El pasado 15 de marzo Francisco Ibáñez cumplió 83 años y el 31 fue el aniversario del fallecimiento de José Escobar en 1994. Ambos son, posiblemente, las dos puntas de lanza de una serie de dibujantes e historietistas históricos de nuestro tebeo.
Hoy quiero homenajearlos a ellos y a otros tres nombres que también me gustaban mucho: José Peñarroya (Don Pío, Pepe el hincha, Pitagorín), Manuel Vázquez (Las hermanas Gilda, Anacleto) y Roberto Segura (La panda, Lily, Rigoberto Picaporte). Por tantos buenos ratos…
Mis catarros, el quiosco de Madrid y ¡sapristi!
Ya nadie dice -ni sabe lo que es- «¡sapristi!» (un galicismo deformado), pero los que ya tenemos cierta edad lo aprendimos con Mortadelo y Filemón. Igual que aprendimos a leer (cuando las mayúsculas no se acentuaban) con aquellas historietas. Y siempre que voy a casa sigo cogiendo algún tebeo de mi colección, que guardo como oro en paño, para releerlo y volver a sentirme tan bien como cuando era una cría.
Aunque entonces solo los leía, sobre todo, cuando me acatarraba con fiebre y me tenía que quedar en cama y no ir al cole (¡bien!). Las paperas, el constipado o lo que fuera ya no los recuerdo. Pero sí estar en la cama con la pila de tebeos al lado.
Otro gran momento era ir a Madrid algún fin de semana a casa de mis tías. En el quiosco de abajo mi padre siempre nos compraba alguno, de los largos, como los de la colección Olé de Bruguera. Los Super Humor eran ya el sumum. Pero me gustaban todos.
5 grandes
Son muchos más, como RAF (del que hablé en este artículo), Schmidt, Matías Guiu, etc., pero me he decidido por estos. Todos coincidieron en la legendaria editorial Bruguera y pertenecen a su escuela.
José Peñarroya
De Peñarroya, castellonense de Forcall y amigo de Cifré (otro grande) y Escobar, me gustaban los trazos circulares de sus dibujos y también el color desvaído que tenían las viñetas. Don Pío, con aquel candor que lo caracterizaba, me encantaba, igual que Pitagorín y Gordito Relleno, y desde luego Pepe el Hincha.
Manuel Vázquez
Al madrileño Vázquez lo retrató en el cine Santiago Segura hace unos años y es casi un personaje de tebeo por sí mismo. ¡Qué digo! Lo es enteramente. Ibáñez le trasladó su fama de moroso al papel y lo convirtió en ese habitante del ático de 13, Rue del Percebe, que anda siempre entrampado y con los acreedores llamando a su puerta todos los días.
Pero aparte de mitos, Vázquez creó una serie de personajes inolvidables como Anacleto, la adorable abuelita Paz, las tremendas hermanas Gilda o la familia Churumbel o los geniales Cebolleta. Más cientos de viñetas de chistes y portadas.
Roberto Segura
De Badalona, Segura también pertenece a esa generación tan fecunda y genial del 57 que se juntó en Bruguera. Y sus historias y personajes me gustaban especialmente por sus trazos expresivos, además de lo divertido de sus guiones.
Rigoberto Picaporte, solterón de mucho porte, Los señores de Alcorcón y el holgazán de Pepón, Pepe Barrena, El Capitán Serafín y el Grumete Diabolín… Y cuando me pasé a los tebeos más de «chicas» como Esther (de la enorme Purita Campos), me encantaban Piluca y Lily.
José Escobar
Y paso al dúo final de históricos y eternos, porque Escobar es uno. El tebeo español no se entiende sin él y sus creaciones siguen enganchando. Tampoco se entiende -ni se puede apreciar- la historia de la segunda mitad del siglo XX de este país si no hubiera un Carpanta, una Petra, criada para todo, y, cómo no, sin los tremendos Zipi y Zape.
Francisco Ibáñez
Ahí sigue. Una leyenda viva al pie del cañón. Seguramente se despida con un lápiz en las manos y cuando desaparezca, ya no habrá otro. Todos son inigualables, pero Ibáñez ya trasciende a sí mismo. Es imposible destacar tantas cosas de él. Por su tesón, su increíble capacidad de trabajo y un talento inabarcable. Nadie tiene sus marcas
Sus personajes, los más famosos, seguidos y queridos. En las estanterías de cualquier librería ves tomos y volúmenes por cientos con su apellido. Los Mortadelos, los SuperMortadelos, los especiales por su 30º, 40º, 50º y ahora ya 60º aniversario, que se dice pronto.
Ninguno supera a Mortadelo y Filemón, los más grandes agentes de la TIA que en el mundo son. Pero también gustan. El botones Sacarino, Rompetechos, La familia Trapisonda, Pepe Gotera y Otilio… Y mi debilidad, esa 13, Rue del Percebe, todo un retrato social en plan surrealista de casi ya 60 años también.
En definitiva
Que no hay que dejar de leer tebeos (me resisto a lo de «cómic» para estos nombres) y redescubrir a muchos más de aquellos autores que llenaron nuestra infancia de buen humor e imaginación.
Me encantaban los tebeos. Los devoraba sin parar, uno tras otro. Zipi y Zape, Mortedelo, Lily, Esther y su mundo, Carpanta, la abuelita Paz, Pitagorín, Anacleto, Don Pío, 13 rue del Percebe, Floripondia Piripí, se pirra por dar el sí, Petra, Caty la chica gato… y tantas otras. Horas y horas de leer y releer aquellos magníficos tebeos. Todavía tengo alguno antiguo y de vez en cuando me compro alguno antiguo, y es que cuarenta y pico años después, no me canso de leerlos. ¡Y lo que aprendí con ellos! Hoy día la gente no lee, ni siquiera la gente que se prepara para ser maestros. Bastante triste, la verdad. La era digital nos ha dado mucho pero también se ha cargado muchas cosas, entre ellas el tan sano y necesario hábito de leer.