser yet-set y viajar
en lujoso avión particular
para llevar el body a broncear
a Marbella y de noche figurar
en las fiestas que sacan las revistas
entre nobles, play-boys, guapas y artistas;
casarme con un conde aunque sea feo
y regalar mis cuadros a un museo.
Me ha cogido el perrengue de salir
en portada del Vogue por lucir
collares rutilantes de brillantes
en los escotes más despampanantes.
Otras que están peor lo han conseguido
a base de fichar un buen marido:
convienen los que son ricos y viejos
si luego puedes mantenerlos lejos
para ligarte un curdo cariñoso
montando así un asunto escandaloso.
¡Mamá, mamá, yet-set yo quiero ser
y desde hoy me lo voy a proponer!
«El jardín solariego» (Sylvia Plath)
Las fuentes resecas, las rosas terminan.
Incienso de muerte. Tu día se acerca.
Las peras engordan como Budas mínimos.
Una azul neblina, rémora del lago.
Y tú vas cruzando la hora de los peces,
los siglos altivos del cerdo:
dedo, testuz, pata
surgen de la sombra. La historia alimenta
esas derrotadas acanaladuras,
aquellas coronas de acanto,
y el cuervo apacigua su ropa.
Brezo hirsuto heredas, élitros de abeja,
dos suicidios, lobos penates,
horas negras. Estrellas duras
que amarilleando van ya cielo arriba.
La araña sobre su maroma
el lago cruza. Los gusanos
dejan sus sólitas estancias.
Las pequeñas aves convergen, convergen
con sus dones hacia difíciles lindes.
«Autoeutanasia sentimental» (Gloria Fuertes)
Me quité de en medio
por no estorbar,
por no gritar
más versos quejumbrosos.
Me pasé muchos días sin escribir,
sin veros,
sin comer más que llanto.
«Quéjase de la suerte» (Sor Juana)
¿En perseguirme, mundo, qué interesas?
¿En qué te ofendo, cuando sólo intento
poner bellezas en mi entendimiento
y no mi entendimiento en las bellezas?
Yo no estimo tesoros ni riquezas,
y así, siempre me causa más contento
poner riquezas en mi entendimiento
que no mi entendimiento en las riquezas.
Y no estimo hermosura que vencida
es despojo civil de las edades
ni riqueza me agrada fementida,
teniendo por mejor en mis verdades
consumir vanidades de la vida
que consumir la vida en vanidades.
«El amor que calla» (Gabriela Mistral)
Si yo te odiara, mi odio te daría
en las palabras, rotundo y seguro;
pero te amo y mi amor no se confía
a este hablar de los hombres, tan oscuro.
Tú lo quisieras vuelto en alarido,
y viene de tan hondo que ha deshecho
su quemante raudal, desfallecido,
antes de la garganta, antes del pecho.
Estoy lo mismo que estanque colmado
y te parezco un surtidor inerte.
¡Todo por mi callar atribulado
que es más atroz que el entrar en la muerte!
«La caricia perdida» (Alfonsina Storni)
Se me va de los dedos la caricia sin causa,
se me va de los dedos… En el viento, al pasar,
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida ¿quién la recogerá?
Pude amar esta noche con piedad infinita,
pude amar al primero que acertara a llegar.
Nadie llega. Están solos los floridos senderos.
La caricia perdida, rodará… rodará…
Si en los ojos te besan esta noche, viajero,
si estremece las ramas un dulce suspirar,
si te oprime los dedos una mano pequeña
que te toma y te deja, que te logra y se va.
Si no ves esa mano, ni esa boca que besa,
si es el aire quien teje la ilusión de besar,
oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos,
en el viento fundida, ¿me reconocerás?
«Dicen que no hablan las plantas» (Rosalía de Castro)
Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros,
Ni el onda con sus rumores, ni con su brillo los astros,
Lo dicen, pero no es cierto, pues siempre cuando yo paso,
De mí murmuran y exclaman:
Ahí va la loca soñando
Con la eterna primavera de la vida y de los campos,
Y ya bien pronto, bien pronto, tendrá los cabellos canos,
Y ve temblando, aterida, que cubre la escarcha el prado.
Hay canas en mi cabeza, hay en los prados escarcha,
Mas yo prosigo soñando, pobre, incurable sonámbula,
Con la eterna primavera de la vida que se apaga
Y la perenne frescura de los campos y las almas,
Aunque los unos se agostan y aunque las otras se abrasan.
Astros y fuentes y flores, no murmuréis de mis sueños,
Sin ellos, ¿cómo admiraros ni cómo vivir sin ellos?
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Excelente elección de autoras y poemas. Es recorrer en el tiempo temas clásicos desde la mirada y la realidad femenina, siempre vigentes, expresados según las técnicas de cada época. Felicitaciones.